Por Cambio16
28/03/2017
A excepción de Mariano Rajoy, todos los presidentes del Gobierno español desde que se instauró la democracia en 1977 han negociado con ETA. Desde Adolfo Suárez, que logró acabar con la mitad de la banda tras la disolución de la rama político-militar, un proceso que culminó Leopoldo Calvo Sotelo con la aparición de Euskadiko Eskerra, hasta José Luis Rodríguez Zapatero, que negoció la tregua definitiva y el abandono de las armas.
En medio, Felipe González, con las conversaciones de Argel, y José María Aznar, con el acercamiento de presos al País Vasco, no han reparado en esfuerzos para el diálogo y la negociación. La normalización de la convivencia ciudadana sólo requiere ya un pequeño impulso que Rajoy se resiste a dar. En estas cuatro décadas, Cambio16 siempre ha estado con la paz y la libertad, incluso cuando el terror se cebó con Gorka Landaburu.
El 12 de abril de 1976, el vicepresidente Manuel Fraga Iribarne le declaraba la guerra a ETA. El dictador había muerto cinco meses antes. El Gobierno había iniciado unos tímidos tanteos cerca de la banda para que ésta decretara un armisticio.
Aunque ETA paralizó los actos violentos unos meses, fracasó el intento de negociación. La calma tensa se rompió con el secuestro de dos vascos, José Luis Arrasate y Ángel Berazadi. El 8 de abril aparecía el cadá- ver de Berazadi con un tiro en la nuca. Era el acto de mayor violencia desde la muerte de Franco. Hubo ruido de sables. Un tronante Fraga Iribarne dijo por Radio Nacional: “Puesto que quieren la guerra, la tendrán y con todas la consecuencias”.
Se movilizó a docenas de policías y de guardias civiles. En unos días, se detuvo a 87 etarras y simpatizantes, se incautaron numerosas metralletas y se descubrió una decena de pisos francos. Cambio16 tituló en portada “La gran redada”. Al tiempo, se producía la mayor fuga de presos etarras de la historia. Veintinueve reclusos escaparon de la cárcel de Segovia. Sólo cuatro llegaron a cruzar la frontera con Francia.
El asesinato de Berazadi y la fuga de Segovia fueron narrados por Ander Landaburu, delegado de esta revista en el País Vasco. Hijo de Xabier Landaburu, diputado en Cortes y vicelendakari del Gobierno vasco en el exilio. En París nacieron sus siete hijos. Dos, periodistas: Ander y Gorka Landaburu.
Todavía en el exilio, el Gobierno vasco enviaba desde Bayona (Francia), a través de Ander, una nota a esta revista tras la aparición del cadáver de Berazadi, en la que se hablaba del necesario “avance en la autodeterminación y autonomía del Gobierno de los vascos”. Presidido por José María Leizaola, el ejecutivo vasco concluía que “así como nos vimos forzados a defender una posición de guerra cuando se tomaron las armas contra la libertad en 1936”, estaban ahora trabajando para que llegue “una paz aceptable a nuestro país, sin dejarnos dominar por ningún deseo de represalia ni rencores”.
Han pasado muchos años desde entonces más de 40. Hoy, el Gobierno vasco reside en Euskadi. Otro presidente nacionalista (PNV), Iñigo Urkullu, sigue haciendo llamamientos a la paz definitiva de Euskadi. Bien es cierto que la banda etarra abandonó la lucha armada (20 de octubre de 2011), incluida la violencia callejera, kale borroka. Tan cierto como que la banda no se ha disuelto, en contra de lo que le piden prácticamente todos los partidos políticos.
Urkullu apuesta por su Plan de Paz y Convivencia. En los primeros días de abril, presentaba el Programa Zuzendu (corregir, enderezar) con el que pretende luchar contra el inmovilismo de ETA y del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. A los presos etarras, casi medio millar, les pide el reconocimiento del “daño injusto causado”. Una reclamación que hacen las víctimas del terrorismo etarra. A Rajoy le exige mayor implicación en lo que denomina el “final ordenado del terrorismo”.
El editorial del número 228, que reflexionaba sobre las consecuencias del asesinato de Berazadi con el título “Contra ETA, libertad”, tiene un último párrafo que podría haber sido escrito hoy mismo: “Si el Gobierno supiera interpretar ahora ese clamor casi unánime de los vascos en pro de la democracia y la libertad, el terrorismo se extinguiría en meses. Pero para ello, hay que hablar con la oposición pacífica… (lo que) requiere un coraje del Gobierno del que hasta ahora no ha dado muestras”.
Pasaríamos definitivamente de la guerra a la paz.