Por Andrés Tovar
25/12/2016
Y llegó la navidad. Luego de la cena, para algunos aún continúa la fiesta y para otros es el momento de descansar y compartir en casa en compañía de los seres queridos. Y es también el momento en el que se repiten ciertas historias y canciones, en que vemos las mismas películas de navidad en la TV y ya comenzamos a oír con desdén el Santa Claus llegó a la ciudad, en todos los idiomas posibles, que venimos escuchando desde que comenzó diciembre.
Para muchos de nosotros, estas historias y canciones han llegado a definir el espíritu de las fiestas. Pero, como la diversidad cultural ha aumentado en el mundo producto de las inmigraciones -voluntarias y forzadas-, los expertos están explorando cómo discutir temas importantes con los niños, como la raza y la religión, a través de historias.
La única historia
En 2009, la novelista nigeriana Chimamanda Adichie dio una charla para la conocida serie TED sobre «el peligro de una sola historia», la cual versó sobre las definiciones que tienen razas, religiones o culturas sobre cada experiencia o característica, advirtiendo que las visiones únicas contribuyen a estereotipos.
Adichie recordó que cuando llegó a los EEUU para estudiar, su compañera de cuarto remarcó que hablaba muy bien el inglés, y le preguntó si quería escuchar un poco de «música tribal», a lo que Adichie dijo que el idioma oficial de Nigeria era el inglés y su músico favorito era Mariah Carey. (aquí tienen la charla, subtitulada)
La historia de Adichie no es extraña. Un estudio sobre literatura infantil realizado por la escritora Peggy Albers determinó que ciertos estereotipos de raza y cultura se repitieron una y otra vez, fomentando la creación de una sola visión. Por ejemplo, personajes judíos fueron retratados a menudo como procedentes de familias pobres, con vidas llenas de tensión y caos.
Historias de familias africanas, por su parte, presentaron a personajes pobres, medio desnudos y con estilos de vida primitivos. Los afroamericanos se represen generalmente en el contexto de su pasado esclavo. Los asiáticos se mostraron vestidos con kimonos y fajas, a menudo relacionados por el aprendizaje específico de las «lecciones morales» de los ancianos.
Lo mismo ocurrió cuando se representa a los musulmanes. La académica Heidi Torres, por ejemplo, se encontró en un estudio de 56 libros ilustrados que los musulmanes fueron representados como una comunidad segregacionistas en lugar de diversas. Torres sugiere que estas historias ponen en riesgo a los niños de desarrollar una historia negativa sobre el Islam y los musulmanes en lugar de entender las múltiples formas en las que viven los musulmanes en todo el mundo.
La ilustradora Molly Bang, por su parte, expresa sentimientos similares cuando dice que los niños desarrollan una forma particular de ver el mundo después de leer estos relatos. Ha señalado cómo el historiador del arte Ernst Gombrich explica cómo estos puntos de vista del mundo dejan una profunda impresión en la mente del niño a través de «imágenes» de memoria, familiares y reconocibles que definen cómo los niños entienden una raza, religión o cultura.
Un punto de partida
Los cuentos ayudan a los niños a entender su propia experiencia y la de otros. Por ejemplo, en su estudio de la narración de cuentos para niños pequeños, Judith Lysakar y Tiffany Sedberry, dos estudiosas estadounidenses de los procesos de alfabetización, encontraron que los niños prestan atención a los muchos detalles morales respecto a la raza. Ambas leyeron a un grupo de niños The Other Side (El otro lado), una historia de segregación que involucra a dos personajes: una chica afroamericana y una niña blanca separadas por una valla, similar a la película El niño con pijama de rayas. Al exponer su historia, los niños querían saber por qué una valla siempre las separaba.
Las mismos investigadores encontraron que una vez que los niños se relacionan con la historia, pueden ponerse en la situación del personaje principal. Después de escuchar One Green Apple (Una manzana verde), la historia de una niña musulmana inmigrante que después de llegar a los EEUU encontró que no podía hacer amigos porque no sabía inglés, los niños utilizaron sus propios conocimientos y creencias para darle sentido a la historia. Entendieron la historia de la joven inmigrante no como la de un inmigrante musulmán, sino como la de un refugiado como resultado de la guerra y la violencia y emitieron sus opiniones sobre cómo el personaje principal podía hacer amigos y aprender un nuevo idioma.
La investigación demuestra que este compromiso emocional de los niños con las historias que oyen puede ser utilizado para generar conversaciones y aprendizajes productivos en torno a la raza y la religión.
Por su parte, en su estudio dedicado a niños sobre temas raciales, los investigadores Lee Heffernan y Mitzi Lewison compartieron con los niños la experiencia de leer Whitewash una historia real de un joven afroamericano que es atacado en su escuela por una banda que amenaza con pintar su cara de blanco. Conectados a este crimen de odio, los niños escribieron una petición para detener todas las expresiones de odio en su propia escuela, y lo publicaron en los pasillos.
Es tiempo de hacer -y leer- nuevas y buenas historias.