Por Iñigo Aduriz
31/3/2016
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Se le llamó Acuerdo del Botánic, porque se firmó en el jardín botánico de la Universidad de Valencia, y se suscribió en junio del año pasado. En la mesa, se sentaron representantes del PSPV –los socialistas valencianos– de Compromís y de Podemos, con un único objetivo: desterrar al PP del poder tras 20 años en el Gobierno autonómico. Se trató de un pacto de mínimos, de apenas cinco páginas, pero que logró ese principal fin: a pesar de ser la fuerza más votada, los populares perdieron el control de la Generalitat y el candidato socialista, Ximo Puig, fue investido presidente con el apoyo de toda la izquierda.
Este es el modelo que quiere para el Ejecutivo central el presidente de Podemos, Pablo Iglesias. Es «el gobierno a la valenciana» que tanto ha reivindicado el líder de la formación morada en las últimas horas en sus sucesivas ruedas de prensa. «Hay que intentarlo», recalcaba el profesor de Políticas este mismo jueves durante una entrevista en la Cadena Ser.
Pero el escenario con el que las fuerzas políticas se encontraron tras las elecciones generales de diciembre difiere en distintos aspectos del que surgió de los comicios autonómicos de mayo en la Comunidad Valenciana. Hay diferencias tanto aritméticas –de suma de escaños– como programáticas –de discrepancias ideológicas entre las fuerzas necesarias para garantizar una hipotética investidura de Pedro Sánchez– que dificultan que lo que plantea Iglesias pueda materializarse en las próximas cuatro semanas, antes de que finalice el plazo legal para evitar unas nuevas elecciones.
Lejos de la mayoría absoluta
El bloque considerado de izquierdas –PSPV, Compromís y Podemos– suma 55 escaños del Parlamento valenciano, superando en cinco representantes la mayoría absoluta de una cámara en la que se eligen 99 asientos. Por lo tanto, dio igual que Ciudadanos y el PP votaran en contra de la investidura de Puig, y no fue necesario que la formación naranja se abstuviera.
En el Congreso de los Diputados la suma de los partidos de izquierda no independentista susceptibles a investir al secretario general socialista, Pedro Sánchez, como presidente –PSOE, Podemos y sus confluencias, Compromís e IU– alcanza en cambio los 161 escaños, por tanto, 15 por debajo de la mayoría absoluta establecida en 176 diputados, en una Cámara formada por 350 representantes.
Es cierto que Sánchez no requiere de esa mayoría absoluta para ser elegido presidente en una segunda vuelta. Tan sólo le bastaría con lograr más síes que noes en esa hipotética votación. Dando por hecho que el PP (123 escaños) votaría en contra, como ya lo hizo en la primera sesión, ese supuesto frente de izquierdas (161) necesitaría al menos la abstención de Ciudadanos, que tiene 40 representantes, o la del bloque nacionalista de ERC (9), Democràcia i Llibertat (8), PNV (6), EH Bildu (2) y CC (2), que suman 26. Incluso aunque el PNV se sumara finalmente al acuerdo, como ha sugerido Iglesias, esta alianza requeriría también de la abstención del partido de Albert Rivera o de algunos grupos independentistas.
O Ciudadanos o los independentistas
Ahí se encuentra el principal escollo para la conformación de ese «gobierno a la valenciana» que se defiende desde Podemos. Ciudadanos ha recalcado por activa y por pasiva que nunca facilitará la formación de un Ejecutivo del que formen parte los de Pablo Iglesias. «Que nos abstengamos nosotros para que gobiernen el PSOE y Podemos es imposible», insistía esta mañana el portavoz parlamentario de esta formación, Juan Carlos Girauta.
Lo mismo sucede con las fuerzas independentistas –ERC, Democràcia i Llibertat y EH Bildu–. Nunca respaldarán o facilitarán el Gobierno a quien no se comprometa a convocar una consulta soberanista en Cataluña y Euskadi sobre la independencia de estos territorios y, por tanto, respete el repetido «derecho a decidir». Aunque sí se comprometió a hacerlo el partido morado, el PSOE ha negado esta opción e insiste en que para solucionar el conflicto territorial es necesaria la puesta en marcha de una reforma constitucional en clave federal. Incluso esta propuesta se descaifenó en el acuerdo para la gobernabilidad suscrito con Ciudadanos el mes pasado y que fracasó en el Congreso en la votación de la investidura de Sánchez.
Este escenario hace que la negociación para la formación del «gobierno a la valenciana» que plantea Iglesias tenga que hacer frente a numerosas dificultades en las próximas semanas. La principal es que para que eso suceda el PSOE deberá sustituir a su socio prioritario, Ciudadanos, por Podemos. Porque ni la formación naranja quiere respaldar un Ejecutivo en el que se incluya la morada, ni viceversa. Ahí también entraría en juego el conflicto interno que se vive en las filas socialistas y el pulso entre Pedro Sánchez y Susana Díaz.