A diferencia de la fauna, la flora cuenta con un desarrollo más flexible y orgánico. Al no poder moverse de la tierra, las plantas en general tienen una mayor capacidad de adaptación a las circunstancias del ecosistema que les rodea. Estas son capaces de compensar su estructura conforme a su evolución. Las células vegetales están preparadas para crear otras células nuevas que puedan necesitar. En Chernóbil, Ucrania, se comprueba esta teoría.
De acuerdo a datos proporcionados por la Organización Mundial de la Salud en un informe difundido dos décadas después del gravísimo accidente de la planta nuclear de Chernóbil, hubo cuatro mil víctimas directas. Y más de 600 mil personas afectadas podrían sufrir distintas enfermedades y alteraciones a lo largo de sus vidas.
Investigadores científicos aseguran que la radiación solo se extinguirá por completo dentro de 300 mil años. En 2016 la zona de exclusión de Chernóbil fue declarada como reserva radiológica de la biósfera.
Hoy es un ecosistema que permite más vida que ayer. Y se refleja en los resultados obtenidos de los estudios llevados a cabo por los investigadores que muestran cómo ha aumentado la flora y la fauna en plena zona de exclusión en los últimos años.
Varias especies de seres vivos, como aves, osos, caballos salvajes, hongos, trufas del suelo, pinares y otras plantas engloban este incremento de la flora y fauna. La ausencia de humanos es uno de los factores que podría favorecer esta gran biodiversidad en los distintos niveles de radiación en la zona de exclusión.
En el vídeo adjunto de Cambio16 se describe la forma como se produce este fenómeno.
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