Por Iñigo Aduriz
Las negociaciones se remontan a principios de 2014. Desde que Pablo Iglesias presentó Podemos con el objetivo de «convertir la indignación ciudadana en cambio político», y tras su transformación en partido, las conversaciones entre la nueva formación e Izquierda Unida han sido constantes en la búsqueda de esa posible integración de ambas formaciones para impulsar el «cambio» en las instituciones españolas. El asalto a la Moncloa a través del triunfo en las elecciones generales de esas «fuerzas del cambio» era el principal objetivo de unos y otros. Pero la conquista no será posible al menos de manera conjunta.
La reunión que mantuvieron el martes representantes de ambas organizaciones en Madrid demostró que la llamada ‘confluencia’ es incompatible con el acuerdo entre IU y Podemos. La primera buscaba un gran acuerdo que permitiera que la marca izquierdista tuviera un papel determinante en la conformación de la candidatura de unidad, mientras la formación de Iglesias se limitó a tratar de integrar a sus listas al candidato de IU a la Presidencia del Gobierno, Alberto Garzón, y a otros dirigentes de la federación.
La ‘izquierda’, de nuevo, dividida. Es la conclusión a la que se ha llegado a lo largo de la semana, sobre todo entre quienes incluyen a Podemos en ese espectro ideológico a pesar de que la formación insista en su carácter transversal. Distintos expertos se preguntan por qué vuelve a ser imposible aglutinar en una única candidatura estatal a esos «proyectos de cambio» que sí han logrado integrarse, por ejemplo, para concurrir a las elecciones municipales, o incluso en las autonómicas catalanas. ¿Por qué ha sido imposible la ‘confluencia’?
José Juan Verón, analista político, explica a Cambio16 que en la búsqueda del acuerdo entre Podemos e IU ha habido «una cuestión de protagonismos». Por un lado, por la clara identificación de la primera fuerza con Pablo Iglesias y, por otro, porque el pacto podría haber supuesto que «IU, por primera vez, no liderara una de las coaliciones de las que ha formado parte». Verón considera, en cuanto al fondo, que el mal resultado obtenido por Catalunya Sí que es Pot, la coalición en la que concurrieron ambas fuerzas en las catalanas, «ha hecho ver a Podemos que la radicalización no le va bien«. Que su identificación con la izquierda clásica no le ayuda a la transversalidad de la que ha hecho gala desde su fundación. «Estamos en un momento en el que triunfa la política soft. Ser tibio es una virtud desde el punto de vista electoral», afirma.
«Imagen de izquierda radical»
Aunque con distintos argumentos Manuel Villoria, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, también considera que ese «flirteo» con «elementos tradicionales de la izquierda» ha perjudicado a Podemos y le ha hecho decantarse por no alinearse con IU. «La clave del éxito inicial de Podemos fue que se trataba de una fuerza en busca de la renovación de un Estado obsoleto. Reflejaba un intento de hacer una política más honesta y cercana, lo cual le obligaba a situarse al margen de la derecha y de la izquierda», apunta. Por eso considera que «el problema» es que dado «el origen izquierdista» de la mayoría de sus miembros al final se han producido contactos con elementos de la izquierda «y se ha consolidado su imagen de izquierda radical, una especie de izquierda bis que le sitúa en un espectro del 10% de los votos». Villoria cree que «por eso ha reaccionado» rechazando cualquier pacto con IU.
«La posibilidad de que haya una candidatura de unidad popular genera pánico. Supone para muchos una tormenta perfecta». Así lo considera Marga Ferré, secretaria de Programas de una de las partes implicadas, IU, que insiste en evitar culpar a la otra, Podemos, de lo sucedido. «No podemos estar echándonos los trastos a la cabeza», afirma. Lejos de interpretar cuál ha sido el papel de cada uno en una negociación que finalmente ha resultado fallida, Ferré arremete contra los medios, cuyo papel ha sido «nefasto», ya que según ella han difundido «más rumores que información» y «han reducido la unidad popular a las figuras de Pablo y Alberto».
«Un nido de grillos»
Jaime Pastor, uno de los impulsores de Podemos desde Izquierda Anticapitalista y hoy miembro del sector crítico del partido, considera que la razón de que no se haya producido un acuerdo se debe a que «no se ha aprovechado bien la suma de candidaturas de unidad popular que incorporaba a nueva gente al proyecto del cambio». El error se lo achaca a la dirección de Podemos, que considera como «subalternos» al resto de los agentes implicados, pero también a la plataforma Ahora en Común, ligada a IU, «que no ha conseguido cuajar», y a la propia federación dirigida aún por Cayo Lara, «que está dividida entre un sector abierto a la confluencia», y otro más reacio.
En el fondo Villoria percibe una característica prácticamente estructural de la izquierda, que no existe en la derecha. «Se ha visto en Portugal», apunta, donde las fuerzas de izquierda han logrado más votos en las elecciones parlamentarias del domingo, pero mantienen unas diferencias que les impiden conformar una mayoría de gobierno alternativa a la de la derecha. «La izquierda es más ideológica que la derecha. En la derecha más que la ideología priman los intereses a conservar; lo más importante es que las empresas vayan bien», apunta.
Más pesimista, José Juan Verón llega a afirmar que «la unidad de la izquierda es imposible». Según él esto ha quedado demostrado en toda Europa, y quedó de manifiesto en los años 30 del siglo pasado, con uno de los pocos experimentos que tuvo éxito, al menos por un tiempo: el Frente Popular cuyo triunfo en las urnas permitió la instauración de la II República. «Fue un nido de grillos que generó un país ingobernable», remacha.