Por Andrés Tovar
25/02/2018
Lo de Colau y Torrent no puede calificarse sino de lamentable. El logro de que, por una nueva ocasión, Barcelona vuelva a ser la capital del encuentro más importante de una de las industrias más importantes para el desarrollo global se ha visto empañado por un estéril show político con un debate mucho más estéril, tanto en las calles como en las redes sociales. Pensar que su actitud hacia Felipe VI es un asunto de «fortaleza» y «dignidad» es tener una visión muy pobre. Por el contrario, su respuesta al acto inaugural no sólo es una patada a la institucionalidad. Es una patada al progreso de la región que dicen «representar».
https://youtu.be/ell-cPnn-aE
Barcelona afronta este año una nueva edición del Mobile World Congress (MWC) con la sensación, compartida por todas las instituciones implicadas, de que tras la crisis política vivida en Cataluña está en juego retener el principal evento internacional de la telefonía móvil. Un evento que le genera año a año una de las más suntuosas ganancias a Barcelona. Sólo este año se estima que tendrá un impacto económico de unos 471 millones de euros en el área de Barcelona. Pero desde el año pasado, la GSMA -matriz del evento- ha pedido una cosa clave para mantener aquí el MWC: «estabilidad institucional«. Justo lo que el show de Colau y Torrent han dinamitado.
Lo que Colau y Torrent olvidaron
El pasado 13 de octubre, cuando la crisis catalana vivía momentos de alto voltaje, la GSMA emitió un escueto comunicado en el que aseguraba que estaba «monitorizando la situación en España y en Cataluña y evaluando cualquier impacto potencial para la Mobile World Capital y el Mobile World Congress«. Aunque al mismo tiempo confirmaba la edición de 2018 el consejero delegado de la GSMA, John Hoffman, aprovechó una reunión del patronato de la Fundación Barcelona Mobile World Capital -que coincidió con una huelga general convocada ese día en Cataluña- para avisar de que el evento necesitaba «seguridad y estabilidad política», y de que sin esas condiciones mínimas la organización podría plantearse cambiar de sede.
Aquellos avisos le metieron el miedo en el cuerpo a las autoridades catalanas. Desde entonces los representantes de todas las instituciones implicadas con el Mobile movieron un frente común para tratar de retener el evento. Por ello el propio el Ayuntamiento de Barcelona, con Colau al frente y Torrent presente, organizó en febrero un acto en el Saló de Cent con el fin de exhibir «unidad institucional» y el potencial económico, científico y empresarial de Barcelona. El consejero delegado de la GSMA agradeció en ese entonces las muestras de apoyo. Pero a la vez dejó claro que no había que «convencer» a la GSMA de las bondades de Barcelona, sino que las instituciones tenían que superar su «crisis de confianza». Al mismo tiempo, Hoffman recordó que la entidad no hacía «política».
Una estéril gobernanza
Hoy lamentablemente la crisis catalana sigue activa en el frente judicial, con patinazos como el de Torrent y su merecida respuesta por parte de las autoridades judiciales. Asimismo, dos meses después de las elecciones aún no se ha constituido el Gobierno catalán. Por consiguiente es lógico pensar que el conflicto puede tener eco en el MWC. Ya es bastante lo que el secesionismo le ha cobrado a Barcelona. La pérdida de la Asociación Europea del Medicamento. La disminución del turismo. La caída del mercado inmobiliario. Más de 3.000 empresas trasladaron su sede social fuera de Cataluña. Pudieramos seguir la lista. Todas son heridas que reciben sal con actitudes como las de Colau y Torrent.
Lo que queda claro es el egoísmo del secesionismo. Asimismo su corta visión del progreso. Colau y Torrent se han convertido en fichas de una estéril gobernanza que no ha entendido cuál es su papel. Estar a la altura de las circunstancias. Garantizar la colaboración institucional y dejar a Barcelona en buen lugar. Cataluña se merece un gobierno estable. Un gobierno que cumpla con las leyes y las resoluciones judiciales. Un Govern que gobierne para todos los catalanes. Finalmente, unas instituciones que garanticen el necesario progreso de la región. Lo de Colau y Torrent no sólo es una afrenta a un jefe de Estado, es a toda Barcelona y a su progreso.