«Venezuela que aún exhibe voluntad, transicional, liderazgo, aliados, localidad y temporalidad, enfrenta un régimen atípico, primitivo y asimétrico que no atiende ningún parámetro político de negociación»
Hablar de procesos de transición política en Latinoamérica o el mundo que sirvan de pareto a la realidad venezolana, puede resultar un desafío tanto difícil como inocuo por inaplicable. Tenemos la tendencia a estandarizar los procesos y empotrar sistemáticamente aquello que por ser diferente no encaja cultural, histórica, temporal o políticamente. El caso Venezuela es muy particular por inédito, apolítico y maligno.
De la causalidad a la realidad
David Teira Serrano en su libro Economía, azar y política en Milton Friedman nos aporta algunos conceptos que es menester “rumiar” para desarrollar nuestra hipótesis sobre la inadaptabilidad de algunos procesos históricos e inaplicabilidad de algunas metodologías de investigación que recurren al análisis comparado sobre variables o supuestos inválidos.
Nos comenta Teira citando a Friedman que “la filosofía de las ciencias sociales tiende hoy a considerar la oposición entre explicación causal y explicación funcional desde un punto de vista no exclusivamente deductivo”. Es decir, los hechos tienen su propia génesis y carácter. La inducción sería el método adecuado para el análisis, evitando que las consecuencias se ubiquen antes que los efectos y los hechos.
Los antecedentes y desenlaces de la transición chilena, uruguaya, brasileña; Surinam, Bolivia o Perú, de dictaduras a democracias, registran una serie de elementos de carácter cultural, político, económico y social –particulares–que incidieron en la mutación política.
No debemos confundir transición con transformación. La primera es un fenómeno temporal, volitivo y orgánico. Depende de factores sistémicos como concertación, consenso, “firmeza en la convicción y finesa en las formas”–dixit Patricio Aylwin Azocar, primer presidente de la era de la concertación democrática de Chile– viabilizan el cambio. En Chile la Democracia Cristiana más el Partido por la Democracia, Partido Radical y Partido Socialista/1990, aseguraron una transición que por un decenio tuvo que tolerar convivir con Agusto Pinochet [dictador chileno 1973/1989, jefe las FF AA hasta 1999].
La transformación, por su parte, [cambio de régimen] va más condicionada a la variable cultural y circunstancial [azar]. Es determinada por factores como correlación de fuerzas, voluntad de cambio con sacrificio [cultura], alea y entorno [circunstancia]. No existe transformación sin transición, mientras la transición puede degenerar y no pasar a transformación. Surinam con el socialista Desi Bouterse al frente, aun no acaba de decantar.
Al decir de Sergio Bitar –ministro de Minas de Allende, ministro de Obras Públicas (2008/2010 de Bachelet) y de Educación (Ricardo Lagos 2003/2005) y Abraham Lowenthal en su libro Transiciones democráticas, “la transición implica aceptar cambios y sacrificios”. La gran pregunta es ¿Aun aceptando los cambios y los sacrificios es posible lograr la transición?
Venezuela. La cabra tira pa’l monte
Teira puntualiza que “se trata de establecer materialmente en qué consiste una relación causal (el objeto de la explicación), cuáles son sus contenidos, tal como lo presenta, por ejemplo, Jon Elster (Elster 1983)”. Veamos:
I. Determinismo, esto es, que todo acontecimiento tiene una causa o un conjunto bien definido de antecedentes causales suficientes e individualmente necesarios para que se produzca; II. localidad, es decir, la negación de la acción a distancia; y III. asimetría temporal, cuando las causas no deben ser posteriores a sus efectos.
Los factores [voluntaristas, orgánicos, estratégicos, temporales] que determinaron una transición política en Chile no son los mismos que visibilizan la de Jerry Rawling en Ghana, Felipe González en España, Zedillo en México, Fernando Henrique Cardoso en Brasil o Fidel Ramos en Filipinas. O que incidirán en Venezuela.
Por supuesto, existen elementos comunes en términos de liderazgo y entorno que facilitan lograr la transición: concepción de gradualidad, captar el ánimo ciudadano, ampliación de las bases de apoyo y articulación, gallardía, intuición, capacidad de rodearse de buenos armadores y tendedores de puentes, persuasión, alianzas externas, capacidad de reacción, respuesta, rectificación y reposición. Pero aun contando con estas virtudes existen otros elementos colectivos, culturales, temporales que pueden acelerar o frustrar los procesos de cambio.
En México, la muerte de Colosio [azar] condujo a Zedillo a una presidencia accidentada y transformadora a la que nunca hubiese llegado. Aylwin en Chile contó con una unidad política bien amalgamada, favorecida por el fin –transformador– de la guerra fría y la caída del muro de Berlín [alea]. Cardozo fue un malabarista en el arte de negociar y Felipe González un estoico anticipado a su tiempo.
Venezuela que aún exhibe voluntad transicional, liderazgo, aliados, localidad y temporalidad, enfrenta un régimen atípico, primitivo y asimétrico que no atiende ningún parámetro político de negociación transicional. Estos elementos de asimetría temporal y cultural [inherencia cubana, islámica] bloquean una transición convencional. Ese es el inmenso reto.
Es así como al decir de Maquiavelo, el alea que también hace al príncipe, será un factor determinante. La COVID-19, por ejemplo, es sin duda un efecto causal [lamentable e inhumano] de posibles consecuencias.
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