Lo sé, es imperdonable que en tantos siglos solo me haya reencarnado en hombres. Pero, ya saben, hay cosas que se van dejando y cuando quieres darte cuenta te plantas en trescientas o cuatrocientas vidas y ahí siguen, pendientes. De cualquier modo, si obviamos este desliz, no creo que pueda quejarme en cuanto a la variedad de experiencias que llevo vividas hasta el momento, las cuales son para muchos el principal motivo que justifica la reencarnación.
Tengo que reconocer, no obstante, que a mí esto de coleccionar experiencias me trae sin cuidado. Mi único propósito es permanecer en este mundo el mayor tiempo posible, aunque para ello tenga que peregrinar de cuerpo en cuerpo por los siglos de los siglos.
Este es un argumento en el que coincidimos la mayor parte de la gente, aunque con matices. Una vez conocí a un tipo cuya pretensión era continuar reencarnándose hasta perderle el miedo a la muerte, momento en el que, según él, se dejaría ir con total placidez. Me parece aceptable. Lo que ocurre es que el tipo llevaba ya a sus espaldas más de setecientas vidas y aún se ponía pálido al pensar en el más allá.
El caso es que se tenga el motivo que se tenga para no abandonar este mundo, hoy por hoy solo existe un modo de conseguirlo: la reencarnación programada. El procedimiento es sencillo. Cuando uno intuye que le queda poco tiempo de vida, no tiene más que agarrar el catálogo y escoger un cuerpo nuevo. Claro está que hay plena libertad para elegir el que se quiera. Hay cuerpos de todo tipo y les puedo asegurar que se hace difícil la elección. Entonces, después de decidirte por uno, te diriges a cualquiera de las clínicas del ramo y haces la reserva para cuando te llegue la hora.
Desconozco el método que siguen los científicos para crear los cuerpos. Solo sé que, una vez salen del laboratorio, los llevan a grandes naves donde los almacenan a la espera de que las clínicas hagan los pedidos. Algo que llama la atención es que el cuerpo se adquiere ya con una edad determinada, edad a partir de la cual este empieza a envejecer. Es una manera, dicen, de optimizar ciertas experiencias que habrán de vivirse bajo esa nueva identidad. El asunto es que pocos minutos antes de morir los técnicos pasan la conciencia del cuerpo viejo al nuevo. Increíble, ¿no?…
Pero todo esto, como ya habrán intuido, no sale gratis, de modo que lo más rentable es contratar un seguro de vidas que se renueva cada año durante toda la eternidad, si es que no lo das de baja antes, cosa que nadie hace por la cuenta que le trae, y eso que el precio de las cuotas es, créanme, un auténtico escándalo.
A pesar de todo, hoy no se pone en duda que la reencarnación programada es lo mejor que se ha inventado. Si no fuera por ella nos seguiríamos muriendo como siempre nos hemos muerto y de las mismas enfermedades. El motivo es que actualmente apenas se invierte en investigación médica porque resulta menos costosa la cuota del seguro que curar un cuerpo enfermo. Ya ven hasta qué extremo hemos llegado.
Mi cuerpo, si lo cuido bien (y lo haré si no quiero que la compañía de seguros me suba el recibo), calculo que aún habrá de durarme un par de años más. Aun así, yo, por lo que pueda pasar, ya estoy ojeando el catálogo, no vaya a ser que me vea de improviso en el umbral de la muerte y por no haber elegido un cuerpo a tiempo me asignen uno de esos que no quiere nadie.
La verdad del asunto es que estoy hecho un lío, porque, digan lo que digan, todo tiene un límite y esto empieza a repetirse. Creo que ya no me queda nada en lo que reencarnarme. Recuerdo una época en la que me dio por los animales. He sido periquito, mosca del vinagre, bulldog francés, cangrejo de río, caballo percherón y no sé cuántos bichos más.
Hubo otra época en la que solo me reencarnaba en maleantes; otra, solo en deportistas; otra, en millonarios; otra, en profesionales liberales (esto me mantuvo entretenido varios siglos); otra, en dirigentes políticos; otra, en militares; otra, en religiosos; otra, en artistas; otra, en científicos; otra, en…
Así que ya ven que no les miento cuando digo que he sido de todo. De todo menos mujer… Y hablando de mujeres, miren esta de aquí, en primera página del catálogo. Decididamente es hora de sacudirme los prejuicios y dar el paso; además, no sé por qué, pero creo que la experiencia me va a gustar mucho más de lo que pienso.
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