Jose Mateos Mariscal
Mientras Alemania avanza en su plan de desconfinamiento para reactivar la vida y la economía, a pesar de los profundos estragos por la dureza de la pandemia de la COVID-19, la comunidad española se vislumbra como una de las poblaciones más afectadas por lo que viene detrás de la pandemia.
«Lo que me más sorprendió de la pandemia fue el sentido de pertenencia a Alemania que manifestaron muchos españoles que viven en el país. Incluso cuando la situación se puso muy fea, hubo mucha solidaridad. ‘Esta es mi segunda patria’, me decían. Ha sido una buena señal en medio de una catástrofe.
El coronavirus está destruyendo la vida que con mucho esfuerzo se han construido numerosos españoles en años de trabajo y sacrificios en Alemania. Pero también hay muestras de fuerte resiliencia a las adversidades.
El momento es complicado. Ahora, Alemania avanza hacia su desconfinamiento. Gran parte de la actividad económica le interesa la reapertura, pero también se empiezan a calcular daños y a hacer balances. El país que se prepara a afrontar una gran recesión económica. Y los españoles, una significativa comunidad entre los migrantes que viven en Alemania, pueden ser de los grandes afectados.
«El impacto fue devastador para mi familia. Ya empiezan a llegar reclamos de personas que ya saben cómo van pagar las deudas que han contraído. Por nuestra condición de migrantes, muchos no podemos acceder a préstamos bancarios, y hemos recurrido a prestamistas que dan préstamos a elevadas tasas de interés «, lo viví en mis carnes.
«A largo plazo, el riesgo es el de caer en listas de morosos o que, si tenemos nómina nos embarguen las cuentas bancarias, mi caso, nos incauten los pocos bienes y quedemos en la precariedad. Por eso es importante que pidamos ayuda, pero no siempre lo hacemos». No es el único escollo que enfrenta la comunidad.
A causa de que muchos no tienen un dominio perfecto del alemán y de que carecen de hogares dotados de buenas herramientas tecnológicas y acceso a Internet, solo un número limitado de españoles logró sortear adecuadamente la burocracia alemana y obtener las ayudas que el Gobierno entregó a la población.
Rosa María, una psicóloga que vive desde hace 40 años en Solingen, y que desde marzo coordina el servicio de atención psicológica que se abrió para brindar apoyo a migrantes españoles a través de Internet en esta localidad del norte del río Rin, dibuja un escenario peor.
«Aquí en Solingen la crisis sanitaria ha sido mucho más fuerte que en el resto del país, y las consecuencias sobre la comunidad también más duras. Muchísima gente que trabajaba en la restauración, pero también cuidando a ancianos y en tareas domésticas, perdieron sus trabajos. Y algunos incluso ya no tienen una vivienda. Ahora viven de la caridad de organizaciones humanitarias locales. El impacto fue más devastador para las personas sin documentos», cuenta Rosa María.
Doble desprotección para los migrantes sin permiso de residencia
Las cifras oficiales, obvio, no incluyen la desconocida cifra de migrantes sin permiso de residencia, un colectivo casi invisible que quedó en un estado de doble desprotección con la pandemia. Peor aún, según fuentes consultadas, estas han sido la situación que sufren las comunidades que vienen de países latinoamericanos.
Por otra parte, hasta la fecha, las autoridades alemanas no han proporcionado cifras oficiales sobre el número de españoles infectados y fallecidos por COVID-19. Una petición enviada por el colectivo no tuvo respuesta. Descartaron facilitar sus datos por “razones de privacidad”.
Los pobres son más pobres
En este sentido, la pandemia en Alemania exacerba las desigualdades existentes en los países del sur Europa El mismo discurso también vale para los que quedaron varados y han sido repatriados. Muchos de los que siguen en Alemania no han podido pagar el alto coste de un pasaje de ida a sus países de origen, o proceden de países que han limitado los vuelos de repatriación.
Y no todos los que han querido irse de Alemania eran turistas. “Entre los repatriados españoles hubo numerosos deportistas. En particular jóvenes futbolistas que trabajaban para pequeños clubes a quienes no les renovaron y quedaron sin medios de subsistencia”, explicó la cónsul de España en Alemania.
Las ONG en Alemania establecen puntos de reparto de comida para universitarios que han perdido ingresos. Las universidades también almuerzos y cenas en las cantinas.
La primera vez siempre es difícil. Verse en una fila junto a decenas, a veces centenares de personas, esperando bajo el frío y la oscuridad para recoger una bolsa con comida resulta penoso para muchos. Pronto se acostumbran, y para algunos ya es una rutina que no les da ni frío ni calor. Parte de las tareas para sobrevivir.
“No tengo otra opción”, decía hace poco Diana, estudiante de artes escénicas, de 23 años de edad y española de Valladolid. Cada semana, desde hace meses, hace con otro medio millar de estudiantes ante un centro de reparto de alimentos en colonia. “La bolsa me da para comer bien dos días, tres, máximo. Es una ayuda formidable”, dice Diana.
Las colas de estudiantes en los puntos de distribución de alimentos gratuitos se han convertido en Alemania en otra rutina. “Siendo estudiante es difícil pagar el alquiler y alimentarse”, resume Yhasmin Mateos, mi hija, de 20 años de edad, y alumna de segundo curso de idiomas en la Universidad de Colonia.
“Ahora mismo es difícil encontrar trabajo. Yo tengo suerte porque mi familia me ayuda, pero el costo de vida en Alemania es alto. Hasta encontrar un apartamento es complicado. Para el transporte público necesito 100 al mes. La matrícula de la Universidad 8.000 € al año gasto. Viviendo con mis padres necesito 11.000 euros anuales.
Algunos están aquí porque se han quedado sin empleo, imprescindibles para pagar el alquiler o comprar en el supermercado. Otros, los veinteañeros que empiezan a volar solos, son reticentes a pedir dinero a los padres, o buscan una alimentación más variada que los “días y días”, como dice Yhasmin, de pasta y arroz.
El reparto ofrece, dos veces por semana, un paquete con platos cocinados con carne o pescado y fruta y verduras. En los paquetes hay comida sobrante de los supermercados donantes. Si no se distribuyese iría a la basura, también platos cocinados por chefs de restaurantes cerrados por las medidas contra el coronavirus.
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