La industrialización de la pesca se ha paseado por diversas formas para lograr con éxito la captura o asegurar la cría masiva y de calidad. En los últimos años se han multiplicado las piscifactorías en alta mar. Su proliferación en aguas abiertas, a menudo a varios kilómetros de la costa, continúa alentando un acalorado debate. Algunos las ven como la pesca organizada y sostenible. Otros como granjas industriales flotantes que contaminan los mares de manera irreversible.
En lo que casi todos pueden estar de acuerdo es que estas granjas de aguas profundas seguirán aumentando en los próximos años. Entre 1961 y 2017, la demanda mundial de pescado creció una media del 3,1 % anual. “La acuicultura es la forma de producción de alimentos de más rápido crecimiento en el mundo. Y estamos en el comienzo de esta industria. Ahora es la oportunidad de influir hacia dónde va”, dijo Robert Jones, de Nature Conservancy.
The Nature Conservancy ha visto durante mucho tiempo las granjas en alta mar como un cambio potencial para la producción de peces, aunque uno lleno de grandes desafíos. “Está creciendo rápidamente en el mundo y es una oportunidad para la conservación, pero también puede ir en detrimento del medioambiente”, añadió.
Las granjas de peces y mariscos han estado creciendo a un ritmo vertiginoso en el mundo, particularmente en China. Entre 1990 y 2018, la piscicultura creció un 527 %, según la FAO.
La organización está atenta a la posibilidad de que las granjas puedan aliviar la presión sobre las poblaciones de peces silvestres. En 1974, el 10% de las poblaciones de peces en las pesquerías marinas del mundo se estaban agotando demasiado rápido. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación informó que en 2017 había subido al 34%.
Piscifactorías en alta mar, el salvaje oeste
¿Sobrepesca o pesca de arrastre? Algunos consideran una ventaja las piscifactorías en alta mar porque las corrientes más fuertes pueden diluir los desechos y evitar la degradación costera que a menudo se observa en las piscifactorías que operan en bahías y estuarios. Otros argumentan que los daños ambientales superan cualquier beneficio potencial.
El mes pasado, una coalición de nueve grupos en Estados Unidos, incluidas organizaciones de conservación marina y la nación india quinault, presentaron una notificación de intención de demandar al Cuerpo del Ejército por emitir un permiso que podría allanar el camino para las instalaciones de acuicultura en aguas estatales y federales.
La coalición advierte que para la aprobación no se consideró el efecto que las granjas podrían tener sobre las especies amenazadas y en peligro de extinción. Las granjas requieren un aumento en el tráfico marítimo y del riesgo de colisiones con embarcaciones. Los animales son atraídos por el olor del alimento.
Enumeran otras preocupaciones adicionales, como que el flujo constante de agua en las granjas permita que los alimentos, los antibióticos y la materia fecal entren en aguas abiertas. También el riesgo de que los peces de cultivo escapen y destruyan los ecosistemas locales.
“Los vemos como fábricas de animales del mar. El salvaje oeste allá fuera”, dijo Meredith Stevenson, abogada del Centro para la Seguridad Alimentaria, no de los grupos detrás del reclamo legal.
Riesgos y desafíos de la pesca
También existe el riesgo de que las granjas depender de peces pequeños capturados en la naturaleza como alimento. Siendo presentando como una solución a la sobrepesca, necesitan conseguir más peces salvajes para alimentar las crías», añadió Stevenson.
Las piscifactorías en alta mar se sitúan entre las propuesta más arriesgadas del sector. Los recintos deben construirse para soportar el mar abierto, desde olas de un metro de altura hasta fuertes corrientes. Mientras que sus ubicaciones remotas significan que cualquier problema suele ser más costoso y llevar más tiempo solucionarlo. El mayor riesgo es mal tiempo. Significa que las operaciones de rutina deben posponerse.
Aun así, los inversores han desembolsado decenas de millones en el sector. Forever Oceans, con sede en Virginia, ha recaudado casi 120 millones de dólares de los inversores, según Bloomberg. En tanto, que un fondo de riesgo vinculado a la heredera de Walmart, Christy Walton, ha respaldado media docena de iniciativas relacionadas con la acuicultura en mar abierto.
Para muchos, el atractivo es la promesa de una producción pesquera sostenible. “Nuestros peces pueden alimentar al mundo y restaurar nuestros océanos”, así describe Forever Oceans su misión. En tanto que Ocean Era, con sede en Hawai, que tiene una granja en alta mar cerca de México, dice que su objetivo es «suavizar la huella de la humanidad en los mares».
Blue Ocean Mariculture, que cría peces en corrales marinos sumergibles cerca de Hawai, asegura que «producirá el pescado de mejor sabor sin dañar el medio ambiente».
Calidad, precios e inseguridad alimentaria
Los estudios que profundizan en las granjas han arrojado resultados variados. Uno de 2019, que recolectó muestras de agua cerca de jaulas de peces sumergidas en la costa de Panamá, concluyó que cuando se ubican adecuadamente, las granjas marinas pueden producir una huella de contaminación relativamente pequeña. En 2011, otro estudio entre más de 15.000 atunes de aleta azul criados unos en alta mar y otros más cerca de la costa, determinó que los criados en alta mar tenían una mortalidad reducida y eran menos propensos a los piojos de mar.
Una perspectiva publicada en Nature en 2020 argumenta que los altos costos asociados con la piscifactoría en alta mar significaban que estos productos serían inasequibles para los consumidores de bajos ingresos. Por tanto, de alcance limitado para aliviar la inseguridad alimentaria. Los investigadores también argumentaron que el combustible consumido por los barcos que se dirigen hacia y desde las granjas aumentarían los daños ambientales.
«La evidencia que respalda las piscifactorías en alta mar sigue siendo escasa. Su desarrollo está lejos de ser estudiado hasta el punto de que nos pueda hacer sentir seguros. Las ubicaciones remotas harían imposible regular efectivamente la piscicultura industrial de manera sostenible en nuestros océanos», argumentó Jim Walsh, director de políticas de Food & Water Watch. «
Walsh alerta que ya existe una falta de supervisión de la industria pesquera y que sería ridículo pensar que, de repente, se tendrá un régimen regulatorio que intervendrá y monitoreará estas piscifactorías industriales. «Una mejor opción pueden ser los tanques terrestres, en lo que los peces se crían aislados del ecosistema circundante», dijo.
Múltiples variables y opciones
La visión de Walsh choca con quienes describen la piscicultura en alta mar como una de las pocas opciones realistas para alimentar al planeta. Entre ellos se encuentra Steve Gaines, decano de la Escuela Bren de Ciencias y Gestión Ambiental de la Universidad de California, Santa Bárbara. Su perspectiva cambió después de que se encontró con proyecciones que sugerían que la demanda de alimentos podría duplicarse para 2050 a medida que la población mundial crezca y se vuelve más rica. «Mi reacción fue: ‘Dios mío, ¿cómo vamos a producir tanta comida?’. Algo así como el 40% de la tierra cultivable está dedicada a la producción de alimentos. Tiene que haber nuevas fuentes», contó Gaines.
Después aterrizó en la piscicultura. «A pesar del hecho de que hay muchos problemas, como los hay con cualquier forma de producción de alimentos, es el que tiene, con mucho, el mayor potencial de expansión», afirmó.
Gaines considera que como las empresas experimentan con alimentos para peces derivados de productos como la proteína de insectos o en bacterias, se podría minimizar la presión sobre las poblaciones de peces capturados para alimentar los cautivos. «La acuicultura podría generar una huella ambiental más pequeña en comparación con la producción de otras formas de proteína animal», dijo
Agregó que la granjas marinas tienen mucho sentido porque la mayoría de los peces que consumimos son de sangre fría. «No tienen que luchar contra la gravedad y tienen esqueletos más pequeños. Esto significa que son mucho más eficientes para convertir alimento en alimento».
Gaines se apresura a indicar que “hay maneras obvias de hacerlo mal. Pero se puede hacer bien, y la tecnología está ahí para hacerlo bien. Es realmente importante, tiene muchas implicaciones en términos de los próximos 30 años y más del planeta”.