Aunque en ocasiones se nos haga difícil creer, todos tenemos el control de determinar qué tipo de hábitos formarán parte de nuestra vida. La predominancia de esos hábitos que muchas veces sentimos que nos dominan, y la construcción de nuestro propio carácter, que los creemos entonces un tema de mero azar del que no tenemos control alguno. Una creencia limitante que debe eliminarse a través de la verificación propia y personal.
Métodos simples, naturales y hasta científicamente comprobados, que enuncian sobre los viejos hábitos, aquellos que nos atan a los comportamientos más propios de la mente inferior, y los que pueden romperse y desecharse para dar paso a nuevos y mejores hábitos propios de la mente superior del ser humano.
La clave sin duda alguna que está en el pensamiento. ¿Y eso qué quiere decir? Que todo acto consciente es precedido siempre por un pensamiento, y que si es del tipo dominante, este determinará sin duda alguna la acción que lo seguirá a continuación. De la misma manera, los actos dominantes cuando se vuelven repetitivos, se cristalizan en los hábitos que adoptamos en la vida. Por esa razón, la clave se encuentra en observar con curiosidad qué tipo de pensamiento estamos entreteniendo en el momento de tomar alguna decisión que conlleve a una acción.
Parece una simple ley de psicología, el que cualquier tipo de pensamiento si se entretiene y se energiza por una suficiente cantidad de tiempo, tarde o temprano se pasará a la acción sin importar las consecuencias que la misma pueda traer. Porque hasta los peores crímenes y las mayores atrocidades se han producido de esta misma forma, llevadas por el mismo patrón de conducta. Pero no todo es negativo en este planteamiento cuando por el contrario, los mayores poderes mentales, también han resultado en los actos más heroicos y memorables en la historia de la humanidad. Personas que han logrado el completo control de sus pensamientos y por consecuencia también de sus actos, habiendo trascendido hasta el dolor físico y alcanzado estados de auténtico gozo y de inmensa paz.
Lo que hay que tener muy claro es que el pensamiento es siempre el padre del acto que se comete a continuación, y de esa manera saber que está en nuestro poder el determinar exactamente qué tipo de pensamientos queremos entretener. En el reino de nuestras propias mentes tenemos el absoluto control, y si hasta el momento sentimos que no lo hemos ejercido correctamente, debemos entonces considerar el método que se propone para convertirnos en sus maestros, en lugar de permanecer en el rol de esclavos.
Una cuestión biológica, cuando la mente dispara los impulsos del cuerpo humano, reforzando cierto tipo de conexiones nerviosas a través de la repetición de los mismos pensamientos. Eso conlleva al hecho de hacer las mismas cosas de forma repetitiva, una y otra vez hasta que la acción se convierte en hábito. De esa forma, facilitamos la respuesta cada vez que aparece el estímulo, permitiendo que la acción ocurra de forma instintiva ante cierto tipo de pensamiento. Con el tiempo se requerirá entonces del mínimo esfuerzo para llevarla a cabo, y que por el contrario, se requeriría de una fuerza mucho mayor para evitar responder de la misma manera o de sustituirla por otra de mayor beneficio.
La mente conlleva de esa manera el poder que perpetúa el mismo tipo de pensamiento, y por ende la misma acción que resulta. Y aunque suene increíble, un simple esfuerzo por querer cambiar ese patrón, aun cuando sintamos que fracasamos en el intento una y otra vez, y aunque lo único que recibamos como respuesta a ese esfuerzo sea todavía más de lo mismo…, tarde o temprano iremos cambiando la señal que da como respuesta el hábito enraizado hasta muy adentro, como la gota de agua que con el tiempo y la constancia termina corroyendo a la piedra.
Un acto de mera verificación personal, el determinar qué tipo de pensamientos se quieren entretener, cuando cada esfuerzo en esta misma línea que se realice con determinación y seriedad, llegará a su fin en el medio del fracaso, porque cada nuevo intento trata precisamente de la fórmula necesaria que poco a poco llegará a la conquista de ese control tan gratificante de nosotros mismos.