Un pez invasor ha venido amenazando a especies acuáticas nativas en Australia. La voraz criatura de pequeña dimensión muerde las colas de los peces de agua dulce y de los renacuajos y les causa la muerte. Durante muchos años los científicos e investigadores han intentado determinar la forma de ahuyentarlo, sin dañar el ecosistema. Ahora, el pez mosquito encontró un duro adversario: un robot con forma de pez amenazante.
Su particular nombre obedece a que son especialistas en rastrear la superficie del agua. Incluso en los rincones entre las plantas flotantes, buscando y devorando larvas y pupas de mosquitos diversos.
Al pez Gambusia affinis se le introdujo originalmente en Australia hace unos 100 años, precisamente para combatir los mosquitos. Pero ahora se ha expandido, desbordado y se le considera una de las mayores amenazas de agua dulce de ese país y también de otros.
«Hicimos que su peor pesadilla se hiciera realidad: un robot que asusta al pez mosquito. Pero no a los otros animales que lo rodean”, dijo Giovanni Polverino, un ecologista conductual de la Universidad de Australia Occidental y autor de un artículo publicado en iScience.
Allí explica el trabajo desplegado por un equipo internacional de biólogos e ingenieros de Australia, EE UU e Italia. Precisa que utilizaron el señuelo para imitar a su depredador natural, la lobina negra, simulando sus movimientos. Para finalmente ahuyentar a su presa.
«En lugar de matarlos uno por uno, presentamos un enfoque que puede informar mejores estrategias para controlar esta plaga global», comentó.
Pez mosquito y un robot como rival
Las especies invasoras cuestan a la agricultura australiana y al medio ambiente alrededor de $ 25 mil millones al año, según el Centro de Soluciones para Especies Invasoras.
En los años veinte se empezó a lanzar el pez mosquito por todo el mundo, con la intención de controlar a esos insectos, vectores de la malaria. Pero en diferentes componentes del mundo, los peces agresivos, libres de su depredador puro, florecieron sin control. En 2000, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza clasificó al animal marino entre las peores especies invasoras de la tierra.
“Las especies invasoras amenazan la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas. Desarrollamos un enfoque experimental innovador, que integra robótica de inspiración biológica, análisis de series de tiempo y visión por computadora. Para construir un perfil detallado de los efectos del estrés no letal en la ecología y evolución del pez mosquito, una plaga global”, contó Giovanni Polverino.
Los investigadores pusieron su creación en un tanque junto con seis peces mosquito capturados en la naturaleza. Y 6 renacuajos capturados en la naturaleza. Cuando un pez mosquito se acercaba a un renacuajo, el robot daba bandazos hacia adelante, como si fuera a atacar.
Observaron que las exposiciones breves al depredador robótico alteraron el comportamiento del pez mosquito, aumentando las respuestas al miedo y al estrés. Y mitigando su impacto en los renacuajos nativos de una manera de causa y efecto. Además, los efectos del riesgo de depredación por parte del robot se trasladan a la actividad rutinaria y la tasa de alimentación de los peces mosquito semanas después de la exposición.
Esto se tradujo en pérdida de peso, variación en la forma corporal y reducción de la fertilidad de ambos sexos, lo que perjudica la supervivencia, la reproducción y el éxito ecológico, indica el artículo.
Largo camino para la investigación
No es la primera vez que los científicos han creado imitadores robóticos para investigar más intensamente la conducta de los animales.
En Gran Bretaña, los investigadores utilizaron un halcón robótico para «atacar» una bandada de palomas mensajeras y observar la respuesta de las aves. En Alemania construyeron una abeja que dirigía a diferentes abejas a un suministro de comida haciendo un «baile de meneo». Y en California, un biólogo hizo un “fembot” de urogallo de salvia a partir de un chook taxidermizado, para comprender los hábitos de apareamiento de las especies amenazadas.
Sin embargo, en el caso de la lobina negra mecánica, los científicos dicen que existe un camino largo antes de que el robot pueda ser lanzado a la naturaleza. «Es una prueba de concepto importante», mencionó Peter Klimley, biólogo marino y profesor recientemente jubilado de la Universidad de California en Davis, que no estaba en la investigación.
Pero cuestionó la viabilidad de introducir a la criatura directamente en un entorno del mundo real.
«Este estudio no será una solución al problema», añadió Polverino. La siguiente sección de su misión contendría probar los robots en una piscina exterior de agua dulce más grande.
Por lo pronto, indicó, «hemos construido una especie de perfil de vulnerabilidad» que ayudaría a los biólogos y otros a volver a imaginar la forma correcta de gestionar las especies invasoras.
«Este miedo», agregó Polverino, «tiene un efecto colateral».
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