El programa Seafood Watch del Monterey Bay Aquarium, en Estados Unidos, aconseja no comer langostas para salvaguardar a las ballenas francas del Atlántico Norte, actualmente en peligro de extinción.
Según este grupo, dedicado a monitorear cómo se capturan los pescados y mariscos en los océanos del mundo, los métodos para pescar estas especies enredan a la ballena franca provocándole lesiones e incluso la muerte. Hoy, la población de ballenas francas del Atlántico Norte se ha reducido en un 30% en la última década y ahora hay menos de 340 vivas.
Existen límites estrictos de velocidad de los barcos en algunas áreas protegidas. Así como normas para limitar el número de redes entre las boyas y las trampas de cangrejos y langostas en el lecho marino. Sin embargo, los conservacionistas y organizaciones especializadas temen que no sea suficiente. Allí se apunta Seafood Watch.
Entre sus funciones, esta firma califica la sostenibilidad de distintos productos del mar. De hecho, las empresas y los consumidores utilizan las calificaciones de Seafood Watch para identificar el desempeño ambiental de un producto (rojo, amarillo, verde). E informar sus decisiones de compra. Algunas empresas pueden optar por no abastecerse de pesquerías con una calificación roja debido al riesgo ambiental asociado.
En su informe más reciente, determinó que la pesca de langosta en EE UU y Canadá está en la “lista roja”. Debido a que la práctica de su industria ocasiona “un peligro para las ballenas francas del Atlántico Norte”. Porque “las actuales medidas de manejo no mitigan el riesgo de que el animal se enrede, ni promueven la recuperación de la especie”.
Miles de empresas se guían por las recomendaciones de Seafood Watch para decidir qué productos comprar y muchas se han comprometido a evitar cualquiera que aparezca en la lista roja.
Ballenas francas en peligro de extinción
De acuerdo con los estándares de Seafood Watch, cuando las pesquerías presentan un alto riesgo de daño a la vida marina o al medio ambiente y no se implementan las medidas de gestión adecuadas, se les asigna una calificación roja. Los datos muestran que la ballena franca del Atlántico norte es una especie en peligro de extinción. Y que el enredo en aparejos que utilizan líneas verticales es la principal causa de lesiones y muerte de estas ballenas. Las evaluaciones muestran que las medidas de gestión actuales no van lo suficientemente lejos para mitigar los riesgos de enredos y promover la recuperación de la especie.
En Canadá y EE UU, las agencias industriales han adoptado regulaciones para modificar la pesca, implementar vedas y mitigar los impactos en las ballenas francas del Atlántico norte. Pero los datos muestran que la mortalidad de las ballenas francas por esa causa continúa ocurriendo a niveles cinco veces más altos de lo que la especie puede soportar.
El grupo indicó que las langostas, señaladas como una opción más responsable y sostenible ya no pueden considerarse una comida libre de culpa. Por tanto, los consumidores deben evitarla.
Seafood Watch insistió en las langostas americanas que se pescan en Maine, las provincias marítimas de Canadá y otras partes del Atlántico noroccidental. Y que están en la lista roja por exacerbar los peligros de extinción de las ballenas. Esta población de mamíferos marinos se ha reducido a cientos, y las autoridades federales de vida silvestre dicen que se enfrentan a su desaparición en un futuro próximo.
La calificadora también puso a algunas especies de cangrejos y peces, en su lista roja debido al efecto que tienen en la pesca.
La mejor contribución es no comer
La organización sugiere a los consumidores que eviten comer la langosta americana. Mientras se genera conciencia sobre la condición de la ballena franca y se ejerza presión sobre los administradores pesqueros y los legisladores para que hagan más para proteger los mamíferos en peligro.
“Creo que los consumidores deben comprender los impactos de las prácticas pesqueras utilizadas para atrapar los alimentos que consumen”, dijo Mark Baumgartner. Científico principal de la Institución Oceanográfica Woods Hole en Massachusetts. Allí se estudia las ballenas francas del Atlántico Norte, pero no está involucrado con Seafood Watch.
“Creo que si la gente supiera más sobre la difícil situación de las ballenas francas y el papel que juega la pesca con cuerdas en ese proceso, no comería las langostas”, comentó.
El informe tendrá un «efecto perjudicial» en Nueva Inglaterra, dijo Fred Penny. Ha sido pescador de langostas en la costa de Massachusetts durante más de 50 años. «Si los restaurantes colocan un letrero que diga que no se come langosta, la gente no va a entrar. Esa es mi preocupación», agregó a CBS News.
La vicepresidenta de Iniciativas Oceánicas Globales del Acuario de la Bahía de Monterey, Jennifer Dianto Kemmerly, comentó sobre esa situación. Dijo que si una industria encuentra una manera de cambiar sus prácticas de pesca, puede ser eliminada de la lista. Pero por ahora, es importante que los consumidores estén informados sobre el impacto que un rollo de langosta de Nueva Inglaterra puede tener en el ecosistema más grande.
«Nadie quiere saber que su apetito por los mariscos está llevando a una especie a la extinción. Entonces, lo que está haciendo Seafood Watch es poner una bandera en el suelo ahora mismo. Y decir: ‘Hay un tema importante, prestemos atención'», resaltó.
La pesquería de langosta de Estados Unidos es una de las más lucrativas del país. Tuvo un valor de más de 900 millones de dólares en los muelles en 2021, cuando los pescadores capturaron más de 59 millones de kilogramos de los crustáceos.
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