Por Anna Stupnytska
La divergencia que muestran las perspectivas de Estados Unidos y el resto del mundo centra la atención de las bolsas. El gigante norteamericano ha dejado atrás al resto de mercados bursátiles desde junio de este año y no parece fácil que esta dinámica vaya a cambiar a corto plazo, pese a la volatilidad que hemos vivido en octubre. La reducción de la liquidez en dólares a raíz de las subidas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal (Fed) y la repatriación de beneficios empresariales están absorbiendo capitales en dirección a EEUU y retirándolos de otros mercados. Esta tendencia seguirá perjudicando a otras regiones, especialmente los mercados emergentes. Estos factores, sumados a la fortaleza de los beneficios empresariales y los datos macroeconómicos, hacen que las perspectivas de EEUU sean atractivas, tanto en términos absolutos como relativos.
El estrecho liderazgo del mercado estadounidense se ha ampliado ligeramente en fechas recientes, pero a corto plazo no esperamos una rotación significativa en detrimento de los FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google). No estamos ante una reedición de la burbuja punto.com: no se observa euforia y los megavalores cuentan con ingentes cantidades de tesorería gracias a sus posiciones de mercado dominantes. Sin embargo, el crecimiento económico de EEUU parece estar frenándose y probablemente los beneficios hayan tocado techo. Lo más probable es que el mercado estadounidense entre en otra fase “ni muy caliente ni muy fría”, en lugar de un crecimiento desaforado. De hecho, una fase de cierta atonía económica podría ser positiva para los activos de riesgo y también restar brío al dólar, lo que supondría una buena noticia para la renta variable en otras regiones.
En contraste tenemos a China, un factor de enorme peso para el sentimiento en Asia y las bolsas emergentes. En el plano positivo, las importaciones sorprenden por su fortaleza y los precios de la vivienda dan muestras de solidez. Sin embargo, la inversión –especialmente en infraestructuras– ha caído mucho y la construcción de inmuebles ha entrado en terreno negativo. El fuerte descenso de las ventas minoristas contrasta con el dato del
PIB del segundo trimestre, que se vio impulsado por el enorme tirón del consumo, algo que sugiere que el crecimiento es sustancialmente inferior al dato oficial. Todos estos factores indican que la tendencia ha sido a la baja. La bolsa china ha caído con fuerza, pero gran parte de todo lo relacionado con esta desaceleración podría estar ya descontado.
La situación se vive como la última fase del que sin duda es el mercado alcista más largo de la historia, pero el ciclo parece que continuará por el momento y dudamos que el tema FAANG termine siendo el último tramo cuando finalmente cambien las tornas. La coyuntura empresarial sigue siendo buena, especialmente en EEUU, mientras que los flujos de efectivo son sólidos y los volúmenes de recompras de acciones y operaciones corporativas son elevados. Un gran número de sectores y regiones no han participado en la racha alcista reciente y resulta posible que otros recojan el testigo si el liderazgo actual cambia.
El cuadro general de EEUU sigue apuntando a unas tasas de crecimiento en torno al 3-3,5% para el resto del año, por lo que la Fed debería tener margen para subir tipos una vez más este año, algo que ya está descontado por el mercado. De cara a 2019, esperamos que el crecimiento estadounidense se frene, pero continúe siendo superior al del resto del mundo gracias a unas condiciones monetarias expansivas y a los efectos beneficiosos que todavía se derivan de los estímulos presupuestarios. Sin embargo, la Fed tendrá que conjugar las subidas de tipos con la reducción de los estímulos cuantitativos y el aumento del volumen de emisiones del Tesoro de EEUU, por lo que podría no ser capaz de subir tres veces los tipos en 2019 como pretende. El mercado está descontando los obstáculos para el crecimiento de EEUU y la curva de tipos de interés de los bonos del Tesoro se encuentra en su nivel más plano desde 2007. Esperamos que la curva siga aplanándose, aunque preferimos no precipitarnos afirmando que una curva plana o invertida es precursora de una recesión, ya que los vencimientos largos se ven influenciados por otros factores más técnicos, como la demanda de duración estadounidense por parte de las estrategias orientadas a la gestión de pasivos, que ayudan a mantener los rendimientos en cotas bajas. Las incertidumbres comerciales y la volatilidad podrían desencadenar una búsqueda de la seguridad en los bonos del Tesoro, pero a medio plazo los rendimientos van a seguir subiendo en ausencia de una crisis repentina, algo improbable a corto plazo. Esperamos que los rendimientos de la deuda pública estadounidense a diez años rompan al alza el rango de cotización reciente, empujados por el endurecimiento de la política monetaria y un entorno favorable.
En Europa, el BCE ya no es el foco de atención después de que se comprometiera a mantener los tipos sin cambios hasta finales de 2019. Los inversores no esperan que los tipos vayan a subir y, en ausencia de cambios en la política monetaria, la atención gravitará hacia la política. Los presupuestos italianos son el siguiente obstáculo y los titulares de prensa han provocado ampliaciones de los diferenciales de la deuda pública italiana y mantenido la volatilidad elevada. Después de los últimos movimientos, los precios descuentan una probabilidad nada despreciable de salida de Italia de la UE o de redenominación de su deuda: los rendimientos a tres años de sus bonos sugieren que el mercado está cifrando en el 20% la probabilidad de una redenominación, con una quita del 30%. Eso es mucho. El gobierno presentará un presupuesto que respete el límite del 3% , pero el mercado podría intensificar la presión sobre sus bonos de aquí a final de año. Del mismo modo, la deuda pública alemana debería cotizar en sintonía con el sentimiento del mercado hacia Italia hasta que aumente la certidumbre.
El Brexit sigue siendo el principal motor de los activos británicos. Es difícil predecir qué va a pasar, aunque la probabilidad de que el Brexit se salde sin acuerdo es elevada. Después de la última subida de tipos del Banco de Inglaterra, estamos descontando una subida más durante los próximos doce meses, pero no mucho más. A la vista de la incertidumbre política, cuesta creer que el Banco de Inglaterra no sea cauto. Las perspectivas de los bonos gubernamentales seguirán sujetas a evoluciones de signo opuesto a medida que nos acerquemos a la fecha tope de marzo sin que se contrarreste el riesgo.
Los inmuebles terciarios europeos siguen estando muy demandados entre los inversores cuando las guerras comerciales comienzan a distorsionar los flujos de capitales, sobre todo los que se originan en Asia en dirección a EEUU. El favorable entorno de tipos debería también ejercer un efecto positivo. Así, la Fed y el Banco de Inglaterra van más avanzados hacia la normalización monetaria que el BCE, del que no se espera subidas hasta finales de 2019. Las perspectivas a corto plazo también son positivas, ya que la economía se prepara para crecer un saludable 2,1% en 2018, para después frenarse hasta el 1,7% en 2019. Las lecturas del PIB en lo que llevamos de año confirman la solidez de la demanda interna gracias a las mejoras de los mercados laborales, que ayudan a compensar la debilidad de la demanda externa por el freno que suponen los aranceles para el comercio mundial. Esperamos que la combinación de beneficios empresariales sólidos y perspectivas económicas relativamente favorables sigan dando lugar a un crecimiento moderado de los alquileres y a un mercado de ocupación dinámico. Aunque las nuevas promociones terminadas han aumentado y las tasas de disponibilidad se mueven en cifras próximas (y en muchos casos inferiores) a sus niveles estructurales, el riesgo de oferta debería seguir siendo relativamente bajo.
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