Luego del encierro forzoso al que se sometió a la humanidad por la pandemia, hay una explosión de turistas. Las multitudes que reactivan la industria y economía de muchos países, también perturban y enfurecen a los habitantes de los destinos más populares. Como contraparte del turismo de masas han surgido los viajeros que buscan experiencias diferentes, alejadas de las multitudes. Son personas que están transformando el turismo moderno en una suerte de peregrinaciones seglares. De crecimiento personal y espiritual.
El sector turístico atraviesa un momento excepcional. Se recupera con fuerza. El Consejo Mundial de Viajes y Turismo se prepara para superar los niveles registrados en 2019. Se proyecta un crecimiento del 7,5% en la contribución del sector al PIB mundial para 2024. Alcanzará la cifra récord de 11,1 billones de dólares: 1 de cada 10 dólares generados por la economía global.
Las previsiones son positivas en todo el mundo. Se espera que 142 de los 185 países superen sus récords de contribución al PIB del sector turístico en 2024. Y no solo impulsa el crecimiento económico, también genera empleos: 348 millones plazas en el mundo. Un aumento de 13,6 millones de puestos de trabajo en comparación con 2019. Se espera que los visitantes internacionales gasten un total de 1.890 millones de dólares. En el turismo interno el gasto estimado de sería de 5.400 millones de dólares.
Peregrinaciones medievales
La tradición milenaria de la peregrinación ha evolucionado a la par de las necesidades y preferencias de los viajeros modernos. Desde las antiguas caminatas a la parte occidental del Peloponeso, para asistir a los Juegos Olímpicos, hasta las peregrinaciones a Tierra Santa, Santiago de Compostela o La Meca durante la Edad Media, el concepto de peregrinación ha sido redefinido y ampliado.
El sociólogo Erik Cohen y otros estudiosos del turismo definen el peregrinaje como un viaje a un lugar sagrado. Una aventura transformadora o una oportunidad de inmersión en un nuevo destino, con o sin componente religioso. En la actualidad, la peregrinación sigue siendo una actividad diversa y multifacética que atrae a viajeros de diferentes orígenes y motivaciones. Ante las nuevas tendencias en el turismo, los expertos predicen que las peregrinaciones, religiosas o no, encajan en las tendencias futuras del turismo por ser una actividad al aire libre, flexible y respetuosa con el medio ambiente.
También ofrece a los viajeros la oportunidad de controlar todos los aspectos de su experiencia, una prioridad para muchos viajeros. Además, la creciente popularidad del “turismo slow” indica que los viajeros desean experiencias auténticas y personalizadas. Las nuevas peregrinaciones acercan una serie de valores positivos, sin mayores dificultades y grande satisfacciones. Son viajes más cortos y adaptados a los deseos del viajero.
Bienestar espiritual y descanso relajante
Tara Isabella Burton, ganadora del Premio Shiva Naipaul Memorial de Escritura de Viajes, se refiere al bienestar espiritual que se puede encontrar en un viaje. En un artículo que publicó en The Hedgehog Review toma como punto de partida de la historia de las peregrinaciones en Inglaterra y su fin en 1538. En un juicio celebrado en Westminster el 10 de junio de ese año, el rey Enrique VIII, recién divorciado de Catalina de Aragón, convocó formalmente al santo Tomas Becket y lo acusó, post morten, de traición y rebelión y de otros delitos contra la Corona y el Estado y como no se presentó para defenderse (algo imposible, estaba muerto), lo condenó.
El culto a Tomas Becket desapareció. La ruta de peregrinación que había sido parte del alma del catolicismo inglés se acabó. El fin del culto a Becket y la ascendencia del protestantismo tuvieron un impacto devastador en las peregrinaciones en toda Inglaterra. Rutas como la de Canterbury, que antes atraían a miles de fieles en busca de sanación y redención, quedaron desiertas.
Asimismo, los artículos de peregrinación -insignias, reliquias, guías de viaje y caracolas- fueron vistos durante mucho tiempo como símbolos espirituales, objetos de veneración. Sin embargo, en el contexto de protestante y la creciente secularización de la sociedad, los artículos comenzaron considerarse como costosos artículos turísticos
Burton señala que ya la creencia en Dios no se encontraba en el camino o en las iglesias y tumbas que marcaban el final del camino, sino en el alma de cada uno. Las creencias que durante mucho tiempo impulsaron las peregrinaciones comenzaron a considerarse como forma anticuadas de superstición.
Camino de Santiago
Incluso en España, donde el catolicismo ha sido una parte integral de la identidad nacional, la peregrinación ha evolucionado. La peregrinación a Santiago de Compostela, que durante siglos ha sido un viaje espiritual cristiano, fue reemplazada temporalmente por la figura de Teresa de Ávila, una monja carmelita que predicaba sobre el viaje interior del alma.
En el siglo XXI, la peregrinación vive un renacimiento. A menudo se fusiona con la economía y la estética de los viajes de aventura, pero sobre todo con paradigmas espiritualizados del bienestar, crecimiento interior y autocuidado. Así, el Camino de Santiago se ha reinventado como destino no solo para peregrinos católicos, también para excursionistas, ciclistas, mochileros y aquellos que se identifican como «espirituales, pero no religiosos».
En 2019, casi 350.000 excursionistas recibieron su certificado de finalización que se otorga a quienes completan los últimos 50 kilómetros continuos del sendero en una semana. El 60% de los certificados negó que su motivación estuviera dentro de los estándares convencionales de la religión católica u otra forma de creencia organizada, con ritos, normas y mandamientos.
A medida que la peregrinación evoluciona, Burton considera que seguirá siendo un viaje espiritual y personal, aunque sus practicantes no se identifican como religiosos. «La peregrinación sigue siendo una forma de viaje que ofrece la oportunidad de explorar el propio viaje interior y conectarse con algo más allá de sí mismos. Las razones para emprender una peregrinación en el siglo XXI son tan diversas como los propios viajeros. Algunos buscan aventura, desafío físico o conexión con la naturaleza. Otros buscan introspección, autodescubrimiento o un sentido de comunidad», explica.
Reportera desde el Camino de Santiago
Tara Isabella Burton recuerda que cuando el año pasado hizo una parte del Camino de Santiago (no como peregrina propiamente dicho, sino como curiosa sobre la peregrinación para National Geographic) observó que la gran mayoría de las personas que conoció consideraban la peregrinación como un viaje espiritualmente significativo. Incluso cuando no eran técnicamente «peregrinos».
A la familia con un adolescente en silla de ruedas, los excursionistas, mochileros y ciclistas que sellaban diligentemente sus pasaportes de peregrinos en hoteles paradores, iglesias y cafeterías desde Pamplona hasta Burgos y Santiago los unía el deseo de completar el camino y obtener su certificado de finalización.
No había distinción obvia entre peregrinos «religiosos» y viajeros «seglares», en parte porque los viajes contemporáneos están orientados hacia los mismos fines que la peregrinación. Una búsqueda de la transformación y de la purificación del yo como encontramos en narrativas de viajes como «Wild» de Cheryl Strayed, (una caminata en solitario de la autora por el sendero de los Apalaches), y «Eat, Pray, Love» de Elizabeth Gilbert, (memorias de un divorcio y autorrealización). Se trata del viaje a menudo codificado como «real» o «auténtico», que se hace una especie de peregrinación.
Considerar el viaje como una peregrinación seglar, según Burton, se basa en la creencia de que solo alejándonos de nuestras rutinas, obligaciones y de la comodidad del hogar podremos acceder a una versión más auténtica de nosotros mismos. En la confrontación con lo desconocido, la superación de desafíos e inmersión en nuevas culturas encontramos la oportunidad de redefinirnos. Esa búsqueda se refleja en el auge del turismo de salud y bienestar que ofrece retiros de yoga, meditación y experiencias en la naturaleza como vías para el crecimiento personal y la reconexión con la espiritualidad..
Comer, rezar, amar, vivir
El viaje como peregrinación seglar también impregna el espíritu aventurero del mochilero y del académico en año sabático. La libertad de explorar nuevos lugares, conocer gente diversa y vivir experiencias fuera de lo común es un camino hacia el autodescubrimiento. La búsqueda de autenticidad se traduce en un rechazo a los itinerarios turísticos tradicionales y de los lugares emblemáticos. Los viajeros buscan experiencias «fuera de lo común». Inmersiones en la cultura local y conexiones genuinas con las comunidades que visitan.
En el centro del viaje como peregrinación está la idea de que viajar es en sí un acto de valentía. Abandonar la comodidad del hogar, enfrentar lo desconocido y desafiar nuestras zonas de confort se convierte en una forma de autoafirmación y crecimiento personal. Una búsqueda de autoconocimiento que sólo puede llegar a través del rechazo voluntario del arraigo en el propio hogar.
Burton cita un pasaje revelador de Elizabeth Gilbert en «Eat, Pray, Love» (Comer, rezar, amar):
«La felicidad es consecuencia del esfuerzo personal. Luchas por ella. Te esfuerzas por conseguirla. Insistes en ella y, a veces, incluso viajas por todo el mundo buscándola. Tienes que participar incansablemente en las manifestaciones de tus propias bendiciones. Y una vez que hayas alcanzado un estado de felicidad, nunca debes relajarte en su mantenimiento. Debes hacer un gran esfuerzo para seguir nadando hacia arriba en esa felicidad para siempre».
Tara Burton dice que para Gilbert el viaje se convierte en un medio para alcanzar un fin. Un movimiento del yo que no lo ubica en un lugar sino en su propio castillo interior. Buscando su propia felicidad a través del movimiento. Estar quieto, señala Gilbert, ya sea en el sentido geográfico o personal, es abandonar el deber más elevado de cada uno: la búsqueda incesante del propio devenir dinámico.
Así, todo viaje «auténtico» se convierte en una especie de peregrinación. Es un viaje al que se alaba por sí mismo y por la transformación que se supone que genera en nosotros. Codificado de esta manera, el viaje no es para vacaciones o placer, ni para establecer vínculos familiares o románticos, sino para ennoblecernos personalmente.
Por nuestra alma
Burton afirma que tampoco viajamos por el bien de nuestro estómago, buscamos el bien de nuestra alma. En consecuencia, no se trata de placer o comodidad, sino de un acto espiritual de transformación personal. Opina que destinos de peregrinación religiosa «tradicionales», como Nazaret y Galilea, parecen más atracciones de los paquetes turísticos que un día en Disney World. La ironía es que los turistas, codificados como personas sin curiosidad ni interés intelectual, son muy propensos a relacionarse con un lugar en sus propios términos.
El turismo de «lista de deseos» (incluso el organizado) puede estar más en línea con el espíritu de la peregrinación religiosa tradicional que el «viaje auténtico» idealizado por muchos. Después de todo, muchas de las primeras guías de viaje, de estilo lista de deseos de la historia como el Códice Calixtino del siglo XII, comenzaron como manuales para peregrinos ansiosos por visitar santuarios e iglesias. Pero a diferencia del «viajero» en busca de autodescubrimiento, el peregrino clásico se enfoca en alcanzar un objetivo externo. Deja de lado sus deseos y el propio yo. Su viaje no busca una experiencia religiosa, sino cumplir una obligación trascendente.
Para Burton, es cuestionable la idea de que el viaje debe ser una experiencia transformadora a nivel personal. Debe ser una oportunidad para conectarse con la comunidad y la historia. «En un mundo cada vez más desarraigado y digitalizado, no debe ser una búsqueda de individualismo o autoafirmación, sino de reconversión social».
Abrir y conectar
De su experiencia como conferenciante en viajes grupales, Burton destaca que ha observado el entusiasmo y la curiosidad de los participantes dispuestos a sacrificar cierta autonomía a cambio de conocer a fondo un destino en el tiempo disponible. Burton encuentra similitudes entre el turismo de lista de deseos y las peregrinaciones religiosas tradicionales. Ambas implican seguir un itinerario preestablecido con objetivos específicos: visitar lugares emblemáticos o santuarios religiosos.
Más que centrarse en el acto de viajar en sí, Burton propone buscar el «bien espiritual» en la especificidad del lugar visitado. En un mundo globalizado y digitalizado, donde la conexión con lo local se ha diluido, sumergirse en la materialidad de un lugar, con sus senderos, iglesias, monumentos y sitios históricos, puede generar una experiencia transformadora. En lugar de enfocarnos en la búsqueda del «yo auténtico» a través del viaje, demos más importancia al destino en sí.
Al reconocer la grandiosidad de lugares como la Catedral de Santiago de Compostela o el Coliseo, asumimos una posición de humildad y receptividad que genera una conexión más profunda con el mundo que nos rodea. F para Burton la dicotomía entre «turistas» y «viajeros» es simplista y limitante. En su opinión ambos pueden encontrar experiencias enriquecedoras y transformadoras en sus viajes. La clave radica en la apertura a nuevas experiencias, la disposición a aprender y la capacidad de conectar con la singularidad de cada lugar que visitamos.