La pérdida del olfato y el gusto como síntomas del nuevo coronavirus no están en duda. Sin embargo, algunos pacientes no han podido recuperar sus sentidos después de varias semanas de haber superado la enfermedad. Los médicos no pueden decir con certeza en qué momento lo recobrarán, mientras el virus les dejó a los afectados un daño residual que los priva de muchas de sus pasiones y mayores placeres.
Los estudios no han logrado determinar cuánto puede durar, pero coinciden en que podría ser mucho tiempo. Investigadores en Italia descubrieron que cuatro semanas después del contagio, cerca del 20% de los pacientes no habían recuperado el olfato. Otro estudio reciente en Brasil sugiere que casi tres meses después del alta, el 5% de los pacientes no podían oler ni degustar.
La incertidumbre de no saber cuándo volverán a oler y sentir ha llevado a las personas a intentar lidiar con una pérdida que pocos pensaban llegar a padecer. Incluso algunos buscan especialistas de olfacción, que hasta ahora era un campo bastante acotado.
La señal más distintiva de una infección por COVID-19
Diversos afectados describen lo que sintieron al ser incapaces de distinguir lo dulce, amargo, ácido o salado. El café sabe a gasolina y si no se puede oler no se disfruta del todo una comida.
Algunos profesionales de la comida o bebida, como chefs o catadores de vino, también sufrieron esta pérdida temporal como consecuencia de la COVID-19. Entre tres y cinco meses fue el tiempo en el que no pudieron oler o degustar su propio trabajo.
Las personas con COVID-19 pueden perder su sentido del olfato porque el virus daña los nervios terminales de sus narices. La parosmia puede producirse cuando esos nervios se regeneran y el cerebro es incapaz de identificar debidamente el olor real de algo.
Pero la explicación científica es que aunque ambos sentidos son síntomas de la enfermedad, el olfato es el más frecuente. El virus asedia las células de apoyo que rodean el bulbo olfatorio, causando inflamación y aunque se ha demostrado que otros virus hacen lo mismo, el nuevo coronavirus deja la secuela más duradera, algo nunca antes visto.
El nuevo coronavirus no es igual a otras enfermedades
La parosmia que puede acompañar al coronavirus es única y muy diferente a la que puede experimentar alguien afectado por un fuerte resfriado o gripe. Por lo general cuando los pacientes con COVID-19 tienen pérdida del olfato, esta tiende a ser repentina, grave y duradera. Tampoco tienen la nariz tapada, ni moquean. De hecho, la mayoría de las personas con coronavirus aún pueden respirar libremente, lo que lo hace aún más frustrante.
Investigadores europeos han estudiado muestras de tejido de la parte posterior de la nariz, identificando niveles extremadamente altos de una enzima presentes únicamente en el área responsable del olfato. Se cree que esta enzima, llamada ACE-2 (enzima convertidora de angiotensina II), es el «punto de entrada» que permite que el coronavirus entre en las células del cuerpo y cause una infección.
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