La prolongada sequía en algunas regiones del territorio español ha reducido sustancialmente el nivel de los embalses y comprometido el uso de las aguas. Esta precariedad climática se ha extremado por el uso intensivo de los acuíferos, situación que no es tan visible, pero de terribles consecuencias para los suelos y la desecación de ecosistemas húmedos en España.
Agotar estas extensas capas o venas que contienen importantes depósitos de agua dulce, está causando una espiral de desajustes medioambientales de los cuales han alertado varios organismos.
Datos del Ministerio de Transición Ecológica indican que los acuíferos cubren más del 90% de la península a través de unas 800 masas de agua. En la Cuenca del Ebro se localiza la mayor parte de estos acuíferos en España, con un total de 105 masas de agua subterránea. Le sigue la del Júcar con 90 masas de agua subterránea, la Cuenca del Duero con 64 y la Cuenca del Segura con 63.
Su importancia es vital para el uso de regadíos, agricultura y hogares. Pero su sobreexplotación ha impulsado la contaminación del agua subterránea por la intrusión marina y la desecación de ecosistemas húmedos como Doñana o las Tablas de Daimiel, elevando el riesgo de más inundaciones. Además de los gastos y el tiempo que implica recargar los acuíferos.
Greenpeace considera que el 34,25 % de las masas de agua de la Cuenca del Ebro se encuentran en mal estado químico, y el 5,71 % en mal estado cuantitativo sobreexplotados. De los 576 hectómetros cúbicos de agua que se extraen al año de aguas subterráneas en la cuenca, el 87 % es para uso agrario y ganadero. La proliferación de macrogranjas ha tenido un papel fundamental en esta situación tan negativa.
Amenazados los acuíferos en España
Son muchas las amenazas que afectan a la conservación del agua subterránea en el mundo. Entre ellas está el cambio climático, tanto el aumento de las temperaturas y las intensas sequías, como la escasez de lluvias, que ponen en serio peligro la existencia de los acuíferos en España.
Sin dudas, que el auge del regadío en España –cuya superficie ha crecido un 30% desde el año 2000– ha supuesto un aumento muy grande de la extracción de agua subterránea para su uso agrícola. El sector agrario ha pasado de usar 900 hm3 en 2000 a 4.100 hm3 en 2018 (un 355% más), según los últimos datos consolidados del INE. Se ha multiplicado por 4,5.
Esta práctica, localizada en algunos puntos, ha terminado por hacer que de las 800 masas de aguas subterráneas de España, 220 estén sobrexplotadas, reseña El Diario. Esto significa que se le saca más agua de la que recargan de manera natural. Esto provoca que, dependiendo del tipo de terreno, se reorganicen los granos del subsuelo y se reduzca el espacio donde se acumula el agua.
El acuífero pierde así capacidad de almacenaje y el suelo se hunde. A este hundimiento se le conoce como subsidencia. España es el sexto país del mundo en número de casos de hundimientos por extracción de agua. Y de los 10 documentados en territorio nacional, nueve están en el arco mediterráneo: Girona, Barcelona, Cambrils, Orihuela, Almería, Montellano, Lorca, Murcia y Granada.
Adicionalmente está la intrusión de agua salada en los acuíferos derivada del aumento de las temperaturas que provoca una subida del nivel del mar. Y la eutrofización que provoca una introducción masiva de nitrógeno y fósforo que acaba por contaminar el agua subterránea. Este tipo de contaminación procede de la actividad humana derivada del vertido de compuestos químicos en el suelo.
Peligrosa sobreexplotación de las reservas de agua
Los acuíferos de España atraviesan un mal momento. Las condiciones climáticas resultan muy poco favorecedoras a la preservación de estas reservas de agua y su reposición, así como la actuación del hombre. Los ecosistemas naturales y urbanos se resienten y ponen a prueba.
El Instituto Geográfico Nacional precisa que la sobreexplotación de un acuífero se produce “cuando la extracción de agua del subsuelo se realiza a un ritmo superior al de la infiltración o recarga natural”. Es el caso del acuífero de Doñana, que se considera oficialmente sobreexplotado desde 2020. Más allá de la recurrente dificultad de la sequía, España tiene un problema de desecación de sus acuíferos. Eso contribuye a una peor calidad de sus aguas y su aprovechamiento. Bien por contaminación, bien por eutrofización –exceso de nutrientes procedentes de fertilizantes o granjas, que saturan los ecosistemas.
WWF España anticipó en 2019 que los cuatro acuíferos más importantes están siendo saqueados de forma ilegal desde hace años. Estima que se piratea el agua para el regadío de una superficie de cultivos equivalente a un Madrid y medio. La peor parte se la lleva Daimiel, el más grande, posee 51.465 hectáreas de cultivo que se riegan con agua extraída ilegalmente
En cuanto a los de Doñana y Aljarafe, la superficie regada con agua ilegal ha llegado a las 4.700 hectáreas, según su investigación. Doñana ha perdido más del 80% de sus marismas respecto a comienzos del siglo XX. Más de la mitad de sus lagunas se han secado en la última década.
Exactamente lo mismo pasa con muchas zonas del país. En la medida en que muchas regiones dependen de forma crítica del agua subterránea, su desecación conlleva un riesgo muy considerable de seguridad hídrica.
Control de la agricultura y tomas ilegales
El gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez, está al tanto de los acontecimientos que se suceden en los acuíferos. A principios de año, el Consejo de Ministros aprobó los Planes Hidrológicos de Tercer Ciclo (que tienen vigencia hasta 2027) para ir adaptando el país «a los desafíos del cambio climático». La inversión alcanzará los 22.844 millones de euros y una de sus grandes misiones es «fijar caudales ecológicos para todas las masas de agua». Un proyecto «decepcionante» para a muchas asociaciones conservacionistas, entre ellas Ecologistas en Acción o WWF.
Los colectivos ecologistas insisten en «no tiene sentido» enfrentar el problema de la escasez del agua «sin poner el foco en la agricultura». Es absurdo pasar por alto «la permisividad con la expansión del regadío» y su impacto en los problemas de abastecimiento de agua. Ahí está el origen de todo.