Por Iñigo Aduriz
20/12/2015
El PSOE ha perdido 20 escaños y ha obtenido su peor resultado de la historia en unas elecciones generales y, sin embargo, la jornada ha concluido con una euforia manifiesta en el partido. «España quiere izquierda y quiere cambiar», aseguraba a última hora el candidato y secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, ante un entregado público que le aclamaba como presidente.
Sin poder contener la emoción y visiblemente agotado, el líder socialista celebraba su segunda posición en los comicios como el triunfo de una batalla sobre la «coalición de intereses» que, según él, ha trabajado durante toda la campaña para «hacer desaparecer» al PSOE. «No lo han conseguido», ha enfatizado, dando pie a los aplausos y vítores de los suyos.
Sánchez ha reconocido que su partido no ha ganado las elecciones. «Es verdad que los españoles quieren cambiar, pero también es cierto que los españoles hoy han decidido con su voto que la primera fuerza política sea el PP», ha afirmado. Por eso ha felicitado públicamente a Rajoy si bien a renglón seguido el dirigente socialista ha considerado que «los españoles han dicho algo claro» con este resultado.
«El futuro es nuestro»
«Han dicho que se abre una nueva etapa política en España, que tiene que dejar atrás la imposición y que tiene que abrir un proceso de diálogo», ha asegurado. Ha sido entonces cuando Sánchez ha dejado la puerta abierta a «debatir y acordar». El candidato socialista ha jugado a la ambigüedad. Ha dicho que «corresponde» al PP formar gobierno, pero no ha descartado pactar con Podemos y otras fuerzas para llegar al Ejecutivo: «Hemos hecho historia, hemos hecho presente, y el futuro el nuestro», ha dicho.
En el caso de que quisiera finalmente tratar de llegar a La Moncloa, Sánchez tendrá que ponerse de acuerdo con todo el arco parlamentario de izquierdas, después de que Ciudadanos descartara apoyar una coalición de la que formara parte Pablo Iglesias. Incluso tendría que buscar el respaldo de fuerzas nacionalistas, como el PNV.
Las encuestas más pesimistas no se han cumplido y las urnas han dejado claro que el de los socialistas sigue siendo un partido mayoritario al situarse en segunda posición, a seis puntos del primero, el PP, y también cerca de su más inmediato competidor, Podemos. El hasta ahora principal partido de la oposición se ha quedado con 90 escaños y el 22% de los sufragios, seis puntos por debajo del resultado que obtuvo en 2011.
Del pesimismo al optimismo
Aunque el resultado ha sido considerablemente peor, la acogida final que le han brindado a Pedro Sánchez los cientos de militantes y simpatizantes que se han reunido en la sede federal de los socialistas de la calle de Ferraz de Madrid nada ha tenido que ver con la ovación mortuoria que le hicieron a su predecesor en el cargo, Alfredo Pérez Rubalcaba, en 2011, cuando logró 110.
La noche comenzaba de una manera muy distinta a cómo terminaba en la sede federal de los socialistas de la calle de Ferraz de Madrid. Y es que las expectativas cuentan en el estado de ánimo final. Las encuestas auguraban un resultado catastrófico para el PSOE. En las últimas semanas se publicaban distintos estudios que situaban a los socialistas como tercera fuerza. Al principio de la campaña se presentaron algunas en las que Ciudadanos superaba a los socialistas. Y al final era Podemos el que les sobrepasaba.
Las caras largas eran la tónica general en Ferraz entre los pocos militantes y simpatizantes que se reunían allí a las ocho de la tarde, en el momento en el que se cerraban los colegios electorales y se conocían las encuestas realizadas a pie de urna. En esas también se situaba el partido de Pablo Iglesias por encima del PSOE en número de votos. Era el peor escenario para Pedro Sánchez, el que podría haber acabado con su carrera política esta misma noche.
El umbral de los 90 escaños
Pero nada más comenzar el escrutinio la cosa cambió. Los primeros aplausos de las dos decenas de miembros del partido que se agolpaban en el hall de entrada de Ferraz se hacían escuchar nada más comprobar que el PSOE superaba la barrera psicológica de los 90 escaños. Era el umbral en el que muchos situaban el futuro político de Pedro Sánchez, el que podía reabrir la caja de los truenos de la trifulca interna y del cuestionamiento del liderazgo del madrileño.
Al final se quedó ahí, al borde del abismo, con esos 90 asientos en el nuevo parlamento. Sólo ha ganado en seis provincias –Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Jaén y Badajoz– y encaja importantísimos batacazos en dos de las comunidades autónomas más pobladas. En Madrid se queda como cuarta fuerza tras perder 250.000 votos en cuatro años y ser superada por PP, Podemos y Ciudadanos. Y en Cataluña, uno de sus tradicionales bastiones, retrocede hasta el tercer puesto. También queda relegado en Euskadi.
En el conjunto de España sigue siendo, no obstante, la segunda fuerza. Y sus principales retos ahora consistirán en demostrar si, realmente, la corta distancia que les separa de Podemos les consolida como el «referente» de la izquierda, como ha señalado esta noche la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. En manos del PSOE está ahora tratar de formar un bloque de izquierdas que desbanque a la derecha, o dejar al PP que siga desgastándose en el poder.