El director de cine Pavel Giroud destacó el dolor de los cubanos al recibir el galardón de mejor película documental por El caso Padilla, en la edición de los Premios Platino del cine iberoamericano, celebrada en el Palacio Ifema Madrid. «Les quiero agradecer en nombre de los cubanos que estamos hartos de que nuestro país sea parque temático de una ideología o de una utopía, y que el dolor de los cubanos no tenga la misma fuerza que el dolor que otras naciones han padecido», dijo Giroud al recoger el premio.
El caso Padilla utiliza imágenes inéditas de la autoinculpación del poeta Heberto Padilla, detenido en 1971 por la Seguridad del Estado, ante el gremio de escritores cubanos, y quien acusó de contrarrevolucionarios a algunos presentes, entre ellos a su propia esposa.
El romance de la intelectualidad de izquierda con la Revolución cubana terminó con la detención durante 38 días del poeta Heberto Padilla y la autocrítica en la que se inmola. En 1971, los servicios de seguridad cubana y los técnicos del ICAIC (El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos) filmaron en la sede de la Unión de Escritores de Cuba la totalidad del discurso en el que se incrimina, denuncia a sus mejores amigos y hasta a su esposa. Apenas habían transcurrido dos horas de haber sido puesto en libertad.
Pavel Giroud logró tener acceso a la cinta del G2 (Dirección de Inteligencia) y, con el ánimo de remover conciencias, reconstruyó tanto la cinta como la historia. La limpió de musgos y oscuridades. Norberto Fuentes y Guillermo Cabrera Infante describieron lo que presenciaron en la sala de la Unión de Escritores. Asimismo, se conocían algunas transcripciones del discurso de Padilla, pero no las grabaciones.
Giroud ha declarado que en algún momento durante la década de los ochenta o principio de los noventa, inspirados en la perestroika soviética y la ‘rectificación de errores’ se hicieron copias con el propósito de discutirlas. “Cuando el aparatik las vio, entendieron que no había debate posible. No hubo debate, pero sí quien hiciera copias de esas copias», comenta el cineasta.
Pavel Giroud, autor de La edad de la Peseta (2006) y de El Acompañante (2015), se aproximó a la historia de Heberto Padilla y su obra literaria a través de La mala memoria, una novela que publicó en el exilio en Estados Unidos. La ‘autocrítica’ de Padilla le sirvió de base para un guion de un corto en colaboración con Los Carpinteros, un grupo de artistas cubanos desaparecido. Una copia de las copias llegó a sus manos y, luego de un breve titubeo, decidió hacer el documental.
Tanto la aparición del documental y la publicación por el escritor Jorge Ferrer de buena parte del pietaje íntegro generó una intensa discusión sobre el legado represivo del castrismo, la complicidad de los intelectuales nacionales y extranjeros con el régimen y el valor de los archivos para conocer la historia del totalitarismo en Cuba.
Actualmente, Pavel Giroud se encuentra en fase de desarrollo de tres series de televisión Partagás, The Sugar King y Ayloviu Havana; y de su próximo film El soldado perfecto, una historia ambientada en una Colombia en pleno proceso de paz. Giroud ha sido colaborador del colectivo de artistas Los Carpinteros, para quienes escribió y dirigió los videos Retráctil, Polaris, Conga Irreversible y Pellejo. Con uno de sus miembros, Dagoberto Rodríguez, dirigió Geometría Popular. Otra de sus recientes colaboraciones ha sido como coach de la actriz Penélope Cruz en el film Wasp Network dirigido por Olivier Assayas. Por más de tres meses estuvo entrenándola para que lograra el acento cubano.
UNA VERDAD SOBRE CUBA
“Quise mostrar una verdad de Cuba, que es muy verdad, no un hecho del pasado lejano, sino que todavía se repite cada día, y pensé que sería más efectivo hacerlo con una buena película. Rigurosa y profesional, que pudiera hacer navegar por los festivales más importantes del mundo y tuviera un recorrido en las plataformas», contó a la VOA.
En lugar de mostrar el documento, como hace el régimen en el Museo de la Revolución de La Habana, descontextualizado, Giroud prefirió apoyarlo con otros documentos y entrevistas de archivo que dan una visión completa acerca de las circunstancias que provocaron que Padilla se negara a sí mismo, su obra y a sus amigos.
En las grabaciones, se ve a un Padilla sudoroso, a ratos eufórico, a ratos nervioso. “Un espectáculo lamentable, pero no por Padilla, sino por quienes lo obligaron a borrarse a cambio de la libertad. Es muy triste que nada haya cambiado, que la Revolución siga reprimiendo y censurando a artistas y periodistas por no ajustarse a su verdad», dijo Raquel Carmenate, una muchacha cubana que asistió a la exhibición del documental en la Universidad Internacional de la Florida.
Giroud subraya una diferencia entre el ayer y hoy. “Aquella vez fue un Padilla, hoy hay muchos. Aquella vez en la vanguardia intelectual del mundo occidental les plantó cara a los hermanos Castro. Le escribió una carta y exigió la liberación del poeta. Hoy esta vanguardia prefiere mirar para otro lado. Creo que parte de la misión de esta película es remover conciencias».
El caso Padilla, utiliza material de archivo mantenido oculto en Cuba durante más de 50 años: la filmación de la autoinculpación de Padilla. Coproducido con España, en 2022, al documental extrañamente se le identifica como una película cubana, que es mucho más que hecha en Cuba. Recuenta el caso del poeta Heberto Padilla que significó un quiebre en el apoyo de la intelectualidad latinoamericana y mundial a la revolución comandada por Fidel Castro y su frase “dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”, y su ‘obra maestra’ el campo de concentración en el que encerraron a más de 30.000 homosexuales, disidentes políticos, artistas y pueblo en general por ‘conducta impropia’ con el fin de ser ‘reeducados’.
Hasta hace muy poco el documental Conducta impropia, que dirigieron Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, podía verse en YouTube, pero ya fue desalojado por la nueva ‘conducta apropiada’.
En el filme que escribió y dirigió Pavel Giroud muestra el mea culpa o ‘autocrítica’ con la que Padilla recuperó su libertad a costa de su inmolación. Distinto a lo que ocurría en los viejos procesos soviéticos y en el juicio al héroe de la guerra de Angola, el general Arnaldo Ochoa, y al coronel Antonio de la Guardia, al mayor Amado Padrón y al capitán Jorge Martínez, que fueron fusilados por sentencia de Raúl Castro, al poeta Padilla le tocó otra muerte.
Heberto Padilla se conectó con el régimen de los hermanos Castro cuando desde Nueva York lo contrataron como corresponsal de Prensa Latina, la agencia de noticias del gobierno de Cuba. Ese mismo año, regresó a La Habana y se incorporó a la plantilla del diario Revolución. En 1962, el año de la crisis de los cohetes nucleares, cuando Fidel Castro sacó a la calle a los cubanos para que gritaran: “Nikita mariquita, lo que se da no se quita”, Padilla fue nombrado corresponsal de Prensa Latina en Moscú.
DESENCANTO CON LA REVOLUCIÓN
En 1966 regresó a La Habana con serias dudas sobre el socialismo que se transformaron en desencanto con la revolución y su líder. Cuando, en 1968 los estudiantes franceses convulsionaban París y sus adoquines, Padilla ganó el Premio Julián del Casal, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, con el poemario Fuera del juego.
El jurado no lo integraban políticos, sino literatos consagrados: los cubanos José Lezama Lima, Manuel Díaz Martínez, José Zacarías Tallet, el peruano César Calvo y el británico J. M. Cohen. La directiva de la Unión de Escritores no estuvo de acuerdo y luego de un debate que duró horas, aceptó que se publicaran el poemario de Padilla y la obra de teatro de Antón Arrufat, pero con una nota en la que la directiva de la Unión de Escritores manifestaba su desacuerdo por considerar ambos textos “ideológicamente contrarios a la Revolución cubana”.
MEJOR DOCUMENTAL. El caso Padilla se estrenó en el Festival de Telluride y su premier europea fue en la edición 70 de San Sebastián con gran éxito de crítica y público. Ha sido presentada además en el Festival de Cine de Roma, en IFF Panamá y Cineuropa Compostela, donde se alzó con el premio del público. Para 2023, este film tiene previsto una larga ruta de prestigiosos festivales antes de su estreno comercial en salas de España
En marzo de 1971 fue detenido por el G2, la versión tropical del KBG, junto con su esposa la poeta Belkis Cuza Malé. Los acusaron de actividades subversivas y contrarrevolucionarias. Ambos habían participado en un recital en la Unión de Escritores en el que Padilla leyó Provocaciones. El encarcelamiento provocó la protesta de connotados intelectuales que se habían mostrado partidarios de la revolución cubana y su política de exportación y financiación de movimientos guerrilleros a lo largo de América Latina.
Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Alberto Moravia, Octavio Paz, Juan Rulfo, Jean-Paul Sartre, Susan Sontag, Mario Vargas Llosa y muchos otros alzaron la voz, pero no Gabriel García Márquez ni tampoco Julio Cortázar, quien al contrario respondió con un texto insultante contra Padilla: La hora de los chacales. Mucho menos Mario Corín Benedetti, que negoció una cómoda y larga estada en La Habana.
LA INOVIDABLE NOCHE DE LA AUTOCRÍTICA
Transcurridos 38 días de reclusión, de interrogatorios y de vivencias parecidas a las que relata Arthur Koestler en El cero y el infinito de su personaje Nikolái Rubashov, Heberto Padilla leyó en la Unión de Escritores la autocrítica en la que reniega de sus obras y de sus ideas, como lo hicieron los procesados en Moscú por Stalin.
En La mala memoria, Padilla lo recuerda así:
«De la inolvidable noche de la autocrítica, en mayo de 1971, poco puedo agregar que no haya sido ampliamente divulgado por la prensa internacional; pero algunos hechos fueron omitidos. Mi intervención no fue exactamente la que Prensa Latina difundió. Hay partes que, a última hora, creyeron oportuno censurar; por ejemplo, mi alusión a Ortega y Gasset, cuando dije: «De cuyo nombre Mario Parajón (intelectual cubano, católico, exiliado en Madrid en 1971) no quiere acordarse», el gobierno decidió omitirla; pero está recogida en la filmación que hizo el ICAIC esa noche y que un día, cuando los tiempos cambien, serán reveladas».
Aquella farsa fue montada por el régimen para detener las críticas de los escritores de izquierdas y el clamor creciente para que se liberara a Padilla.
Desempleado, Padilla se entregó al alcohol. En 1980, gracias a la presión internacional y a las gestiones del senador Edward Kennedy, Padilla llegó a Nueva York el 16 de marzo de 1980, pero ya estaba espiritualmente enfermo y con serios problemas cardíacos y diabetes. Nunca pudo reponerse del todo. Murió el 25 de septiembre de 2000, tenía 68 años de edad.
En 2012, los cubanos vuelven a leer de Padilla y sobre Padilla. La revista Cauce le dedicó 50 páginas que con una decena de poemas y dos fragmentos del libro La mala memoria incluía «un conjunto revelador de disímiles impresiones y acercamientos a la vida y obra del poeta».
En febrero de 2013, en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana, las editoriales Luminarias y Letras Cubanas publican Una época para hablar, un libro ‘no vendible’ con los versos de Heberto Padilla de 1948 hasta 1981. El volumen fue denunciado por Belkis Cuza Malé como «un acto infame de piratería y de maquiavelismo». «Quieren usar su nombre y su obra para presentarlo en esa bochornosa feria del libro y aparentar que en Cuba hay libertad de expresión», expresó.