Por Jon Pagola
30/07/2017
De un tiempo a esta parte, quizá desde hace cuatro o cinco años, hemos caído en la cuenta de que las estrellas del pop y del rock no son inmortales. Ha sido muy abrupto, absolutamente descorazonador. Se han descolgado de esta vida Lou Reed, Bowie, Lemmy, Prince, Chuck Berry y otros tantos que pensábamos que nos iban a durar, al menos, tanto como la Reina de Inglaterra. Es ley de vida: cada vez quedan menos leyendas musicales que despuntaron en los años 60 y 70.
Paul Weller, de 59 años, es una de ellas. Fundó The Jam a mediados de los 70. Saboreó el éxito desde muy jovencito: Con su primer single, In The City (1977), abrió una meteórica etapa a caballo entre el punk y la cultura mod que se cerró solo cinco años más tarde, cuando el grupo se encontraba en su cima comercial. Nadie, excepto el propio Weller, lo entendió. En un país donde la música es tan sagrada como la tortilla de patata en España, la disolución de The Jam fue un drama nacional.
El caso es que con su nueva banda, The Style Council, quería abrirse a otros sonidos, al soul y el jazz básicamente. No es casualidad que Paul Weller, The modfather, también sea conocido como The changingman, que da pie a una de las canciones más célebres de su etapa en solitario. Se le ha encasillado en el universo mod –mucho más rico de lo que se cree y que se nutre de la música negra, la psicodelia, el pop, el garaje, etc.–, pero en los últimos diez años se ha vuelto más experimental sin por ello renunciar a sus orígenes.
Weller siempre será mod y será enterrado como mod, tal y como se lo dijo una vez al presentador de televisión Jonathan Ross. En este punto de su carrera, Kind Revolution sintetiza perfectamente el pasado y presente de su música. El punto medio ideal de los que adoran al autor de Broken Stones y los que lo redescubrieron en su faceta más electrónica en Sonic Kicks (2012).
El nuevo disco
Algo así, sonar moderno y clásico y, para colmo, sin mácula, solo lo había conseguido en el estupendo 21 Dreams de 2008. Su inagotable caudal creativo le ha jugado malas pasadas y no todo le ha salido bien: canciones que parecen demos, discos planos, fórmulas repetidas… No es ni mucho menos el caso de Kind Revolution, que pasa a convertirse en uno de sus trabajos más sólidos, regulares y adictivos de toda su discografía.
El disco lo sustentan, básicamente, tres pilares, cada uno de su padre y de su madre. La inicial Woo Se Mama, con coros de PP Arnold y Madeline Bell, y que nos llevan inevitablemente al Tin Soldier de The Small Faces, pero también al soul-rock musculoso de Peacock Suit de su disco Heavy soul (1997). The Cranes are Back, con permiso de la maravillosa Long Long Road, es una balada marca de la casa, un emocionante góspel guiado por el piano de Weller.
Por último, la colaboración más extravagante –y también la más resultona– del LP es la de Boy George. El ex Culture Club aporta su característica voz a un tema largo –dura más de seis minutos– de aroma ochentero y que coge vuelo en un animado estribillo que recuerda a la corriente soul-funk de The Style Council. Toquemos madera, pero parece que hay Paul Weller para rato.