Por Javier Molins
24/02/2018
Dejando de lado polémicas estériles que tienen más de política que de arte, la edición de ARCO de 2018 ha puesto a disposición de los coleccionistas un buen número de obras interesantes que demuestran que se percibe cierta alegría en la economía española, lo que se traduce en ventas, que es, al fin y al cabo, para lo que sirve una feria de arte.
Por aquello de realizar un recorrido lineal, si uno comienza por el pabellón 9, se encuentra de bruces con el stand de la Galería Elvira González que expone un buen número de obras de Miquel Barceló que destacan por sus motivos animales que recuerdan a los abrigos rupestres donde surgió por primera vez el arte, esa actividad que tan solo el ser humano es capaz de realizar. Unas pinturas que contrastan con la tecnología que utiliza Olafur Eliasson para realizar sus composiciones, como se puede comprobar tanto en el stand de esta galería como en su sede madrileña donde acoge una interesante exposición monográfica de este autor escandinavo.
Pero para tecnología, la de Tomás Saraceno, quien expone en la galería berlinesa de Esther Schipper una de esas obras que está llamada a convertirse en la más posteada en las redes sociales, pues la galería ha tenido incluso que poner una valla protectora para que los visitantes no se acerquen demasiado a estos tres dodecaedros de colores colgados del techo que proyectan una luz de colores sobre las blancas paredes de la feria.
Jaume Plensa, protagonista en ARCO
Este paseo continúa por el stand de Lelong de París, una de las galerías extranjeras más fieles a ARCO, donde nos encontramos con dos obras de Jaume Plensa, uno de los artistas españoles con mayor proyección internacional, quien nos recuerda que, además del arte, el alfabeto es otra de las cosas que nos diferencia de los animales. Asimismo, en este stand también destacan unos dibujos de David Hockney, quien a sus 80 años le ha dado por pintar con un ipad. Misterios de la tecnología.
La galería Marlborough, otra de las fijas de ARCO, ha optado este año por mostrar menos obra pero una manera más limpia y de forma que las obras pueden respirar más. Para ello, no ha renunciado a sus grandes figuras, como son Manolo Valdés, de quien se puede ver una gran arpillera junto con unas esculturas de pequeño formato, Juan Genovés, quien ha sabido actualizar esas grandes multitudes que tan popular le hicieron en la Transición, Antonio López, con una pintura de su primera época, Luis Gordillo con su estilo tan característico, David Rodríguez Caballero y sus marañas que se apoderan de las paredes o el hiperrealista Richard Estes, el único extranjero presente en el espacio de esta galería internacional.
Las presencias internacionales
La gran novedad en lo que se refiere a las galerías internacionales es la vuelta a ARCO de Thaddeus Ropac, quien acaba de abrir una magnífica sede en Londres en pleno barrio de Mayfair que viene a sumarse a las que ya dispone en Salzburgo y las dos de París. Ropac ha aterrizado con su armada invencible entre las que destaca un soberbio cuadro de Baselitz que preside el stand acompañado de una escultura de tres metros de Antony Gormley junto con obras de artistas como Robert Rauschenberg, Richard Deacon, Tony Cragg o Jason Martin. Un espacio que más que un stand parece un museo de arte contemporáneo.
Pero si hay un español que destaca en cuanto a presencia en la feria este es Secundino Hernández, de quien puede verse obra en las galerías Krizinger, Heinrich Ehrhardt y Forsblom. Y es que Secundino vive un dulce momento con sus exposiciones en el CAC de Málaga, en Frankfurt y en Helsinki.
Dos buenas galerías
El recorrido por esta selección totalmente subjetiva de las obras más destacadas de ARCO finaliza en el pabellón de la galería 7, por aquello de realizar un itinerario circular. Y es allí, cerca de la salida, donde podemos encontrar dos buenas galerías para despedirnos de esta edición de ARCO: la alemana Kewenig y la española Cayón. Kewenig ha apostado este año claramente por William Kentridge, a quien el Reina Sofía dedica en estos momentos una interesante exposición centrada en su faceta de escenógrafo. Y, por su parte, Cayón presenta una vez más grandes nombres de la segunda mitad del siglo XX como son Cruz Díez (del que también hay obra en la galería parisina de Denise René), Josef Albers, Julio González o Dan Flavin, de quien se puede contemplar una soberbia exposición en la sede madrileña de esta galería.
En definitiva, arte para dar y tomar y para huir de polémicas estériles por mucho que algunos se empeñen en lo contrario.