Carlos Sánchez Rey
Nos acercamos a la ciudad que muchos consideran la más bonita de Europa. La capital de la República Checa es de tres pueblos: checos, alemanes y judíos. Antaño, bajo la órbita comunista, la ciudad era oscura por la suciedad en las fachadas de sus edificios. Y esa grisura evocaba la miseria socialista muy típica de los países del este. Ahora, bendecida por los fondos europeos, está reluciente. Han limpiado los edificios y muestran el esplendor del pasado. El turismo ha traído una riqueza que las autoridades han empleado en conservar la urbe.
Praga, a pesar de los tiempos de pandemia, ha mantenido su intenso calendario de ferias, mercadillos, conciertos y exposiciones que le dan ese aire de festival perpetuo. En Chequia la gente lee bastante y escucha música en salas de concierto, iglesias, hoteles o en la misma calle. Es muy recomendable el festival de música de primavera que ocupa tres semanas de mayo y atrae a orquestas del mundo entero. No solo es de música clásica, sino también de jazz y música moderna.
Elegimos el hotel Four Seasons, una vivencia en sí misma, como punto de partida y de llegada de nuestras incursiones a los alrededores. Desde aquí todo queda cerca. Situado junto al río Vltava (Moldava ), nos recibe un grupo de volúmenes suntuosos y agradecidos por la rehabilitación que les ha devuelto la vida al unir cuatro edificaciones diferentes, cosiéndolas con maestría y formando un todo de cuatro estilos dispares: renacentista, barroco, neoclásico y actual.
Esta aventura arquitectónica variopinta crea un ambiente sofisticado y elegante. Otro detalle, sello de la casa, son los arreglos florales. Impresionan tanto como el mismo envoltorio. Los presentan en jarrones de cristal transparente para que el huésped y visitante disfrute, nada más entrar, una sensación de frescura y elegancia.
Una visita al SPA nos permite relajarnos. Realmente sentimos las manos de la terapeuta recorrer toda nuestra anatomía hasta que esta adquiere su olvidada suavidad muscular y es entonces cuando despertamos de ese bendito aturdimiento y regresamos a nuestro cuerpo, ahora más flexible y agradecido. La decoración y las vistas de una ciudad de cuento lo hacen uno de los SPA más cozy en los que nos hemos relajado.
Otra experiencia que ofrecen y que no os podéis perder es salir a navegar en bote privado por el río. El capitán Stefan, todo un personaje, hace que sea una aventura verdadera la invitación a conocer la ciudad desde una perspectiva completamente diferente. Va explicando anécdotas arquitectónicas y sociales mientras se apoya en fotografías con historia e incluso en música específica. Todo aderezado con burbujas de champán que hacen de la vivencia algo imperdible.
Una decisión más que acertada es acabar el día con un menú de degustación en Cotttocrudo, un restaurante italiano que nos presenta la mejor versión de ricottas, focaccias, ostras, huevos onsen, raviolis de pato… Es fácil olvidarse de cuánto más porque los platos vienen maridados con siete vinos que te hacen volar sobre la incomparable orografía de Praga.
El atractivo de Praga está en cada esquina, en los jardines escondidos, en las plazoletas, en los templos barrocos, en las iglesias románicas, en la catedral gótica, en sus palacios renacentistas, y en los edificios modernistas y hasta cubistas. Una combinación única de estilos arquitectónicos que hablan de once siglos de historia. También sorprende su lado más moderno, como la estatua móvil de David Cerry, un tejido de láminas de acero que representan a Frantz Kafka, un personaje irremediablemente unido a Praga. “La mirada no se adueña de las imágenes, son ellas las que se adueñan de la mirada. Inundan la conciencia”, escribió y muy bien se aplica a la ciudad en la que nació.
Su belleza también está en su geografía. Praga ocupa un emplazamiento a orillas del río por donde transitan barcazas y piraguas, y en sus riberas habitan cisnes y nutrias. En lo alto de su colina, dominando el paisaje, se alza la Ciudadela del Castillo, integrada por antiguos palacios, fortificaciones, jardines y rincones como el callejón dorado. Ahí, en la casa número 22, Kafka escribió La Metamorfosis.
Toda la ciudad es una enorme referencia histórica, una ciudad medieval que pervive en pleno siglo XXI. Para verla con perspectiva, subimos al parque de Letna, con sus jardines llenos de paisajes románticos y sus vistas espectaculares sobre la ciudad que permite orientarnos para bajar hacia el río, el centro.
Propongo pasear sin rumbo fijo, como nosotros. Ir dejando Praga se muestre en su plenitud y que las sorpresas se vayan encadenando en un rosario de descubrimientos. Los Jardines de Wallestein, con sus macizos de flores y sus hileras de setos perfectamente recortado. La torre del ayuntamiento de la Ciudad Vieja que alberga un reloj astronómico de más de diez siglos de antigüedad y que sigue dando puntualmente la hora. Una cervecería que permite degustar suculentas Pilsen de las 35 fábricas que hay en Praga. El Beer SPA, para bañarse en cerveza y cuidarse la piel.
La oferta gastronómica es variada. Desde el Gran Café de Oriente, con su decorado del siglo pasado, o el restaurante de la Casa Municipal, estilo Art Deco, que sirve una deliciosa comida internacional, hasta el famoso Kantyna, templo de la carne instalado en un antiguo banco y logia masónica. Uno de los lugares favoritos para los residentes para degustar goulash de buey, codillo, pato al horno o albóndigas rellenas de frutas. La comida checa es sabrosa y especiada y también calórica para contrarrestar el frío. Su repostería la podemos encontrar en la pastelería Mysak, de donde nadie debe irse sin haber probado la tarta de moka.
Nos acercamos al barrio judío. Cuando era un gueto se les obligaba llevar un sombrero amarillo de copa alta cada vez que salían del barrio a comerciar. Hablaban yiddish, una mezcla de hebreo, alemán, francés y ruso. Hoy apenas quedan doscientas familias, todas sobrevivientes del Holocausto, que se dedican a preservar la herencia del judaísmo.
De las 37 sinagogas originales quedan 6, una fue fundada por los judíos expulsados de España en 1492 y se le conoce como Sinagoga Española. Se encuentra en un lugar apartado Su arquitectura excepcional de carácter morisco parece una burbuja lejos de la ciudad.
Su cementerio es el más antiguo de Europa (se remonta a 1439). Unas 12.000 tumbas emergen de la tierra chocando entre sí, entremezclándose como si se tratara de un decorado. Cuánto sufrimiento bajo esa tierra, cuánto dolor, cuántas historias nos conmueven con la poderosa evocación de esas piedras viejas, de esos lugares atravesados por cinco siglos, en donde vivió una población perseguida y estigmatizada.
Hoy es un barrio rico con la calle Parizska, convertida en la arteria que acoge las tiendas de marcas de lujo. Podríamos seguir descubriendo maravillas pero nuestro tiempo llega a su fin y acabamos así este viaje pensando en la siguiente visita a esta ciudad que nos fascina y de la que nunca nos cansamos.