Hollywood nos tiene acostumbrados, y más últimamente, a presentarnos versiones remozabas o actualizaciones de viejos éxitos de taquilla. El Parque Jurásico se amplió para ser un Mundo Jurásico. Un Rocky avejentando volvió para entrenar al hijo de su viejo rival y amigo. Terminator nos mostró que los robots también envejecen. Y ahora el siglo XXI nos ofrece un remake de la vida real: el regreso de los locos años veinte.
En la segunda década de la centuria pasada, la resaca del fin de la Gran Guerra, la explosión industrial y una economía creciente en Estados Unidos y algunas regiones de Europa produjo una ola de locura y excesos que solo terminaría al estrellarse con la dura realidad del crac de 1929 y la Gran Depresión que le siguió.
Esos locos años no estuvieron exentos de crisis, pobreza, guerras, colonialismo y enfermedades. No obstante en algunas de las potencias de la época, el desenfreno, la ostentación, el hedonismo, el consumo exacerbado se convirtieron en la regla. Son imágenes que hoy nos parecen hasta graciosas, pero aún se habla de esos locos años, y del charlestón, el baile de moda, y los sombreros de pajilla.
Liberación después del drama
Los sociólogos, antropólogos e historiadores atribuyen esa época de desenfreno a tres factores fundamentales. Primero, la irrupción y crecimiento de nuevas tecnologías, que hacían creer que todo era posible. Hubo grandes inventos y grandes logros. Se podría volar, viajar, iluminar las ciudades y curar enfermedades mortales.
Segundo, la vuelta a los tiempos de paz, después de la mayor conflagración que el mundo había visto en toda su historia. Por supuesto, nadie sabía que una mucho más cruel y mortífera esperaba a la vuelta de la esquina. También fue un factor la necesidad de sentirse vivos tras la gripe española que causó más de 40 millones de muertes. Se destapó un frenesí de excesos.
Y en tercer lugar, el repunte económico que trajo la posguerra. Una vez más, nadie sabía que la Gran Depresión acechaba, hasta que llegó su hora.
La versión de la era digital
Conocer el pasado ayuda a entender el presente y proyectar el futuro. Y eso es precisamente lo que hace Nicholas Christakis, codirector del Instituto de Ciencias de las Conexiones en la Universidad de Yale y autor de Apollo’s Arrow: The Profound and Enduring Impact of Coronavirus on the Way We Live (La flecha de Apolo: el impacto profundo y duradero del coronavirus en nuestro modo de vida).
Tendiendo en cuenta que los años veinte del tercer milenio coinciden (como sus «parientes» de la anterior centuria) con los estertores de una pandemia mortal, ha surgido una teoría sobre los comportamientos sociales posteriores a una crisis sanitaria. Es lo que Nicholas Christakis, haciendo uso de su condición de epidemiólogo y médico famoso por sus investigaciones sobre redes sociales y ciencia biosocial, se ha propuesto estudiar.
Christakis afirma en su libro que los hábitos sociales a los que las personas estaban acostumbrados se han visto tan truncados con la pandemia que una vez que termine el asedio del SARS-CoV-2 se vivirá una especie de «locos años veinte».
Un cambio previsible
“Durante las epidemias aumenta la religiosidad, las personas se vuelven más abstenidas, ahorran dinero, se vuelven reacias al riesgo. Estamos viendo todo eso ahora, como se ha visto durante cientos de años en las epidemias”, dice Christakis.
La cicatriz que dejan las pandemias tiene que ver con la pérdida de personas y con la pérdida de nuestra salud, pero también con la pérdida de una forma de vida. La gente se siente afligida por no poder salir a comer con los amigos, no poder ir al cine o al teatro, no poder caminar por el parque o conversar en el bar. Desapareció el entorno y sus acompañantes.
Pero como las indigestiones, las pandemias no son eternas. Las cosas comenzarán a cambiar a medida que la sociedad distribuya la vacuna y genere su autoinmunización, probablemente hasta el 2021, y se recupere de la devastación socioeconómica que ha provocado, quizás en 2023.
Muy probablemente, en 2024 la gente comenzará a buscar esas experiencias que se anhelan y que actualmente no se pueden realizar. Los estadios llenos, los clubes nocturnos abarrotados y los espectáculos florecientes.
Las restricciones se acabarán y la gente buscará incansablemente relacionarse con los otros. “Hacia 2024 las tendencias de la pandemia se habrán revertido. La gente va a buscar interacción social sin pausa. Eso podría incluir sexo licencioso, mucho gasto y menor religiosidad”, aseguró.
Lo que falta por hacer
Sin embargo, Christakis subraya que «explosión de los locos años veinte» no está a la vuelta de la esquina. No hay que precipitarse ni adelantarse. Con dos vacunas autorizadas, actualmente solo hay dosis suficientes para una pequeña fracción de la población, y solo en las naciones ricas.
Los científicos deben continuar desarrollando otras vacunas candidatas, las autoridades evaluarlas y aprobarlas. La gente tendrá que ponérselas para llegar a una franja suficientemente amplia de la población para extinguir la pandemia. También se seguirá aprendiendo sobre las vacunas, incluido cuánto tiempo dura la inmunidad que confieren y si son seguras para los niños.
El año 2021 pondrá a prueba la resistencia del mundo para continuar con la distancia social, lavarse las manos, usar máscaras y evitar las multitudes. Christakis advierte que hemos demostrado ser muy vulnerables al liderazgo deficiente, a la falta de coordinación y la desinformación generalizada durante una pandemia. Sucumbir a la desinformación, la división y la negación también son características tan típicas de una pandemia que podrían ser «necesarias» como vía de enseñanza práctica. Christakis confía en que siguen existiendo reservas de experiencia y es posible que podamos unirnos para enfrentar lo que está todavía por venir.
El efecto de las pandemias
Recuerda que a lo largo de la historia las epidemias han tenido un impacto en la economía. La actual no es la excepción.
Muchos piensan que las medidas de los gobiernos son la causa de que la economía se contraiga, pero no. «Es el virus la causa de que la economía se desacelere. Las economías colapsaron también en la antigüedad cuando ocurrían las plagas, y ningún gobierno ordenaba cerrar las escuelas, cerrar los restaurantes y los bares», explica.
“Creo que tendremos una recesión seria y que durará bastante. Y los jóvenes y otros miembros vulnerables de la sociedad serán los más afectados. Muchos de ellos cargarán las cicatrices durante mucho tiempo. Hay distintos tipos de impacto —social, psicológico, económico y clínico— en gente distinta —jóvenes, viejos, adultos— de distintos orígenes y niveles económicos”, anotó.
Un futuro incierto
A pesar de todo, Christakis se muestra optimista. “Somos una especie notable. No ignoro los horrores que los seres humanos se pueden infligir unos a otros, pero veo lo bueno en la gente. Tenemos muchas cualidades maravillosas, como la capacidad de amar y de cooperar, la amistad y la capacidad de hacer sacrificios para el beneficio de desconocidos, de enseñar y de aprender entre nosotros. Evolucionamos para hacer estas cosas”, detalló.
La gran pregunta es cuán acertadas serán las predicciones de Christakis. Si tiene razón, estaremos destinados a pasar a la historia como una generación de excesos, la de los «nuevos locos años veinte». Será una versión actualizada, la digital, impulsada por la resaca que habrá dejado la COVID-19. ¿Cómo nos describirán los libros de historia?
Lea también en Cambio16.com: