La idea de que todo está conectado y tiene conciencia ha sido una de las premisas de muchas religiones. Hay una teoría filosófica que lo respalda: El pansiquismo. Sostiene que todo en el universo posee una mente o una cualidad similar a la mente. Actualmente está experimentando un resurgimiento entre los científicos contemporáneos.
La teoría propone que todo, desde las rocas hasta el sol, tiene una forma de conciencia inherente. Para algunos, el panpsiquismo puede parecer un enigma metafísico, y la conciencia, una ilusión creada por una mente que ha superado sus capacidades naturales. Sin embargo, los defensores del panpsiquismo sostienen que el mundo está completamente despierto y consciente.
En otras palabras, todo en nuestro universo podría tener la capacidad de experimentar una forma de percepción consciente. Esta visión del mundo, aunque pueda parecer radical para algunos, ofrece una nueva perspectiva sobre la naturaleza de la conciencia y su lugar en el universo. A medida que continuamos explorando estas ideas, es posible que descubramos que la conciencia es un fenómeno mucho más omnipresente de lo que habíamos imaginado.
Fascinante relación conciencia-mente
La conciencia tradicionalmente se define como el conocimiento que un individuo tiene de sus pensamientos, sentimientos y actos. Es la capacidad de reconocerse a sí mismo, tener percepción de su existencia y entorno. La conciencia implica un dominio sobre los propios sentidos, permitiendo a una persona tener conocimiento de lo que ocurre consigo y a su alrededor. Además, es ese estado mental que nos permite percibirnos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, es un fenómeno fascinante.
Nos permite tener una percepción subjetiva de nuestros pensamientos, emociones, sensaciones y experiencias. Nos da la capacidad de reflexionar sobre nuestras acciones, tomar decisiones informadas y tener un sentido de identidad y autoconocimiento. Es un aspecto fundamental de la experiencia humana y juega un papel crucial en nuestra capacidad para interactuar con el mundo de manera consciente y reflexiva.
La relación entre conciencia y mente es un tema complejo que ha sido abordado desde diferentes perspectivas. Mientras la conciencia se refiere al estado de percepción y conocimiento de uno mismo y del entorno, la mente engloba las facultades intelectuales y psíquicas de una persona, como la atención, la memoria, el razonamiento, entre otros aspectos.
Ubicar la conciencia
En términos generales, la conciencia se considera como un estado de la mente que permite a una tener una percepción de sí misma, de sus pensamientos, emociones y experiencias. La mente, por su parte, es el sustrato en el que se desarrolla la conciencia y donde se procesan las diferentes funciones cognitivas y emocionales que influyen en la percepción consciente.
Desde una perspectiva filosófica y científica, la relación entre la conciencia y la mente ha sido objeto de debate y reflexión. Algunas corrientes argumentan que la mente es el soporte físico de la conciencia. Mientras que otras plantean que la conciencia es un fenómeno más complejo e inobservable físicamente. Lo que ha llevado a cuestionamientos sobre la naturaleza de la mente y su relación con la conciencia.
Uno de los grandes misterios a resolver por la ciencia es dónde está ubicada la conciencia. Siempre se supuso que en el cerebro. Una nueva teoría propuesta por un estudio realizado en Inglaterra, la conciencia humana no se encuentra ubicada en el cerebro. En lugar de eso, la investigación sugiere que la conciencia reside en la energía electromagnética generada por impulsos eléctricos compartidos entre neuronas. Esta teoría plantea que la conciencia está en el campo electromagnético del cerebro, donde se encuentran los pensamientos, movimientos y procesos mentales de cada individuo. En concreto, para algunos científicos, para tener conciencia hay que tener un cerebro.
Pansiquismo
No es así para el pansiquismo. El término fue acuñado por el filósofo italiano Francesco Patrizi a finales del siglo XVI, combinando las palabras griegas παν (pan, que significa todo) y ψυχή (psique, que significa alma o mente). Sin embargo, el concepto se remonta a la antigua Grecia, cuando el astrónomo, matemático y filósofo presocrático Tales proclamó que “todo está lleno de dioses” y Platón, uno de los filósofos más estudiados del mundo, afirmó que el mundo es en realidad un ser vivo dotado de alma e inteligencia.
Gottfried Wilhelm Leibniz de Alemania, Baruch Spinoza de Holanda y Bertrand Russell de Gran Bretaña propusieron conceptos parecidos. En el ámbito científico, Arthur Eddington, un astrónomo británico conocido por validar el fenómeno explicado por la teoría de la relatividad de Einstein, fue el principal defensor histórico del panpsiquismo.
El panpsiquismo ganó popularidad en el siglo XIX en Occidente, defendido por figuras como el filósofo del pesimismo Arthur Schopenhauer y el padre de la psicología moderna, William James. Sin embargo, con el surgimiento del positivismo lógico en Viena en la década de 1920, que sostenía que solo el conocimiento científico empíricamente probado era aceptable, todo lo demás era metafísica. Lo que demolió al panpsiquismo.
Renace interés
A pesar de los avances en la ampliación del poder de nuestros cerebros biológicos y nuestra capacidad para convencernos de que tenemos una mente unificada y consciente, la incapacidad de las ciencias empíricas para resolver el difícil problema de la conciencia reavivó recientemente el interés por el panpsiquismo. Lo que también ha sido impulsado por los avances en neurociencia, psicología y física cuántica.
En 2004, el neurocientífico y psiquiatra italiano Giulio Tononi propuso la teoría de la información integrada de la conciencia, que sostiene que la conciencia está muy extendida y puede encontrarse incluso en algunos sistemas simples. Diez años después, el prestigioso neurocientífico estadounidense Christof Koch argumentó en un artículo publicado en Scientific American que la idea de que los sentimientos subjetivos surgen de la materia física es contraria a un axioma comúnmente aplicado en la filosofía y la ciencia moderna: el “ex nihilo nihil fit”, o que “de la nada no sale nada”.
Koch sostuvo que, al igual que las partículas elementales tienen alguna carga o ninguna, la conciencia surge donde hay trozos organizados de materia. La Teoría Integrada de la Información (IIT) de Koch proporciona un enfoque científico, constructivo, predictivo y matemáticamente riguroso del panpsiquismo. Según el cual la conciencia está vinculada a un sustrato físico, pero no se reduce a él. Por ejemplo, la experiencia de ver el color azul aguamarina está firmemente conectada al cerebro, pero es distinta del cerebro en sí. Koch considera que su teoría es un avance significativo hacia la solución definitiva del antiguo dilema de la relación entre la mente y el cuerpo.
Una ilusión
No todos están de acuerdo con la teoría del panpsiquismo. El Dr. Keith Frankish, profesor honorario de filosofía de la Universidad de Sheffield, sostiene que el panpsiquismo actual se encuentra en un “limbo metafísico”, resultado de lo que él llama “despsicologización de la conciencia”. Según Frankish, intentamos entender la conciencia a través de nuestras experiencias sensoriales inmediatas, negándonos a reconocerla como una función psicológica.
Frankish argumenta que, si la conciencia no está esencialmente conectada a los procesos cerebrales, entonces no hay razón para pensar que debe estar restringida a los cerebros. Para él quizás todo tenga un pequeño brillo interior. Sin embargo, este punto de vista tiende a socavar la importancia de la conciencia. Si la conciencia no influye en nuestra forma de reaccionar, ¿por qué debería importarnos a nosotros o a cualquier otra persona?, afirma.
Frankish propone una visión opuesta al panpsiquismo. Mientras que los panpsiquistas creen que la conciencia está en todas partes, Frankish sostiene que la conciencia, del tipo no funcional y de brillo interior, no está en ninguna parte. Según él, la conciencia no existe. Solo pensamos que existe porque estamos bajo una especie de ilusión sobre nuestra propia mente, una visión que él llama “ilusionismo”.
En otras palabras, los humanos hemos ampliado enormemente el poder de nuestros cerebros biológicos y, mediante poderosos trucos como la automanipulación o habilidades sólidas para resolver problemas, nos hemos convencido de que tenemos una mente unificada y consciente, un yo, un alma. Todo esto es una ilusión, según Frankish.
Hasta el Sol
El biólogo y autor Rupert Sheldrake, mantiene una visión antitética. Considera un hecho irrefutable que no sólo los humanos tinenconciencia, sino que toda la galaxia también la tiene. Sheldrake, mejor conocido por su hipótesis de la resonancia mórfica, un proceso mediante el cual los sistemas autoorganizados heredan una memoria de sistemas anteriores similares, afirma que los organismos similares comparten misteriosas interconexiones telepáticas y que las especies comparten recuerdos colectivos.
En un artículo que publicó en el Journal of Consciousness Studies en 2021, Sheldrake preguntó “¿Es consciente el Sol?” Para él, sin duda lo es. “La conciencia no necesita limitarse al cerebro”, dice Sheldrake. “El vínculo entre la mente y los sistemas físicos parece darse a través de campos electromagnéticos rítmicos, que por supuesto están presentes en nuestro cerebro. También están presentes dentro y alrededor del sol, y podrían ser la interfaz entre la mente solar y el cuerpo del sol”.
Por lo tanto, si el Sol es consciente, es probable que sea consciente de las actividades dentro del sistema solar, incluso aquí en la Tierra, y también de su relación con otras estrellas dentro de la galaxia y con la galaxia en su conjunto. Quizás sea una cuestión de posicionamiento personal en el mundo. De lo cual surgen múltiples interrogantes: ¿Nada a mi alrededor es consciente? ¿Todo lo que me rodea es consciente? Si esto último es cierto, ¿dónde termina mi conciencia y comienza la tuya?
No es de extrañar que los científicos describan la conciencia como la abuela de todos los misterios del comportamiento humano. Sin embargo, si usted se suscribe a la visión panpsiquista, le sorprenderá saber que el sol consciente toma decisiones. “Es posible que pueda elegir en qué dirección enviar erupciones solares o eyecciones de masa coronal, que pueden tener un efecto enorme en la vida en la Tierra, y a las que nuestras tecnologías son muy vulnerables”, dice Sheldrake.
Arquitectura de la conciencia
Cuando se habla de conciencia (o mente), siempre hay cierta confusión. Un punto básico es que aún no existe una explicación científica universalmente aceptada sobre su origen o ubicación, ya sea que consideremos que la conciencia se crea en nuestros cerebros a través de la activación de nuestras neuronas, o que exista independientemente de nosotros.
Nuevas investigaciones sobre la física, la anatomía y la geometría de la conciencia han comenzado a revelar su posible estructura. En otras palabras, podríamos estar cerca de identificar una verdadera arquitectura de la conciencia. Como la que se basa en la teoría de la reducción objetiva orquestada (Orch OR), propuesta por primera vez en la década de 1990 por el físico ganador del Premio Nobel Roger Penrose, Ph.D., y el anestesiólogo Stuart Hameroff, MD. En términos generales, esta teoría sostiene que la conciencia es un proceso cuántico facilitado por microtúbulos en las células nerviosas del cerebro.
De acuerdo con su teoría la conciencia es una onda cuántica que pasa a través de estos microtúbulos. La conciencia cuántica debe ser invariante en escala, como un fractal. Pero cuando tienes un estado de conciencia elevado, es porque está tratando con una conciencia de nivel cuántico que es capaz de estar en todos los lugares al mismo tiempo. Significa que su conciencia puede conectarse o entrelazarse con partículas cuánticas fuera de su cerebro; en teoría, en cualquier parte del universo. O sea, con todo.
Filosofía y ciencia
Si las cosas pueden tener conciencia, (aunque no tengan cerebro) es un debate vigente entre filosófos y científicos. Según la teoría del panpsiquismo, cada partícula posee una forma de conciencia mínima e infinitamente simple. Sin embargo, el consenso predominante en la neurociencia es que la conciencia (aunque no se sabe exactamente dónde está) es una propiedad emergente del cerebro.
El filósofo australiano David Chalmers introdujo en 1995 la idea de que existen dos problemas distintos relacionados con la conciencia: uno “fácil” y otro “difícil”. El problema “fácil” se refiere a aquellos aspectos de la conciencia que pueden ser explicados científicamente con las herramientas y conceptos que disponemos. En este sentido, la conciencia se define como la habilidad de discriminar, categorizar y reaccionar a estímulos ambientales, de fijar la atención, de controlar el comportamiento de forma deliberada, y de diferenciar entre estar despierto y dormido.
El “difícil” se refiere a la experiencia subjetiva de la conciencia. Cuando pensamos y percibimos, hay un ejercicio de procesamiento de información, pero también hay un aspecto subjetivo. La ciencia puede explicar cómo el ojo ve o mapear qué zona del cerebro procesa el dolor, pero no puede detectar la experiencia en sí misma: cómo alguien en concreto percibe el color rojo o qué siente al darse un golpe fuerte en la rodilla.
Para buscar soluciones a este problema “difícil” se necesitan ideas radicales que puedan parecer un contrasentido o incluso un sinsentido. Es aquí donde entra el panpsiquismo, una teoría filosófica que sostiene que todo en el universo posee una forma de conciencia. Aunque esta idea puede parecer radical, ofrece una nueva perspectiva para abordar el misterio de la conciencia.