Para afrontar los retos de cada día, es imprescindible mantener un estado de calidad mental. Para la doctora Paloma Fuentes González, happytóloga, que se define como “gerente de felicidad”, la felicidad es energía que sale de la mente, un estado mental que produce una energía maravillosa. Se trata de adaptarnos a las circunstancias para dar en cada momento lo mejor de nosotros mismos, lo que enlaza directamente con los procesos de resiliencia.
Paloma Fuentes González es especialista en Medicina del Trabajo y en Psiquiatría Legal y Forense, directora académica del máster Neurofelicidad Individual y Organizacional, Máster INDORG, Coach de SaludLife y presidenta de la Asociación Española de Felicidad ConCiencia y ComPasión. Experta en neurociencia y neurofelicidad, salud basada en la felicidad y la calidad de vida. La Medicina de la Felicidad, un libro que ha batido récords de ventas, es la receta que prescribe para optimizar el bienestar y la calidad de vida. No contiene fórmulas mágicas ni pócimas milagrosas. Solamente veinte ingredientes sencillos para fortalecer la salud mediante el cuidado del cerebro y la mente. Se describe a sí misma como happytóloga, apasionada y formada en la Ciencia de la Felicidad, disciplina que estudia y promueve los vínculos entre el cerebro, la felicidad, la salud positiva y el bienestar psicofísico y social de las personas.
Suele insistir en que es preciso reforestar la conciencia. ¿A qué se refiere?
Me refiero a que es importante tener siempre presente que es nuestra mente la directora de orquesta de nuestra vida. Todo lo que somos y hacemos cada día sale de ella. Pero nuestra mente tiene dos versiones claramente diferenciadas: la mente inconsciente y la consciente. En el inconsciente guardamos los aprendizajes que integramos desde nuestra niñez, con sensaciones y experiencias que se van acumulando a lo largo de la vida.
El inconsciente suele tener mala fama, pero realmente es magnífico porque optimiza nuestras decisiones banales, moviliza una gran cantidad de información con la que ya contamos, de una forma muy rápida, y no solo eso. Entre otras estupendas aportaciones, hace que “automaticemos” tareas que resultan complejas como conducir, leer, comunicarnos, y eso nos lo pone mucho más fácil. Es decir, el inconsciente es un gran aliado en nuestra vida, el problema surge porque si prácticamente todo lo realizamos en “modo” inconsciente (casi el 95% de nuestra actividad mental diaria), ¿dónde queda nuestra libertad para elegir, para promover cambios y para incorporar nuevos aprendizajes que nos permitan ampliar nuestra perspectiva en todo?
Sabemos que en modo inconsciente nuestra mente viaja permanentemente del pasado al futuro, una y otra vez, y casi siempre con connotaciones desagradables, negativas. En ese itinerario repetido ser feliz no es una opción. La felicidad es un estado de energía que solo aparece en una mente en “modo” consciente, es decir, en una mente que vive el instante presente, al aquí y ahora. Por eso es tan importante que reforestemos la consciencia, regándola y abonándola con prácticas diarias para que logremos que ese escaso 5% de tiempo diario en que nuestra mente consciente toma las riendas, crezca, sea frondoso y le vaya ganando terreno al inconsciente, para darle más oportunidades a la felicidad en nuestra vida.
¿Cómo se puede entrenar la felicidad?
Aprovechando la maravillosa cualidad neuroplástica de nuestro cerebro, que se remodela cada día en función de nuestras experiencias, aprendizajes, y también de los desaprendizajes, podemos incorporar cada día a nuestra mente algunas de las herramientas (la gratitud, la generosidad, el perdón, la ecuanimidad, etc.), que se han demostrado enormemente eficaces en lograr cambios mentales para conseguir esa energía fantástica que es la felicidad.
Matemáticamente es posible afirmar que dedicarle 1,44 minutos cada día a entrenar nuestra mente (el 0,1% del día, pero eso sí, todos los días), ya lograría cambios relevantes al cabo de 30 días. Pero mi consejo es que ese entrenamiento sea con pequeños hitos de corta duración extendidos a lo largo de la jornada.
Lo significativo es que desde que nos despertemos hagamos consciente la importancia de cuidar nuestra mente introduciendo microprácticas a lo largo del día que la van a hidratar, nutrir y limpiar, al igual que hacemos con nuestro pelo o con nuestra piel. Entrenar nuestra mente para la felicidad es un proceso diario que exige voluntad (querer hacerlo), confianza (creer que se puede lograr), constancia … y mucho disfrute a lo largo del camino.
¿Cómo se relacionan las emociones con la medicina?
Tradicionalmente, el mundo de las emociones no se ha abordado con la extensión y profundidad suficientes en medicina, pero en las últimas décadas esa situación está experimentando un cambio palpable desde que la evidencia científica nos demuestra que la integración entre la salud en su conjunto (física y mental) y todo nuestro mundo mental (las emociones y los pensamientos) es constante e íntima.
Los seres humanos somos energía en un 99,99% de nuestra composición corporal, y en un 100% de nuestra composición mental. Esa energía se produce y distribuye en forma de un lenguaje químico por las células de nuestro organismo, con mensajes que favorecen el equilibrio de nuestro medio interno o, por el contrario, que impulsan el desequilibrio de nuestra homeostasis. El equilibrio mantiene la salud, el desequilibrio provoca enfermedad. Las emociones son pura energía y, por tanto, intervienen directamente favoreciendo estados de salud o estados de enfermedad.
La maravillosa noticia es que somos capaces de influir positivamente favoreciendo nuestra salud de muchas maneras, pero una de las más importantes es aprendiendo a regular la duración e intensidad de nuestras emociones para transformarlas en adaptativas cuando no lo son. Personalmente, me encantaría que pronto podamos ver todo esto como parte imprescindible de la formación de nuestros futuros médicos.
El estrés forma parte de la vida. ¿Se trata de gestionarlo adecuadamente? ¿Se puede estar felizmente estresado?
Efectivamente, el estrés es un proceso fisiológico maravilloso que nos protege y nos ayuda a crecer cuando lo necesitamos. Es el buen estrés. El problema es que puede convertirse en un claro enemigo para nuestra salud si lo cronificamos y no “manejamos” adecuadamente. Sería el mal estrés. Por ello, es muy importante diferenciarlos entre sí para favorecer el primero y evitar el segundo.
Conocer cómo funciona el ciclo natural del estrés y los mecanismos que nos permiten reducir sus efectos patológicos es el primer paso para lograr transformar el distrés en eustrés (a mí me gusta más el nombre de ecoestrés).
Entrenarnos en neurofelicidad es uno de esos mecanismos que facilitan el maravilloso ecoestrés. Por eso, la respuesta a la última pregunta es sí, se puede (y se debe) estar felizmente estresado. Precisamente, desde esa línea de trabajo partió el desarrollo del Modelo Happynet con el que se creó la primera Gerencia de Felicidad en una gran empresa como es Mahou-San Miguel.
Aborda la salud como capacidad de adaptación. ¿Cómo desarrollar hábitos y conductas saludables?
Yo entiendo la salud como el estado en que las personas son capaces de llevar una vida satisfactoria y coherente en la situación en la que se encuentran, sea cual sea. Un estado que construimos y reconstruimos cada día con muchos ladrillos. La capacidad de adaptación es uno de los ladrillos más sólidos en el edificio de nuestra salud, pero hay muchos otros: lo que comemos, lo que nos movemos, lo que pensamos, lo que sentimos.
Todos conocemos casos de personas con problemas físicos importantes, y que, sin embargo, son capaces de hacer auténticas proezas. Son personas que se focalizan en lo que tienen en lugar de focalizarse en lo que les falta. Por eso, para desarrollar hábitos y conductas saludables necesitamos un cambio de mentalidad, una mentalidad creadora de salud, sintiéndonos los auténticos protagonistas y responsables de nuestra salud y nuestra vida.
Focalizando nuestra atención en todos los factores de potenciación de salud con los que contamos en nuestra vida e incorporando progresivamente otros nuevos de refuerzo. Como lo desarrolló Aaron Antonovsky en su teoría de la salutogénesis (cuya lectura recomiendo siempre), la clave no está solo en disponer de los recursos, sino en desarrollar la habilidad de saber utilizarlos.
De la mano de Dan Siegel, fundador del Centro de Investigación Consciente de la Universidad de California en Los Ángeles, descubrió la integridad neuronal, una exploración profunda del poder del cerebro para promover el bienestar. ¿Todo está en nuestra mente? ¿Qué soluciones aporta la neurociencia?
La neurociencia nos muestra el conocimiento sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, un conocimiento que nos muestra el origen de muchos de nuestros comportamientos y elecciones diarias, y cómo esos comportamientos y elecciones influyen directamente en nuestra salud física, nuestra salud mental y nuestro desarrollo vital en general.
La neurociencia nos muestra que desde la consciencia podemos “aliarnos” positivamente y seremos más creativos, tendremos mejores vínculos sociales, seremos más eficaces en todo y, sobre todo, seremos más saludables y afrontaremos mejor los retos que vayan surgiendo.
La clave es: ¿cómo hacernos aliados de nuestra mente? Nuestra propuesta es: desde el entrenamiento de 20 maravillosas herramientas mentales que trabajan en cuatro grandes áreas del cerebro: la consciencia, la coherencia, la flexibilidad y la salud biológica. Esas 20 herramientas que proponemos son el resultado de miles de investigaciones en las mejores universidades del mundo. Trabajar en nuestra mente es el agujero negro más importante de nuestra sociedad, y del que surgen muchos de los grandes problemas a los que vamos a tener que hacer frente.
También influyó su conocimiento de la técnica de Reducción del Estrés en la Atención Plena (REBAP) del profesor neoyorquino Jon Kabat-Zinn, que mezcló zen, yoga y budismo con la ciencia occidental. ¿Es el origen del mindfulnes?
El origen de mindfulness se sitúa hace unos 2.500 años en la tradición budista con la figura de Siddharta Gautama, el buda Shakyamuni, que fue el iniciador de esta tradición religiosa y filosófica extendida por todo el mundo, pero sí, el origen de la práctica del mindfulness en Occidente discurre de la mano de Jon Kabat-Zinn, un médico que en la década de los 60 estudió meditación budista en la India, que conectó los efectos positivos de dicha práctica con beneficios claros para la salud y que, al regresar a Estados Unidos, fundó un programa de reducción del estrés que utilizaba las técnicas de la meditación budista y lo llamó mindfulness.
Cuando me preguntan qué es el mindfulness me gusta utilizar una imagen muy llamativa: la de una lavadora en pleno centrifugado. Así funciona cada día nuestra mente la mayor parte del tiempo. A muchísimas revoluciones, rumiando pensamientos de pasado y futuro sin apenas descanso. Con mindfulness cambiamos de programa nuestra lavadora mental, bajamos las revoluciones, hacemos un aclarado a fondo de nuestras ideas y emociones, y las preparamos para que se nutran plácidamente al sol.
Es partidaria de desarrollar el pensamiento lateral y la creatividad. ¿Antes de encontrar las respuestas es preciso definir las preguntas?
Albert Einstein dijo algo tan significativo como: “Si tuviera que resolver un problema en una hora y mi vida dependiera de ello, dedicaría 55 minutos a encontrar la pregunta adecuada, y 5 minutos a la respuesta”. Efectivamente, es la pregunta la que enciende la imaginación, la creatividad, la que pone en marcha el proceso de elaboración de una respuesta adecuada.
Es importante que trabajar nuestra flexibilidad mental nos ayuda a abrir la perspectiva y ver los diferentes ángulos de cada planteamiento. De donde colocamos nuestra mirada va a depender la respuesta que vamos a encontrar. Por eso, siempre le aconsejo a mis alumnos que, para encontrar la solución a un problema, la solución solo podemos hallarla colocando nuestra mirada siempre más allá del problema, mucho más allá.
Con la división de mente y cuerpo arrastramos un error de siglos desde la Grecia clásica. ¿Los sentimientos son el origen de nuestra cultura? ¿No es posible, como defiende el neurocientífico Antonio Damasio, racionalidad sin emoción?
En una gran parte sí, sin duda. Antonio Damasio es uno de los neurocientíficos por los que siento una especial admiración. Escribió en 1994 un libro fundamental que lleva por título El error de Descartes y por subtítulo La razón de las emociones. En el libro, Damasio explica que el proceso de toma de decisiones está guiado por cambios homeostáticos sutiles o evidentes que el cuerpo genera, en respuesta a estímulos que son inconscientes en su gran parte. La afirmación de Damasio sobre el papel del cuerpo en los procesos de toma de decisiones es una teoría que rompió con el dualismo cerebro-cuerpo, es decir, terminó con la idea de que el cerebro es una parte diferente al resto del cuerpo porque constituye una unidad corporal con el resto.
El cuerpo sirve como base para la representación mental ya que el cerebro es una parte inherente, la más importante, del propio cuerpo. De acuerdo con Damasio, esa “señal corporal” o marcador somático se manifiesta, por ejemplo, cuando el cuerpo presenta sudoración, palpitaciones cardiacas, crispación muscular, agitación, dolor abdominal, etc., sin haber hecho ningún esfuerzo físico prolongado, sino como resultado de una sensación o de una emoción al escuchar algo o estar frente a una situación en particular en la cual el cuerpo reacciona como si realmente existiera un peligro.
Este peligro puede estar físicamente presente o no, pero el cuerpo hace un bucle corporal que lo obliga a responder del mismo modo, sin importar si el peligro es real o imaginario. Aunque solo es una teoría que incluso ha sido refutada por otras publicaciones, a mí me parece muy plausible.
¿Podrá la inteligencia artificial emular nuestra conciencia?
No. En primer lugar, porque aún desconocemos qué es exactamente la conciencia y a través de qué mecanismos se genera. Vamos conociendo la ubicación en el cerebro de muchos circuitos neuronales implicados en lo que todos entendemos por “conciencia”, pero en qué consiste realmente y cómo se crea, continúa siendo un reto para la ciencia. Por tanto, difícilmente podremos reproducirla o emularla artificialmente, por ahora.
Más que de la prevención, es partidaria de la provención, es decir, proveer a las personas de las aptitudes necesarias para afrontar un conflicto. ¿El objetivo no es evitar el conflicto, sino aprender cómo afrontarlo?
El conflicto es consustancial con el ser humano. Y tendemos a darle un significado peyorativo cuando en muchos casos puede resultar enriquecedor. Cada día tenemos conflictos externos e internos a los que hacer frente, muchos de ellos inconscientes. La provención es un paso más en la prevención, igual que la felicidad es un paso más en el bienestar. Es trabajar enriqueciendo nuestra mente con las competencias que nos van a permitir anticiparnos al conflicto de cualquier índole, incluso con nosotros mismos, que suelen ser los más frecuentes.
¿Es verdad que para que cambie el mundo debemos empezar cambiando nosotros mismos? ¿Qué importancia tiene el autoconocimiento en esta transformación?
Es el primer escalón de nuestro camino para lograr una vida más significativa y plena. Necesitamos mirarnos por dentro, aprehendernos, preguntarnos, conocernos o reconocernos, perdonarnos y amarnos. Y hay muchos motivos para ello. El primero, que no podemos amar aquello que desconocemos. El segundo, que necesitamos identificar nuestras necesidades para empezar a trabajar por ellas. Y el tercero, y muy importante, porque es el viaje más apasionante que sin duda ninguna haremos a lo largo de nuestra vida.
La tecnología puede ser una herramienta imprescindible para el progreso y el bienestar. ¿Cómo evitar la deshumanización que puede traer consigo?
La tecnología es maravillosa porque facilita, acerca, conecta, ilumina, descubre, enseña… Yo sueño con que algún día mis nietas aprendan historia o arte “participando” gracias a la realidad virtual en la Batalla de las Termópilas o en la construcción de la catedral de Chartres. Pero, como todo en la vida, debemos utilizar la tecnología con la consciencia y el cuidado que necesita.
No podemos echarle la culpa de la deshumanización que se empieza a percibir en muchas áreas de la sociedad a la tecnología, sino a nuestra propia torpeza como seres humanos para emplearla adecuadamente. Para no dejarnos arrastrar por ella o por otros mil estímulos artificiales que forman parte de nuestro paisaje diario, y por los que vamos abandonando nuestra esencia humana más básica (las buenas conversaciones, la autorreflexión, los pequeños actos de bondad cotidianos…).
Solo evitaremos la deshumanización teniendo consciencia de que lo esencial está en nuestro interior, es el core de las personas. Como dice un proverbio hindú, la clave de alejar la deshumanización es que cada día trabajemos por lo que nunca dejaríamos arrebatarnos en un naufragio.
Las redes sociales multiplican las relaciones, pero no acaban con la soledad y alimentan la toxicidad. ¿Es la soledad la gran pandemia de nuestros días? ¿Cómo fomentar relaciones gratificantes y duraderas?
La gran pandemia de nuestro tiempo es la infelicidad. En la sociedad con más desarrollo tecnológico, económico y cultural, predominan la insatisfacción, la frustración, la ansiedad y el malestar psicoemocional las emociones. Y en forma aplastante. La soledad no deseada es uno de los síntomas y de las causas de esta pandemia de infelicidad, pero hay muchas más. En mi opinión, estamos confundiendo el bienestar económico con el bienestar personal y la felicidad.
Y lo hemos hecho a costa de dejar de lado nuestras señas de identidad esenciales, entre ellas estimulando las relaciones sociales gratificantes y duraderas. ¿Cómo? Acercándonos a los demás con nuestra seña de identidad más importante, el amor. El amor sincero, generoso, auténtico, ese que configuró la especie que somos. Tenemos que perder el miedo a utilizar en las organizaciones la palabra amor.
No vale con tener líderes emocionales, necesitamos líderes bondadosos. No podemos seguir trabajando para motivar a las personas, debemos trabajar para enamorarlas. El amor es una fuerza imparable. Amemos a las personas de nuestro entorno dándoles nuestro tiempo y nuestra atención completa, probablemente las dos riquezas más importantes de las que disponemos.
¿Hombres y mujeres son iguales ante la felicidad?
Sí porque nuestra felicidad es un estado mental y los cerebros de hombres y mujeres son iguales. Tanto es así que cuando lanzamos la primera encuesta CHEF (cuestionario herramientas específicas de felicidad) en una población laboral de 1.000 personas, el índice de Felicidad Ponderada mostró niveles prácticamente idénticos en hombres y mujeres, y resultados que rompieron con algunos valores ampliamente arraigados en el inconsciente colectivo de la sociedad. En concreto, en las competencias generosidad y gratitud puntuaron más los hombres y en las de liderazgo introspectivo y consciencia puntuó más el grupo de mujeres. En todos los casos, la diferencia no fue significativa.