Por JACOBO RIVERO (*)
Cuentan que en los días posteriores al 15-M de 2011, Pablo Iglesias se paseaba por la madrileña Puerta del Sol con cierta desorientación. Le costaba entender que aquello hubiera ocurrido sin su participación protagonista. Él, que desde los 14 años había militado en colectivos de izquierda, era uno más de los miles de ciudadanos que ocuparon las plazas pidiendo “democracia real”. Iglesias se encontraba allí insignificante entre una masa con significados diversos. Cuando Iglesias llegó al centro de la ciudad, en línea recta desde su casa de Vallecas, llevaba un tiempo ocupando las pantallas de televisiones de formato cutre y escasa repercusión. Más allá de algunos illuminati de izquierdas, pocos ciudadanos sabían de su existencia.
El 31 de enero de 2015, Iglesias regresó a la Puerta del Sol. Esta vez para encabezar junto a sus más cercanos colaboradores la “Marcha del Cambio” que convocó Podemos para inaugurar un año político que se antoja decisivo. En esta ocasión todo el mundo le miraba y le apelaban como a un mesías.
A Pablo Iglesias le fue la marcha desde que siendo adolescente entró en la Juventud Comunista de Madrid, la organización juvenil del PCE en la capital. Hijo único, estudiante brillante y con muchas matrículas de honor, al llegar a la universidad abandonó el gris partido para meterse en el más colorido universo de los movimientos sociales. En ambos espacios tuvo un papel importante a la hora de escenificar discursos o hacer llamamientos a la acción. Su viaje con una beca a Italia fue definitivo para esa transformación.
De su etapa de Erasmus en Bolonia volvió con un certificado de pensamiento gramsciano -también un dominio contrastado para cocinar spaghetti alla puttanesca– que completó más tarde con varios másters prácticos en América Latina, con viajes a Venezuela, Ecuador y Bolivia. Enseñanzas, las del Cono Sur, que integró, para cerrar el círculo de influencias, con la lectura del teórico populista argentino Ernesto Laclau, gracias a Íñigo Errejón.
Como profesor en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid fue de los que se gustaban. También a muchos estudiantes que luego le seguirían en la aventura política que construyó para las elecciones europeas de mayo de 2014. Había llegado el tiempo de dar el salto a la política institucional, con una formación alimentada de significantes vacíos, asunto que se puso finalmente de relieve con las apelaciones a la democracia, la ciudadanía, el sentido común o la patria, y con una centralidad que se alejara del eje izquierda-derecha. En el cajón quedó enterrado definitivamente la dialéctica del materialismo histórico, el marxismo complejo y las fiestas con sabor a solidaridad internacionalista y canciones de Carlos Puebla.
Si al cóctel de experiencias pasadas, películas de puño en alto, series de televisión con tensión política morbosa y el programa de televisión conocido como La Tuerka, le añades una familia comprometida con el socialismo democrático y un nombre propio que remite a los orígenes de las luchas obreras en España, la ecuación da como resultado un líder.
Con el salto a los programas de mayor tirada, y los vis a vis con los periodistas Eduardo Inda o Francisco Maruhenda, el impacto fue inmediato. El chico había estudiado para dar bien en cámara, mientras el resto de tertulianos daban, por lo general, un aspecto decadente. El mismo que aparenta buena parte de la clase política del “régimen del 78” en medio de la madre de todas las crisis económicas y de legitimidad que hemos conocido desde la aprobación de la Constitución y la etapa de Transición con alegorías a que hable el pueblo.
Subido a lo alto de la torre de su propia organización -encuentro de Vistalegre mediante- ya no habría nadie que le llevara la contraria o le tosiera en el hombro. Asunto que siempre le resultó molesto en cuantas organizaciones participó. Que el 15 de mayo de 2011 no lo conociera nadie supuso una prueba para él. Había que volver a la misma plaza, pero como abanderado de los anillos circulares que representa Podemos y su voluntad de asaltar los cielos. Todo un reto olímpico si quería llegar el primero a la meta a finales del año 2015. Veremos si lo consigue.
(*) Jacobo Rivero, periodista, escritor y analista político. Autor de Conversación con Pablo Iglesias (Turpial, 2014) y Podemos. Objetivo: Asaltar los cielos (Planeta, 2015), que sale a la venta este martes.
@sputnikjkb