Por Miguel Ángel Artola
05/03/2016
Si el éxito del primer acto político de Arnaldo Otegi tras su salida de prisión se mide por la afluencia de público no hay ninguna duda de que el objetivo de la izquierda abertzale se ha cumplido con creces. Más de 13.000 personas repartidas en dos escenarios, el veterano velódromo donostiarra, con capacidad para poco más de 8000 personas y una enorme carpa desplegada en el exterior, con pantalla gigante de vídeo, para albergar a otras 5000 personas que no podían acceder al abarrotado recinto.
Se había también destacado que Otegi regresaba al velódromo de Anoeta. Un complejo deportivo en el que el 14 de noviembre de 2004 presentó la propuesta de paz de la izquierda abertzale que sería a la postre el inicio del fin de la actividad violenta de ETA. Pero a diferencia de aquel discurso, el pronunciado por Otegi hace unas horas tenía especialmente a la militancia y a los simpatizantes de su partido como principales referentes.
Una militancia que ha sufrido en las dos últimas citas electorales, las municipales y forales y las recientes elecciones generales, dos golpes que le han dejado muy tocada y sin un rumbo claro para el futuro. Tiempo habrá para que Otegi, tras una semanas de reposo con su familia, pueda ir tejiendo el futuro proyecto de la izquierda abertzale que pasa por conjugar un mayor perfil social con la apuesta inquebrantable por el independentismo y el socialismo.
Podemos y su éxito electoral en Euskadi, a costa principalmente de la izquierda abertzale, ha sido también una constante en el discurso de Otegi tras su salida de prisión. Pero sin nombrar las siglas de la formación que lidera Pablo Iglesias a la que se refería como «la nueva izquierda española». A ella le pedía «que sea honesta» y que se sume a los proyectos independentistas vasco, catalán y gallego, cuando vea que es «imposible democratizar el Estado».
Reconocía Otegi su envidia por el proceso soberanista catalán ante la presencia de dirigentes de ERC y de la CUP que acudían a San Sebastián para sumarse al acto político y apostaba por abrir cuanto antes «un segundo frente» en Euskadi a pesar de la posición contraria del PNV al considerar que la izquierda abertzale tiene suficiente fuerza para impulsarlo en solitario a la espera de que se sumen los jeltzales.
Tras los últimos encontronazos electorales, la izquierda abertzale reconoció que habían perdido contundencia en la reivindicación de derechos sociales y que muchos ciudadanos, sobre todos los jóvenes, les habían dado la espalda por opciones más combativas como Podemos.
La nueva estrategia de Sortu pasa por seguir manteniendo la unidad de acción con otras formaciones como Alternativa, Aralar y Eusko Alkartasuna en EH Bildu y acentuar su perfil como organización garante de la justicia social. Abogando por «Estados decentes» que garanticen las necesidades de los ciudadanos. También con un claro mensaje a Podemos y a sus llamamientos a frenar a «la casta» Otegi se reivindica como «militante político» que no «político» a la vez que destaca que en 40 años de ejercicio del poder en numerosos pueblos y ciudades del País Vasco nunca ningún cargo de la izquierda abertzale se ha visto implicado en casos de corrupción.
Otegi ha regresado y la izquierda abertzale le ha vuelto a otorgar solemnemente el bastón de mando de la formación. La salida de Otegi de prisión, tras casi seis años y medio en la cárcel, no podía haber llegado en un momento de mayor necesidad para los suyos. Hoy lograban un subidón de adrenalina, demostrando que Otegi puede lograr volver a llenar grandes recintos y a mantener prietas las filas. Pero está por ver que puedan recuperar al electorado, sobre todo al joven, que ha decidido sumarse a la ola morada dejando el soberanismo a un lado para centrarse en causas aparentemente más mundanas.
El efecto Otegi ha sido intenso durante una semana y la izquierda abertzale ha podido remontar el vuelo tras meses de rumbo a la deriva. Sólo el tiempo dirá si aferrarse al pasado, aunque sea de la mano de su eterno líder, es el mejor camino para conquistar el futuro.