Embajador (E) de Venezuela en Canadá
«Lo cierto es que hemos incurrido en «la desavenencia de los de la misma tierra», nos hemos dado la espalda para apuñalarnos a discreción. Y vamos hendidos como conejos. No ataviados de piel toro, sino de nuestra propia piel…»
Ya lo había dicho el Capitán Alatriste: “Desde siempre, ser lúcido y español aparejó gran amargura y poca esperanza”. ¿Una cita aplicable a quienes hemos nacido en tierras de indias? Algunos hablan de ciclos repetidos de la historia. Quien escribe resume episodios maledicentes del pasado como torpezas consecuentes de una atípica irracionalidad que se resiste reconocer nuestras complejidades y carencias. Veamos…
Recibir órdenes
Nuestra herencia hispana enrola caracteres propios de un linaje costumbrista, conservador, elitesco, reaccionario. No fue imperio dominante de vastos territorios y por más medio siglo por casualidad. “Siempre tuvieron los hispanos un espíritu salvaje debido a su absoluta libertad y a su falta de costumbre en recibir órdenes de nadie” (Apiano). “Hispania es distinta. Más dispuesta para la guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de los hombres” (Tito Livio). “Este reino tan noble, tan rico, tan honrado que dio para el imperio hombres como Trajano, Adriano y Teodosio (Pacato), fue derramado y estragado por desavenencia de los de la tierra, que tomaron sus espadas unos contra otros como si les faltasen enemigos” (ALFONSO X EL SABIO). Y llegó el Quijote de Cervantes para permutar “locura” por valor o el Cantar del Cid quien lanzó su grito “que buen vasallo que fuera, si tuviese buen señor…”.
Todo lo engloba la frase de José Ortega y Gasset: “La rebelión sentimental de las masas, el odio de los mejores, la escasez de estos. He ahí la raíz verdadera del gran fracaso hispano”.
Parafraseando los clásicos sobre ibéricos podríamos decir que en el paralelo décimo [Venezuela], después de un mestizaje con nativos de temple regio y noble, genio silente y pausado, dispuestos a la guerra como defensa o a la muerte por sacrificio, y donde los notables se desdicen y desmarcan de las masas, que somos sospechosamente permisivos con los criminales y enemigos, compasivos y honrados con los forasteros y despreciativos con los lugareños, salvo contadas excepciones; más dispuestos a la paz que a la guerra por la generosidad del terreno y la pereza de encarar desafíos; de espíritu salvaje por libertinos, irreverentes mal administrados, y muy resistidos a recibir órdenes porque en nuestro temperamento, la única que manda, son nuestras madres…
Venezuela también es un matriarcado de actitudes nobles, gallardas y gentiles, que ha parido hombres como Bolívar, Bello, Gallegos, Uslar o Betancourt, donde versiones hidalgas y campeadoras-entre taitas y caudillos- nos han conducido a las más sangrientas montoneras o a los más ilustres partos.
En Venezuela las mujeres retan tanto o más que sus hijos o sus maridos. Pero por alguna extraña razón -aunque siendo de vientre y común- lo usual es nuestra atávica incapacidad para ponernos de acuerdo. Y al decir de Alfonso X El sabio: “tomamos los floretes unos contra otros como si no existiera Maduro y sus pranes”.
Que insania he leer y escuchar: “Es que los de la MUD son más criminales que los Chavistas”. Al decir de Unamuno: “siempre iremos detrás de los curas, porque los hombres que se dicen honrados y de honor, ¡tiemblan!”. Y atrás, vociferan, detrás de las sotanas…
Hablar mucho. Alto y hueco
Por estos días se ofende desde al plebeyo al noble, y se alaba al maledicente. Con gallardía tembleque levantan su voz pidiendo intervención militar sin desenvainar ni una hojilla que les roce una uña. A buen gañote se insta a otros que den su vida por nosotros sin alistar a sus hijos en tan desafiante empresa. ¿Épicas ajenas anunciadas por TV? Como diría Arturo Pérez-Reverte citando a Miguel de Cervantes «Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis alcanzadas glorias, aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas, aquí oscurecieron mis hazañas, aquí definitivamente cayó mi ventura para jamás levantarse», porque desgarrarse vestiduras por una salida militar y violenta endosada al vecino, es un acto tan marrullero, ladino y fatuo que mi abuela [hispana] hubiese dicho: “Con tan buen sazón y mandando a cocinar…”
Tierra de conejos
Nos sigue contando Pérez-Reverte en su Historia de España. «Érase una vez una hermosa piel de toro con forma de España llamada Ishapan, que significaba tierra de conejos[…]habitada por un centenar de tribus de múltiples lenguas que procuraban destriparse a la menor ocasión». Alguna parte de esta historia o de esta realidad, la hemos heredado. Vamos por la vida muy torpemente, destripándonos nosotros mismos. Muy al contrario-por cierto-a los canadienses quienes a pesar de tener un mismo aparador de mestizajes, culturas, lenguas y desencuentros, mantienen la templanza y la racionalidad ante el peor invierno.
Lo cierto es que hemos incurrido en «la desavenencia de los de la misma tierra», nos hemos dado la espalda para apuñalarnos a discreción. Y vamos hendidos como conejos. No ataviados de piel toro, sino de nuestra propia piel…
Este lugar colmado de mestizaje irrepetible, historias libertarias, heroicas y desenfrenadas, de desavenencias y decadencias pero hidalguía, fertilidad y riquezas, se llama Venezuela. Cuando daría por un solo día de señorío y concordia. Ese día seriamos los mejores vasallos, y caminaríamos delante de los curas, sin temblar…
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