Por Gorka Landaburu
24/04/2018
7.242 víctimas directas, 853 asesinatos, 6.389 heridos, 3.600 atentados, 86 secuestros y 10.000 amenazados. Este es el trágico balance de la macabra historia de ETA. Tras 60 años de existencia, la organización terrorista ha decidido disolverse y desaparecer para siempre.
El mea culpa de la organización terrorista
En su último comunicado la organización terrorista ha pedido perdón por el daños causado. Pero este acto de mea culpa ha sido considerado insuficiente y hasta rastrero. Las víctimas no aceptan la discriminación que hace con las propias víctimas.
Es cierto que es la primera vez que ETA reconoce públicamente el daño y el dolor causado. Y que la organización terrorista dice que “lo siente de verdad”, aunque su perdón es selectivo.
La organización terrorista dijo adiós a las armas el 20 de octubre del 2011. Ahora intenta justificar con desfachatez su pasado aludiendo al bombardeo de Guernica. Y englobando toda su trayectoria en un supuesto conflicto que solo ellos han provocado.
ETA se va, ETA desaparece, ETA ha sido derrotada por la democracia. Su cierre de persiana nos deja un sabor agridulce por todo el sufrimiento y el dolor causado. A ETA no le debemos nada pero nos tenemos que felicitar por la desaparición de la violencia.
Solo falta la escenificación de este final que se producirá el próximo día 4 de mayo en territorio vasco-francés. Cabe esperar y así lo tenemos que exigir que esta despedida no se traduzca en una sobreactuación y una celebración que no viene a cuento.
Justicia, reparación y memoria
Empieza un nuevo tiempo donde debe primar la justicia, la reparación y la memoria. Un tiempo nuevo donde será necesario curar las profundas heridas causadas por el terror. También avanzar hacia la convivencia que tanto necesita el País Vasco.
La convivencia no consiste en pedir perdón, consiste en mirar el futuro, sin olvidar el pasado. En recordar para que nunca más se vuelvan a repetir hechos que nunca tuvieron que ocurrir y para decirle alto y claro a ETA que matar estuvo mal y que el dolor producido fue injusto. Pero eso mismo, algún día, lo tendrán que reconocer los que intentaron imponer un proyecto totalitario e inmoral a la sociedad vasca y española.
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