En China, con una población cercana a los 1.400 millones de personas, cualquier foco de la COVID-19 no controlado puede propagarse con facilidad y convertirse nuevamente en amenaza global. Durante el último mes, el régimen de Xi Jinping levantó muchas de las restricciones severas que impuso para sofocar la difusión del virus. La presión social y el descontento impulsó las flexibilizaciones. Pero los modelos predictivos no son favorables y algunos, prevén altos contagios y muertes para 2023.
Hasta un millón de personas en China podrían morir de COVID-19 en los próximos meses, según algunas de las primeras proyecciones desde que el gobierno suprimió muchas de sus estrictas medidas de «cero-COVID-19».
“No hay duda de que a China le espera un par de meses malos”, dijo James Wood, un modelador de enfermedades infecciosas de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sydney, Australia.
Sin embargo, dos estudios encuentran que la cantidad de muertes podría reducirse al administrar a la mayoría de la población una cuarta dosis de la vacuna. Acompañado además, con un alto nivel de adherencia al uso de tapabocas y la reimposición de restricciones temporales en las interacciones sociales cuando aumentan las tasas de mortalidad. Estas medidas también podrían aliviar la carga de los hospitales.
Xi Chen, sin embargo sostiene que “nunca es demasiado tarde para aplanar la curva”. Es economista de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut, que estudia el sistema de salud pública de China.
China en las últimas semanas puso fin al confinamiento masivo de ciudades enteras. Retiró las restricciones de viaje dentro y entre regiones y ha permitido que las personas infectadas se aíslen en casa, en lugar de en instalaciones centralizadas, reseñó una investigación de Nature.
China y los repuntes esperados de la COVID-19
La situación en China es mantener a raya la COVID-19 y su espiral de contagios dentro de ese gigante país y su expansión fuera de sus fronteras. Pero, un control total y estricto de la enfermedad después de casi tres años, ha terminado por cansar a la ciudadanía.
China parece decidida a convivir con el virus, como ya ha hecho la mayoría de los países del mundo tras superar la peor etapa de la pandemia. En Chongqing, por ejemplo, las personas infectadas con síntomas leves o sin síntomas pueden ir a trabajar.
Asimismo, las pruebas ahora son voluntarias, y la semana pasada, la Comisión Nacional de Salud anunció que dejará de informar la cantidad de personas infectadas que no presentan síntomas.
Oficialmente, la cantidad de casos notificados ha disminuido desde fines de noviembre debido a los cambios en los requisitos de las pruebas. Pero hay indicios de que las infecciones en algunas regiones han aumentado rápidamente. De hecho, es posible que las infecciones en Beijing ya hayan alcanzado su punto máximo, según un análisis de transmisión en la ciudad publicado en medRxiv.
Uno de los estudios de modelado utiliza datos de brotes en Hong Kong y Shanghái a principios de este año para comparar diferentes escenarios en China. Encuentra que los hospitales se verán abrumados si las infecciones aumentan tan rápido como se espera debido a la última relajación de las restricciones. Esto probablemente resultará en alrededor de un millón de muertes en los próximos meses, pronostica el estudio.
Estas estimaciones incluyen solo las muertes debidas directamente a la COVID-19. Y no tienen en cuenta el exceso de muertes debido a los retrasos en el tratamiento de personas con enfermedades distintas, advierte Ewan Cameron. Modelador del Telethon Kids Institute en Perth, Australia.
Fuerte repunte de la COVID-19 en China
Autoridades sanitarias de China aplican otras medidas para frenar la expansión de la COVID-19. Impulsar la cuarta dosis de la vacuna, combinado con la administración de medicamentos antivirales a la mayoría de las personas de 60 años o más y a otras con alto riesgo de desarrollar una enfermedad grave, podría bajar las muertes hasta un 35 %.
“Es realmente crítico que China logre la mayor cobertura de vacunación posible en el período inmediatamente anterior al despegue de la gran epidemia”, señala James Trauer. Modelador de enfermedades infecciosas en la Universidad de Monash en Melbourne, Australia. También indica que todavía hay mucha incertidumbre en torno a las proyecciones sobre el número de víctimas de la epidemia. Y el impacto de las medidas para frenar la propagación.
El gobierno anunció que las personas mayores de 60 años y otros grupos de alto riesgo deberían recibir una cuarta dosis. Pero de los más de 260 millones de personas en China mayores de 60 años, solo el 70% de 60 años o más, y solo el 40% de 80 años o más, han recibido una tercera dosis.
Wood considera que podría ser demasiado tarde para que China se beneficie de los efectos de desaceleración del virus de la cuarta dosis. Explica que ya existe una transmisión generalizada ahora que se han levantado muchas restricciones. Tampoco está «convencido de que una dosis adicional haga una gran diferencia en la transmisión». Las variantes ómicron del virus que circulan muestran una gran capacidad para evadir la respuesta inmunitaria del cuerpo.
Varios escenarios y consecuencias
Otro modelo estima que China enfrentará un número de muertes por COVID-19 de medio millón de personas para abril del 2023. Con 1,6 millones de muertes para fines de 2023, si el país continúa en su camino actual.
El modelo rastrea y pronostica la carga global del virus y es desarrollado y actualizado periódicamente por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, Seattle. Las muertes en China podrían aumentar a cerca de 9.000 por día a fines de marzo, dice Ali Mokdad, epidemiólogo del instituto.
El modelo pronostica que el número total de muertes podría reducirse a alrededor de 290.000 entre ahora y abril si China toma ciertas medidas cuando la tasa de mortalidad supera cierto umbral.
Estos implican la reimposición de restricciones, altas tasas de vacunación de tercera y cuarta dosis. Y un tratamiento farmacológico antiviral elevado para los grupos de riesgo. El uso generalizado de mascarillas podría reducir aún más las muertes, a unas 230.000.
Los dos estudios coinciden en las estimaciones de mortalidad y el impacto de las intervenciones, afirma Cameron. “Esta similitud refleja en gran parte un acuerdo de que la inmunidad colectiva solo se logrará después de una gran propagación de la transmisión, y difícil de contener, en todo el país”.
Entretanto, los chinos se han volcado masivamente a la compra de limones. Es un remedio natural, pero su eficacia contra el virus no está científicamente probada. No hay evidencias que indiquen una eficacia de las propiedades de la vitamina C para tratar o prevenir la infección por COVID. Pero los ciudadanos de China apuestan por esta solución ‘casera’ ante la escasez de medicamentos contra gripes y resfriados.
Los limones se pusieron a valer
Ante tal avalancha en la demanda, los productores de limón en China no dan abasto. Según explica un agricultor a Bloomberg, sus ventas se han incrementado velozmente en las últimas semanas. Precisa que sus ventas se dispararon de 20 a 30 toneladas por día durante la semana pasada, de solo 5 o 6 toneladas anteriormente.
Una fuerte demanda especialmente evidente en grandes ciudades como Pekín y Shanghái, si bien se produce en todos los puntos del país.
El precio del limón, como fruto de esta cambio en la demanda, se ha duplicado en los últimos días: de costar entre dos y tres yuanes han llegado a los seis. Una auténtica fiebre por esta fruta que no es la única: también se ha disparado, en menor medida, la demanda de naranjas, peras y melocotones en lata. En el trasfondo, una vieja creencia popular que dice que la fruta fría y dulce puede mejorar el apetito, sobre todo cuando se está enfermo.
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