Varias organizaciones ambientalistas en África, continente anfitrión de la cumbre climática de la ONU, están lanzando mensajes de alerta y a la vez de repudio, por las apetencias manifiestas de países occidentales en explotar sus reservas de combustibles fósiles.
Grupos de activistas aseguran que otro tipo de “colonialismo”, esta vez energético, parece estar de vuelta en África alejando las posibilidades de una transición segura. De manera abierta las grandes compañías, bancos y hasta gobiernos pululan los yacimientos de crudo y gas para hacerse con sus recursos.
La guerra en Ucrania descuadró los planes de Europa y otras naciones por superar el escollo económico dejado por la pandemia, a lo que se añade la crisis energética. ¿Esta situación está contribuyendo a ese interés por los recursos de África todavía inexplorados?
Omar Elmawi es director de StopEACOP, una campaña mundial contra la construcción del oleoducto de petróleo crudo de África Oriental (EACOP, siglas en inglés). El activista de Kenia se muestra escandalizado por lo que está sucediendo, en momentos de tanto sosiego, por los fenómenos climáticos extremos y las emisiones de gases que no dejan de aumentar.
Elmawi da la cara y la voz por los que temen que este torbellino energético redunde en otra crisis, la climática, ya en curso. “Tienes que ir a la misma definición de colonialismo: viene la gente tomando los recursos sin permiso. Llegan en nombre del desarrollo de la civilización, pero lo que están haciendo es aprovecharse de sus recursos” de petróleo y gas, dijo Elmawi en entrevista a EFE, en el marco de la COP27, en Egipto.
Su organización Urgewald y unas treinta oenegés denunciaron que 200 empresas están explorando o desarrollando nuevas reservas de combustibles fósiles. Así como terminales de gas natural licuado (GNL), gasoductos o centrales eléctricas alimentadas con gas y carbón.
África y su nuevo colonialismo energético
Elmawi opina que “la transición energética es un aspecto muy importante y hay que brindar alternativas. Lo bueno es que muchos de esos proyectos no se han implementado en el terreno porque tenemos ahora la oportunidad de enfrentarnos a ellos”, indicó.
Pero incide que al final son “los expatriados” quienes acuden a estos nuevos proyectos de combustibles fósiles en ese continente. Mientras que “los trabajos mal pagados y no cualificados van para los locales. Ni siquiera nos beneficiamos nosotros, ni se preocupan por nuestra salud”. Un verdadero colonialismo energético en África, añadió.
En ese sentido, Heffa Schuecking, directora de Urgewald asegura que hay países como Nigeria o Sudáfrica, con sus minas de carbón, donde estas inversiones generan “un real problema”. Sobre todo para la gente que “trabaja en dichas minas y que dependen de esos trabajos”. Sugiere a cambio, darles formación y capacitarlos en las energías limpias.
Señaló Schuecking que existen 400 minas abandonadas en Sudáfrica que son toda “una bomba de relojería” para la población.
En su informe, las ONGs ecologistas revelaron que el centenar de empresas está persiguiendo proyectos de expansión de combustibles fósiles en 48 de 55 países africanos, reseñó EFE. Además, los bancos comerciales están canalizando 98.000 millones de dólares en los proyectos de combustibles fósiles. Entre ellos los españoles Santander y BBVA, que se sitúan entre las 28 entidades que más financian.
Del total de 98.000 millones de dólares canalizados hacia esta industria contaminante en el continente africano, “44.000 millones de dólares se proporcionaron a través de préstamos. Y 54.000 millones de dólares a través de la suscripción de nuevas emisiones de acciones y bonos”, precisó el documento.
Explotación petrolera y terrorismo
África o el nuevo colonialismo energético del mundo. El mayor desarrollador de nuevos recursos de petróleo y gas “upstream” o extracción de hidrocarburos en el continente es el grupo petrolero francés TotalEnergies. Ya “obtiene el 25 % de su producción de hidrocarburos” en África y pretende agregar 2.270 millones de barriles de petróleo equivalente a su cartera africana.
Uno de los proyectos de Total que está completamente paralizado es el que tiene en Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, donde está desplegada la rama del grupo yihadista Estado Islámico (EI).
Esa llama prendida de los combustibles fósiles es una de las muchas razones por las que la insurgencia se ha hecho más fuerte en esta parte del territorio africano. Donde el EI está trasladando su campo de batalla desde Siria e Irak, países que fueron la cuna de una de las organizaciones extremistas que más terror han creado en este siglo.
Schuecking confió a la agencia española que Mozambique es el mejor ejemplo de “punto caliente” para Europa. Explicó que “han creado el terreno para un estado islámico insurgente activo. El Gobierno de Mozambique se ha basado principalmente en el sur del país. Pero el norte es una zona sin recursos, precisamente donde se sitúa la provincia de Cabo Delgado”.
Además de los costos ambientales, agregó la experta, los proyectos que traen a África las energéticas europeas crean una tensión que “puede llevar a una explosión”. Y provocar “una catástrofe de derechos humanos en esos lugares, como con Mozambique” de la que son responsables esas compañías, subrayó.
Ni se preocupan por los habitantes
Hace semanas Greenpeace también denunció el nuevo colonialismo energético en África. Destacó que los bosques se están perdiendo ante los combustibles fósiles y la financiación extranjera en la República Democrática del Congo (RDC). El 28 de julio, el gobierno del país subastó 27 bloques de petróleo y tres bloques de gas que se superponen con algunos de los ecosistemas más sensibles del mundo.
Los bloques que atraviesan turberas ricas en carbono, el Parque Nacional Virunga y otros santuarios de vida silvestre, se vendieron al mejor postor en lo que el gobierno del país ha enmarcado como un acto de nacionalismo para hacer avanzar su economía. “Nos preocupamos más por los seres humanos que por los gorilas”, dijo el ministro de Comunicación. “Tenemos un deber para con nuestra gente, mientras que las ONG no”, añadió el ministro de Medio Ambiente, en defensa de esta catástrofe ambiental en ciernes.
La narrativa nacionalista es groseramente engañosa. También enmascara los verdaderos actos de nacionalismo que se requieren en África, indicó la agrupación ambientalista. En primer lugar, el gobierno ni siquiera se ha molestado en informar y consultar a los numerosos congoleños cuyas vidas se verán afectadas por la exploración y producción de petróleo y gas. Greenpeace África lo sabe porque cuando sus equipos fueron a hablar con las personas que viven en los bloques subastados, encontraron comunidades conmocionadas. E indignadas ante la perspectiva de que sus tierras ancestrales fueran subastadas y su estilo de vida interrumpido.