Unas obras para reforzar la valla y los cerramientos en la línea fronteriza de Melilla están arrasando con la Zona de Especial Conservación de Aguadú. Pese a los llamamientos por detener los trabajos ordenados por el Ministerio del Interior, las excavaciones continúan barriendo a su paso espacios privilegiados y ricos en biodiversidad.
Un estudio in situ elaborado por el equipo técnico de la Universidad de Granada en Melilla y encargado por la consejería de Medio Ambiente del gobierno autonómico de Melilla, es demoledor. Calcula que un 65% del espacio total de la ZEC de Aguadú ha sido arrasado por las máquinas.
El balance resulta inexplicable porque es una zona de conservación, señala la organización Ecologistas en Acción. Más aún, cuando este espacio está incluido en la Red Natura 2000 de Espacios Naturales Protegidos de Europa reconoce el alto valor ecológico de este rincón de Melilla. Ciudad por demás histórica, por ella han pasado fenicios, cartagineses, romanos, árabes y españoles.
Según esa confederación de grupos ecologistas de España, “la inaccesibilidad de la zona norte de los acantilados de Aguadú había sido hasta ahora uno de los pilares de su elevado grado de conservación. Con especies de flora y fauna únicas en Melilla y, por ende, en toda Europa”.
Y, es quizás, “esa inaccesibilidad la que ha contribuido a que gran parte de la ciudadanía melillense ignore la enorme pérdida que ha sufrido nuestro patrimonio natural”, dice Ecologistas en Acción. Y este desconocimiento está siendo aprovechado por las personas responsables de este desastre para autorizarlo y para perpetrarlo. E irse sin rendir cuentas de lo ocurrido”.
Agrega que el estudio de la universidad revela sobre la pérdida de los ejemplares de flora más valiosos, como las jarillas y los palmitos. Esto es “especialmente doloroso”, comenta la organización.
La ZEC de Aguadú desprotegida en un rincón de Melilla
Ambientalistas de SEO Melilla y la Asociación Guelaya -perteneciente a Ecologistas en Acción- consideran que los trabajos en la valla de Melilla y que incluyen máquinas excavadoras están “cometiendo un auténtico ecocidio en la ZEC de Aguadú”. Una de las últimas zonas vírgenes de Melilla que por su alto valor ecológico está incluida en la Red Natura 2000.
Aún no conocemos cuál es el objetivo de estas obras, dicen, pero las consecuencias son más que evidentes. En todo el terreno situado al pie del acantilado, que estaba cubierto por multitud de especies vegetales únicas en la ciudad, muchas de ellas únicas en España, “se ha hecho tabla rasa, y es ahora una explanada sin vida”.
Observan los expertos que no son ni de lejos las únicas consecuencias, pues el roquedo calizo que había al pie del acantilado ha desaparecido también. Estas rocas daban refugio a una fauna especialmente diversa y singular, que contaba entre otros muchos endemismos con seis especies de micromamíferos. Incluidos en el Atlas y Libro Rojo de mamíferos terrestres de España y que sólo se podían encontrar en Melilla, como la musaraña de Whitaker o el ratón cebra.
En octubre un grupo científico de la Universidad de Alicante va a comenzar una investigación en colaboración con Guelaya para estudiar la presencia y biología de dichas especies en esta zona. Un estudio que ahora servirá para evaluar el alcance del desastre ocasionado por las obras de la valla de Melilla y sus consecuencias en la ZEC de Aguadú.
La Asociación Guelaya entiende que los temas de seguridad pueden ser prioritarios. Pero lo que no entiende es que ese objetivo se puede alcanzar con una terrible afección ambiental.
Intentos en vano por detener las excavaciones
Hace un mes que la Consejería de Medio Ambiente de Melilla y varias organizaciones ecologistas, como Guelaya, pidieron “una parada cautelar de las obras. Mientras se evalúan las mejoras técnicas disponibles para minimizar el impacto ambiental que ocasionan” los trabajos.
Pese al exhorto y al informe de la Universidad de Granada, constatando el atentado medioambiental en la ZEC de Aguadú en Melilla, las excavaciones y atropellos continúan.
A su paso están afectando “gravemente” al entorno natural porque los trabajos “han modificado sustancialmente el paisaje y la geología del lugar en alrededor del 65 % de su recorrido lineal” en esta ZEC, que cuenta con, aproximadamente, 6,5 hectáreas, dicen los ecologistas.
Asimismo, se han perdido las jarillas y los palmitos. En el caso de las jarillas cabeza de gato, se trata de una de las especies más valiosas del patrimonio natural melillense. Están incluidas en el listado de especies en peligro de extinción y, por tanto, protegida.
Sin embargo, dicha protección no ha servido para impedir el paso de las excavadoras. En el caso de los palmitos, los de Aguadú eran los últimos ejemplares naturales que quedaban en Melilla. Una ciudad en la que esta especie forma parte de su historia y leyendas locales.
El listado de plantas que han desaparecido es muy amplio. La vegetación que cubría las zonas afectadas por los desmontes constituía el principal reservorio botánico de la ciudad con diferencia. Es de esta vegetación de la que proceden las semillas de la mitad de las plantas del vivero forestal de especies autóctonas de Guelaya–Ecologistas en Acción Melilla.
Frenar la inmigración a costa del medio ambiente
El Ministerio del Interior cerró contrato con la empresa Eulen por poco más de 2,3 millones de euros para que realice el mantenimiento preventivo y correctivo de kilómetros de valla. Además, la compañía tendrá a su cargo la revisión y reparación de espacios como los centros de mando y control. Así como puestos de patrullas, la red de alumbrado, vallados y equipos de campo con tecnología informática. El propósito de las obras es impedir la entrada de inmigrantes de manera irregular a esa ciudad autónoma.
Esta decisión político-territorial busca sostener los trabajos de las excavadoras a fin de que impidan la entrada de inmigrantes de manera irregular en Melilla. Entretanto, las obras han desmejorado considerablemente la rica biodiversidad en la ZEC de Aguadú.
Su fauna también se ha visto impactada. Con especies de micromamíferos únicos en Europa, como la musaraña magrebí, o reptiles como el bulán. O la bucerrig, cuyo único punto de distribución de todo el Estado español son los rincones naturales de Melilla.
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