Por Cambio16
En estos tiempos de fake news y de otros debates, algunos sempiternos y otros renovados, sobre la función del periodismo, conviene recordar aquel dicho de antaño que rezaba que la prisa «es propia de delincuentes y de personas mal organizadas». No así la rapidez, (que no es lo mismo que la prisa), con la que actúan, por ejemplo, aquellos servicios cuya finalidad es atender a la ciudadanía en diversos aspectos emergentes extremos: bomberos, policía, asistencia sanitaria, granizadas o nevadas intensas y otros.
La rapidez también es inherente al periodismo, una de las dos partes importantes del mismo, y por ello todos los avances tecnológicos que acortaban el tiempo que requería la transmisión de las noticias eran inmediatamente incorporados por la prensa. el heliógrafo, telégrafo, teléfono, el envío de señales sin hilo, es decir, la radio, y más tarde la televisión. Y ahora, Internet.
Ahora bien, la otra parte inherente al periodismo, que son solo dos, es la que dedica a analizar los acontecimientos, a comprenderlos, a intentar conocer el porqué de las cosas, a buscar razones o sinrazones. Ese que exige buscar, ahondar, rascar, preguntar, leer, consultar, contrastar, hasta dar con una historia, cerrar un tema en donde la actualidad sea tan solo una referencia, un dato, una fecha y una hora.
Actualmente, y desde hace ya demasiado tiempo, se ve con inquietud cómo las prisas en la transmisión de los hechos y el tipo de soporte elegido predominan sobre el contenido, lo que es lo mismo que relegar a un segundo plano la razón primigenia del periodismo.
Por ejemplo, Twitter, Facebook, que sin negar en absoluto su valor, basan su modelo de éxito más en la multiplicación del mensaje, tenga este la factura que tenga, y en los impactos computables, que en la naturaleza de lo transmitido.
Umberto Eco, en su nuevo libro Número Cero, ratifica esta opinión cuando dice: “Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo… Pero ahora todos los que habitan el planeta, incluyendo los locos y los idiotas, tienen derecho a la palabra pública. Hoy, en internet, su mensaje tiene la misma autoridad que el Premio Nobel y el periodista riguroso. A lo mejor nado contracorriente, ojalá, lo he hecho toda mi vida y es una manía personal y disfruto con ello, y por ello reivindico siempre el periodismo de reflexión cuya vitalidad actual y futura tienen más vigencia que nunca. Precisamente por esas fórmulas tecnológicas con las que se pretende suplantar el pensamiento, la utilización del conocimiento y la inteligencia, la reflexión, en suma”.
El soporte siempre debe estar al servicio de la creación periodística y no al contrario, pues si así sucediera ganaríamos en tecnología pero perderíamos la razón. Con la razón se genera tecnología, pero la tecnología no crea razón.
Además, este tipo de periodismo de rabo corto es favorable al anidamiento de los espontáneos y los manipuladores maliciosos ya que elimina el filtro que ejerce el periodista con su criterio profesional, su experiencia y su responsabilidad ante el público.
Corremos el riesgo de convertir el periodismo en un todo vale, en un todo a cien que no significa que la información deba ser un coto cerrado e inaccesible solo controlado por los periodistas y los editores, sino defender el papel de los profesionales de la información que trasciende de su propio ámbito de trabajo.
Por otra parte, el periodismo tradicional ha estado siempre abierto a cualquier tipo de persona que tuviera algo que decir mediante artículos, entrevistas, debates y otros géneros.
Mediando el Océano Atlántico llegamos a los Estados Unidos, país en el que se reinventó el periodismo de los siglos XIX y XX y en donde ahora, en el XXI, algunos han girado el timón para volver sobre la derrota que venían siguiendo. Es decir, volver desde las redes llamadas sociales al periodismo de reflexión. Volver a navegar a vela, que no hace falta llegar tan pronto a los sitios, sino disfrutar más de la travesía.
Estos son, por ejemplo, Rob Orchard y Marcus Weeb, que han creado hace ya unos años una nueva publicación, Delayed Gratification, que ha desechado, como modelo la prisa y la pretensión de la difusión universal en pro de un periodismo de calidad y de reflexión. Recomiendo una visita a esta brillante publicación de nuestros colegas estadounidenses que se ha situado en la vanguardia de los medios en su país precisamente, un periodismo tradicional prácticamente, lo que no quiere decir que sea anticuado, ni carca, ni mucho menos obsoleto.
La razón nunca envejece y la inteligencia siempre es joven y ambas se nutren en los campos que abona la experiencia.
Vamos a proseguir por tanto con nuestra forma de hacer y entender el periodismo porque en ello creemos, porque no sabemos hacerlo de otra forma y porque no somos ni delincuentes ni desorganizados.
La creación de un nuevo estilo periodístico es necesaria y urgente. La sociedad, los ciudadanos, exigen un nuevo estilo periodístico. Las nuevos y sofisticados comportamientos de la sociedad y del ser humano, desde la definición de «terriblemente humanos», me llevan a pensar, y consecuentemente a intentar crear, un nuevo estilo y una nueva forma de hacer «periodismo». Una nueva forma, en síntesis, de trasmitir a la sociedad, mujeres y hombres en general, los actuales comportamientos del ser humano viviendo en colectividad y en comunidad, en esta nueva sociedad del siglo XXI creada desde el comportamiento y las ideas de lo “terriblemente humano”, la imaginación, el entretenimiento, la necesidad y la “histórica y ancestral mediocridad” .
En la actualidad, los nuevos modelos informativos que llegan a la sociedad, a los pueblos y a hombres y mujeres, además de insuficientes, son «groseros», alarmistas, ruidosos, incómodos…, en absoluto entendibles, violentos incluso, vociferantes, irrespetuosos en sus formas, incomunicables. Esto y más (que se aporatará) hace necesario de forma urgente crear un nuevo estilo periodístico multimedia (comenzando por el escrito) donde la comunicación se forje y emane de nuevos procedimientos para tratar la información como debería ser en este momento, y todo ello presidido por un principio: desde la «razón sin miedo»; desde el rechazo al «cómplice silencio», utilizando: información, documentación, conocimiento, historia, análisis, reflexión, sobre todo reflexión.
La sociedad, o más propiamente, los periodistas tienen en en sus manos la posibilidad de crear una nueva forma de hacer periodismo, el periodismo que demanda la sociedad en la actualidad, el periodismo del futuro.
Y ¿ como? , desde nuestro punto de vista, estos son los elementos. Ninguno es un gran descubrimiento, pero diga usted si no se necesitan:
-Información. Recopilar todo lo que encontremos sobre un asunto (panorámica) y luego seleccionar, elegir, decidir.
-Documentación. Buscar apoyos, declaraciones, hechos similares, marco en el que se ha desarrollado el asunto.
-Conocimiento. Valorar desde nuestro propio conocimiento el asunto a tratar, su importancia, su novedad, relevancia, su extensión. Y decidir.
-Historia. Todo hecho, desde el momento de producirse, forma parte de la historia. Buscar antecedentes, seguir el hilo de la historia.
-Análisis y reflexión. Aquí empieza nuestro verdadero trabajo antes de escribir la primera línea. Con todo lo anterior puesto sobre la mesa, analizar lo que tenemos, reflexionar, buscar la profundidad de los hechos, su trascendencia en todos los ámbitos, social, política, su posible proyección futura, conexiones con otros elementos… No se trata de relatar unos hechos sin más –que en sí mismo es importante– sino de analizarlos y reflexionar sobre ellos en todas sus facetas.
En resumen, ofrecer a un lector informado una opción que va más allá del hecho en su comprensión neta.