Por Cambio16
25/5/2017
Los centros escolares de referencia en innovación educativa en España tienen en común nueve prácticas y metodologías pedagógicas que ayudan a impulsar el éxito escolar. Así se recoge en el informe ‘¿Para qué educamos?’, elaborado por la Fundación PwC, con la colaboración de Ashoka, el observatorio de la Universidad Rey Juan Carlos y la Fundación Cotec -a partir de la metodología de Strategy&, la consultora estratégica de PwC-.
¿Cómo sabemos cuándo está funcionando una escuela? ¿Qué determina que un centro educativo sea de éxito? Son algunas de las preguntas que trata de responder el informe, que tiene como objetivo plantear las bases de un éxito escolar más amplio, que integre otras dimensiones más allá de aquellas basadas en el rendimiento y competencias académicas.
Además de describir las demandas actuales de los actores clave en educación y sentar los principios básicos de este modelo educativo, el informe desgrana nueve prácticas que ya están impulsando un éxito escolar más amplio y que han sido identificadas a partir de la investigación en once centros de referencia en innovación educativa. Son las siguientes:
1. Desplazar el foco del profesor al alumno. En este modelo, el estudiante se convierte en un agente activo que descubre y comparte el conocimiento y el aprendizaje. El profesor pasa a ser una figura de apoyo, que guía el proceso de investigación de cada alumno. Esta práctica refuerza la autonomía y responsabilidad del alumno sobre su aprendizaje, promueve el liderazgo interno y la reflexión, y da lugar a una asistencia más personalizada por parte del profesor.
2. Aprendizaje cooperativo como metodología integral. Este método se basa en las dinámicas de trabajo grupal, que ya están presentes en un gran porcentaje de centros. La diferencia radica en que en los centros analizados estas dinámicas se implantan como metodología integral de trabajo que forma parte de la identidad del centro. En estas, cada alumno tiene una función, de forma que se establece una conexión y dependencia entre ellos, lo que facilita el desarrollo de habilidades sociales y cívicas.
3. Aprendizaje basado en proyectos. Esta técnica, con foco en la interdisciplinaridad, se centra en la resolución de problemas expuestos por uno o varios docentes o en temas propuestos por el propio alumno. Se persigue la motivación del alumno y su implicación en el proyecto para estimular su iniciativa, su autonomía y una mentalidad abierta.
4. Mayor importancia de la tutoría. Aunque la figura del tutor ya está contemplada en la educación actual como una herramienta de conexión más personalizada con el alumno, suele ser una figura menor, complementaria, o enfocada en materias exclusivamente curriculares. En este modelo la tutoría pasa a convertirse en un elemento principal y una parte comprometida con el aprendizaje del alumno, que permite trabajar muchos aspectos, más allá de los puramente académicos.
5. Inclusión y atención a la diversidad. El objetivo de esta práctica es proporcionar un entorno inclusivo en el que los alumnos, con diferentes capacidades y necesidades, puedan desarrollar su máximo potencial. En esta metodología, la adaptación a las diferentes realidades de los alumnos tiene lugar en la propia aula: su composición refleja la diversidad del contexto de la escuela, y los tratamientos hacia los estudiantes se adecúan atendiendo a su realidad.
6. Cooperación entre el centro, las familias y la comunidad. Esta práctica entiende la educación como un proceso integral del alumno, que no se limita sólo al tiempo o espacio de la escuela. En este proceso, la escuela entabla relación con los demás entornos y promueve actividades entre ellos. En especial, el compromiso y la participación de las familias figura en informes y estudios como uno de los predictores más potentes del éxito escolar.
7. Valoración de competencias que complementen la evaluación académica. La evaluación por competencias busca plasmar los resultados de la formación que se da más allá de los rendimientos académicos. Para ello, los centros analizados utilizan rúbricas propias a partir de documentación generada por el alumno o el profesor. Estas no solo se limitan a recoger conocimientos o habilidades personales, sino que preparan al alumno para la vida en sociedad, o el respeto por el medio ambiente.
8. Procesos de evaluación que ayudan a aprender al alumno. La llamada ‘evaluación formativa’ hace hincapié en que los procedimientos de evaluación contribuyan al aprendizaje del estudiante, y no solo a medirlo. Se busca que los alumnos tengan control sobre su propio aprendizaje –que aprendan a aprender-, y se impliquen activamente en él.
9. Autoevaluación, evaluación entre iguales y del profesorado. Más allá de la tradicional evaluación del profesor sobre su materia, la autoevaluación –los estudiantes evalúan su propio aprendizaje-, la evaluación entre iguales –recoge opiniones y críticas constructivas de los compañeros-, y la evaluación del profesorado –los profesores emiten una evaluación en conjunto-, abarcan un mayor número de enfoques y tienen una influencia positiva en el aprendizaje y la enseñanza. Además, algunos estudios han relacionado su puesta en práctica con un mejor desempeño académico.