Yaiza R. Lueje y María J. Servia [Universidade da Coruña]
La avispa de patas amarillas, también conocida como avispa asiática (Vespa velutina) es una especie exótica invasora originaria del sudeste asiático y que está presente en Europa desde el año 2005. Desde entonces se ha propagado rápidamente a diferentes territorios, llegando a España en el año 2010. Esta rápida dispersión se explica tanto por su alta capacidad de vuelo como por la posibilidad de ser transportada de forma pasiva mediante el comercio de mercancías.
Además, existen otros factores que han facilitado la expansión de esta especie, como su alimentación generalista, que le permite el acceso a abundantes fuentes de alimento, las condiciones climáticas favorables y el reducido número de competidores directos en las áreas invadidas.
Otra característica que favorece su propagación es la poliandria, un rasgo poco habitual que permite a las reinas fundadoras ser fecundadas por varios machos. Eso aumenta la diversidad genética de la descendencia, lo que reduce el riesgo de posibles problemas derivados de la endogamia.
Efectos en la salud y los ecosistemas
La invasión de V. velutina está causando importantes impactos. Entre los problemas más conocidos destacan, a nivel sociosanitario, los efectos que derivan del riesgo de sus picaduras, dado que su veneno puede producir reacciones alérgicas y, en algunos casos, ha llegado a causar la muerte.
A nivel ecológico, los individuos adultos capturan insectos para alimentar a las larvas que necesitan proteínas. Aunque entre sus presas destacan las abejas melíferas, lo que implica pérdidas económicas en la apicultura, V. velutina se alimenta de un amplio espectro de insectos, pudiendo ocasionar también impactos sobre distintos servicios ecosistémicos como la polinización.
Pero estos no son los únicos problemas asociados a esta especie. Los individuos adultos necesitan azúcares que obtienen, en muchos casos, de la fruta, y genera pérdidas en distintos cultivos, como por ejemplo en los viñedos.
De hecho, productores de vino de la indicación geográfica protegida (IGP) de Betanzos (Galicia) han reportado un aumento de los daños producidos por V. velutina en los últimos años. Además, sospechan que las mordeduras en las uvas pueden estar favoreciendo la entrada en la vid de enfermedades fúngicas, lo que se traduce en un aumento de pérdidas en la cosecha y, por tanto, también económicas.
Cómo reducir los daños en los viñedos
Aunque no existen fórmulas mágicas para evitar la presencia de las avispas en los viñedos, si los daños son muy altos se puede ensayar el uso de métodos de protección física. Por ejemplo, las mallas antigranizo se han utilizado para proteger diferentes tipos de cultivo no solo frente a fenómenos meteorológicos, sino también frente a ataques producidos por distintos tipos de organismos.
En un trabajo que hemos realizado desde la Universidade da Coruña, diseñamos un experimento que pretendía evaluar la eficacia del uso de este tipo de mallas para mitigar los daños producidos por V. velutina en dos variedades de uvas cultivadas en esta zona, Blanco Lexítimo y Godello.
En el momento de maduración de la uva, que es cuando se producen los daños, se cubrieron y sellaron con mallas algunos grupos de cepas para evitar la entrada de avispas, y otros se dejaron sin cubrir. Durante la vendimia, se registraron los daños por avispas y por pájaros, que también merman las cosechas, en las cepas descubiertas. Además, para evaluar si ocurrían cambios en el contenido de azúcar en las uvas de cepas cubiertas, se midió el contenido de azúcar tanto en el momento de instalar las mallas como en la vendimia.
Los resultados muestran la idoneidad de la malla elegida para evitar por completo los daños causados tanto por V. velutina como por pájaros, aumentando así la cantidad de uva recogida. Sin embargo, también indican que la malla podría afectar al contenido final de azúcar de las uvas de la variedad Blanco Lexítimo, e incluso a la afección por hongos.
Incertidumbre de cara al futuro
La inversión económica y de infraestructura que requiere el uso de este sistema de protección puede no estar al alcance de productores de zonas como la estudiada, donde el tamaño de las explotaciones es pequeño y resulta difícil usar medios mecánicos.
Además, aunque los sistemas de protección física como las mallas antigranizo son eficaces para evitar daños por avispas, es imprescindible comprender el papel que puedan tener como modificadores de las características finales de la uva, pues podrían afectar a las propiedades organolépticas del producto final, el vino.
Todo ello genera actualmente mucha incertidumbre en los productores, que se debaten entre la inversión en un sistema que no saben si podrán amortizar y que puede cambiar las características del vino producido, o dejar los viñedos a merced de los ataques de avispas, que pueden ser muy variables debido a las fluctuaciones naturales que sufren las poblaciones de V. velutina.
Así, aunque es improbable que las avispas asiáticas nos dejen sin vino, sí es posible que veamos reducida la oferta de distintas variedades en un futuro, especialmente aquellas provenientes de producciones pequeñas.
Yaiza R. Lueje y María J. Servia Universidade da Coruña
Publicado en The Conversation. Lea el original.