En 2011, la decisión de otorgar el Premio de la Paz de Sydney al filósofo, lingüista y radical de izquierda estadounidense Noam Chomsky provocó una ola de indignación entre sus críticos. Los organizadores del premio, la Sydney Peace Foundation, establecida 2003 en la Universidad de Sydney, tuvieron que colocarse a la defensiva por la decisión de poner al controvertido académico en la misma lista que los ganadores entre los que se encuentra el premio Nobel Desmond Tutu.
Se trata de un episodio más en una polémica de vieja data, en torno a quien fuera, a finales del siglo XX, una de las diez principales referencias de todos los tiempos en términos de citas, en estudios sobre política exterior estadounidense y temas internacionales más amplios.
Pero su vasto corpus de trabajo es cada vez más ignorado. Aún así, las ideas de Noam Chomsky continúan siendo seguidas por la intelectualidad de la izquierda y otros menos intelectuales. Sus admiradores lo señalan como uno de los humanistas contemporáneos más excelsos.
La hipocresía de Noam Chomsky
Pero a la par que su influencia intelectual se diluye, crecen las críticas en su contra. En especial le cuestionan sus constantes críticas a la política y la sociedad estadounidense y sus alabanzas a los dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela (por mencionar solo los más recientes), y antes sus claras simpatías por la Unión Soviética.
Ciertamente podría decirse que Noam Chomsky tiene el derecho de pensar que un sistema político es mejor que otro. Sin embargo, lo que se le critica es el hecho de que prefiera vivir en una sociedad «en decadencia» como la estadounidense. En cambio, rehúsa disfrutar del entorno «progresista y humanitario» de Cuba o Venezuela.
Para los poderosos, los crímenes son los que otros cometen.
Noam Chomsky
A estos países acude solo como invitado de los líderes de sus respectivos regímenes. Visita los palacios de gobierno y se aloja en sus hoteles de lujo. Pero no vive como un ciudadano común en ninguno de esos países. Prefiere hacerlo en Estados Unidos, la nación de la mayores injusticias, gobernada por el «mayor asesino de la historia».
La hipocresía de Noam Chomsky
Este es precisamente el tema que el escritor Keith Windschuttle desarrolla en el artículo titulado La hipocresía de Noam Chomsky. En el texto, Windschuttle recuerda que el prestigioso académico justificó los tristemente célebres ataques terroristas de Al-Qaeda contra Nueva York y Washington, el 11 de septiembre de 2001. Llegó a decir que el número de víctimas había sido una minucia comparada con la lista de muertos que ese “terrorismo mucho más violento” que es la política exterior de Estados Unidos produce en el Tercer Mundo.
A pesar de que, para la mayoría de los estadounidenses semejante afirmación constituyó una afrenta, cayó muy bien entre sus adeptos. Al hablar de Oriente Próximo, Chomsky ha sido un fuerte crítico de los Estados Unidos e Israel. Ha afirmado que prácticamente todo lo que hacen ambos países es ilegal. Crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos.
Una postura recurrente
Quienes aplauden a Noam Chomsky olvidan que a fines hacia los años setenta y ochenta alababa a escritores que hacían apología del régimen de Pol Pot. Citaba sus análisis, que sugerían que el éxodo de la población de Phnom Penh quizás se debió a la pérdida de la cosecha de arroz de 1976. Escribió que, si esto era cierto, «la evacuación de Phnom Penh, tan denunciada en su momento por la indudable brutalidad con la que se llevó a cabo, tal vez salvó muchas vidas«. Incluso negó las acusaciones de genocidio.
Chomsky ve el mundo bipolar de la Guerra Fría como si sólo hubiera sido unipolar. Desde su perspectiva, el imperio soviético apenas existe. Ninguna acción de Washington es vista como respuesta a alguna iniciativa soviética. La Guerra Fría la «analiza» con si hubiera tenido un solo bando. No habla de un imperio expansionista que conquistó y esclavizó a más de 1.000 millones de personas.
Al analizar la Segunda Guerra Mundial, afirma que los Estados Unidos «se benefició enormemente» del conflicto en contraste con «sus rivales industriales». No habla de las 250.000 bajas norteamericanas. Tampoco hace mención del Plan Marshall para reconstruir Europa. No valoriza la importancia de la victoria aliada sobre la Alemania Nazi y las fuerzas del Eje. Desde su perspectiva, Estados Unidos en 1945 fue una rica potencia que se «aprovechó de la miseria de los demás y ahora pretende la dominación mundial».
Las críticas a Donald Trump
Así como los ataques del 11 de septiembre sirvieron a Noam Chomsky para colocarse a la vanguardia de la defensa de los derechos humanos entre la izquierda a principios de este siglo, la controversial figura de Donald Trump le ha permitido tomar otra vez cierto impulso como figura pública.
Al actual presidente de Estados Unidos lo llamó el «gánster en la Casa Blanca». Criticó su gestión ante la crisis de la COVID-19. También cuestionó su decisión de culpar de la pandemia a la OMS y a China, «con un discurso anticientífico y racista».
“Un comportamiento típico de autócratas y dictadores. Cuando cometen errores descomunales que matan a miles de personas, buscan a otro a quien culpar. Esto ha sucedido en Estados Unidos, desafortunadamente, durante más de un siglo y medio. Siempre es fácil culpar al ‘peligro amarillo’. ‘Los amarillos nos persiguen’. Hemos visto esto siempre. Ha sido así por mucho tiempo. Entonces, culpan a la OMS, culpan a China, afirman que la OMS tiene relaciones insidiosas con China, y que prácticamente trabaja para ellos. Y eso convence a una población que ha sido profundamente adoctrinada por mucho tiempo, desde la época de las leyes de exclusión en China en el siglo XIX, para decir: ‘Sí, esos bárbaros amarillos vendrán a destruirnos’. Es casi instintivo». Es la perorata que repite y que unos cuantos le aplauden.
La otra cara de la moneda
En este caso, también es posible decir que Chomsky ha dado una opinión que puede ser compartida por muchos. Los autócratas tienden a buscar culpables externos para evadir su responsabilidad en las muertes, miseria y los sufrimientos de sus ciudadanos. Sin embargo, ahí viene lo que Windschuttle llama la hipocresía de Noam Chomsky. El intelectual humanista no dice nada cuando los líderes de izquierda culpan a Estados Unidos o a conspiraciones multinacionales de los males que ellos causan en sus países por las erradas y absurdas políticas económicas y sociales que aplican. ¿Recuerdan a Hugo Chávez llamando «diablo» a George Bush en la ONU? ¿O a Nicolás Maduro diciendo que un país petrolero no tiene gasolina por culpa de Donald Trump?
Chomsky ha sido muy cercano a Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela. Un informe independiente de Naciones Unidas da cuenta de los crímenes de lesa humanidad que el régimen socialista ha cometido en el país suramericano. Y una vez más, el «líder humanista» ha guardado silencio.
En enero de 2019, Chomsky encabezó una lista de académicos radicales autodenominado “Comité para Salvar a Venezuela”. El grupo firmó y distribuyó una carta abierta en la que «se opone al intento de golpe respaldado por Estados Unidos». La misiva comienza diciendo que «el gobierno de Estados Unidos debe dejar de interferir en la política interna de Venezuela, especialmente con el propósito de derrocar al gobierno del país».
Esta actitud tiene una explicación muy simple, afirma Keith Windschuttle. La posición moral de Chomsky es «completamente tendenciosa«. No importa lo terribles que fueran las atrocidades de regímenes que a él le merecían simpatía, como China, Vietnam o Camboya, bajo el comunismo. Nunca ha exigido públicamente que se detuviera y se juzgara a los culpables de esos crímenes.
Una voz influyente
Las palabras de Chomsky continúan teniendo eco. Y una vez más, justificando los movimientos hacia los cuales siente simpatía y atacando a aquellos que le generan aversión. Lo criticable para el académico no es lo que se hace, sino quién lo hace.
Chomsky siempre ha defendido a la revolución socialista y ha afirmado que sólo una «verdadera revolución social» transformaría a las masas de modo tal que tuvieran la posibilidad de hacerse con el poder y gobernar las instituciones. Justificó una y otra vez a los líderes socialistas más ortodoxos, entre los que se contaban Fidel Castro, el Che Guevara y Mao Tse-tung.
Hablaba de la «sociedad justa» y «relativamente vivible» de Mao Tse-tung. Pero jamás mencionó la gran hambruna China, que tuvo lugar entre 1958 y 1962, y que ha sido la peor de la historia de la Humanidad. Tampoco habló de que la causa de esa tragedia fue esa colectivización «justa y vivible», que acabó con la vida de 30 millones de personas.
Windschuttle argumenta que si Pol Pot hubiera sido apresado y juzgado por un tribunal occidental, la defensa podría haber utilizado los escritos de Chomsky como parte de sus argumentos. O, si le hubiese sucedido algo similar a Osama bin Laden, las justificaciones morales del profesor podrían servir para pedir un atenuante de la condena,
El doble rasero
Lo que se le critica a Noam Chomsky no es una característica exclusiva de su persona. En realidad, es un doble rasero que caracteriza, en general, a los intelectuales que se denominan progresistas. Protestan por el ataque contra Irak de la coalición comandada por Estados Unidos, pero pasan por alto el terrorismo de Estado del régimen de Sadam Hussein.
Keith Windschuttle asegura que Noam Chomsky ha defendido a algunos de los regímenes más autoritarios y genocidas de la historia, mientras denuncia los crímenes cometidos por Estados Unidos. Este «humanista» exige a los intelectuales decir la verdad y revelar las mentiras, pero oculta los hechos o divulga falsedades. Para defender a los gobiernos que admira no ha dudado en suprimir la verdad y contar falsedades.
Ha sido un duro acusador de las democracias occidentales por haber cometido crímenes terribles, pero justifica hechos hasta más graves si los cometen sus allegados políticos.
Odio contra sí mismo
Las críticas de Keith Windschuttle contra Noam Chomsky no son nada nuevo. Es la vieja historia de los «humanistas y pacifistas» que no entienden razones y niegan los errores de la izquierda aunque las evidencias sean contundentes. Estas personas siempre buscarán distorsionar los hechos en beneficio de su ideología.
Las recurrentes críticas de intelectuales como Noam Chomsky, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa contra sus propios países, su propia cultura y sus propios valores resulta desconcertante. Como dijo el papa Benedicto XVI, «hay aquí, en Occidente, un odio de sí mismo que es extraño y que puede considerarse como algo patológico. Occidente intenta, ciertamente, abrirse, de una manera digna de alabanza a los valores externos, pero no se ama a sí mismo. En su historia sólo ve ya lo que es despreciable y destructivo, pero no está en disposición de percibir lo que es grande y puro».
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