Rio Grande do Sul, en el límite sur de Brasil, se ha visto cada vez más afectado por fenómenos meteorológicos extremos en los últimos años. En septiembre de 2023, al menos 54 personas murieron por el paso de un inesperado ciclón subtropical. Este año supera ese récord, con 136 fallecidos por las devastadoras lluvias. Pronostican más precipitaciones intensas, fuertes vientos y bajas temperaturas.
Defensa Civil estima cientos de heridos, 141 desaparecidos y 1, 5 millones de personas afectadas por los inclementes aguaceros y las inundaciones. En la primera semana de mayo, 163.000 personas fueron desalojadas y alrededor de 66.000 más se encuentran en albergues, gimnasios, escuelas y otros edificios públicos.
El un boletín el Instituto Nacional de Meteorología pronostica estima más de 15 centímetros de lluvia este fin de semana y que empeorarán las inundaciones. En Brasil, los pobres suelen vivir en casas construidas con materiales menos resistentes, como la madera y láminas de zinc, en zonas no reguladas más vulnerables a los daños causados por condiciones climáticas extremas, como zonas bajas o laderas empinadas.
“No podemos decir que lo peor ya pasó”, afirmó el gobernador de Rio Grande do Sul, Eduardo Leite, que calcula que se necesitarán 3.700 millones de dólares para reconstruir el estado. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva anunció que el Congreso Nacional aprobó más de 9.800 millones de dólares para encarar la crisis. El papa Francisco envió 100.000 euros.
Las devastadoras lluvias en Brasil
La crisis climática, causada principalmente por la quema de combustibles fósiles, potencia la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos. En las últimas semanas, las lluvias han causado inundaciones fatales y han traído el caos a la ciudad de Dubái, en pleno desierto. Los embalses en el sudeste asiático se han secado debido a una persistente ola de calor y sequía. Mientras que Kenia lucha contra inundaciones y fuertes lluvias que han desbordado los ríos y causado la muerte de más de 200 personas.
Las vistas aéreas de Rio Grande do Sul son impresionantes. Las crecidas e inundaciones sepultaron cientos de viviendas. Es una extensa superficie tapizada por agua, fango y plena desolación. Arrasaron carreteras y puentes, y derrumbaron una represa de una central hidroeléctrica.
Dayse Moraes, meteoróloga del Instituto de Meteorología de Brasil explicó que unaa masa de aire caliente sobre la zona central del país bloqueó el frente frío que se encuentra en la región sur e impidiendo que avance y se propague a otras localidades. Una combinación de factores que mantiene la inestabilidad sobre el estado y provoca una lluvia intensa y continua». El fenómeno de El Niño, responsable del calentamiento el océano Pacífico, colabora en la inestabilidad.
Los expertos consideran poco usual esta confluencia de factores. Incluso, infieren que las lluvias catastróficas están directamente relacionadas con la ola de calor registrada en las regiones centro-oeste y sudeste, donde las temperaturas han sido superiores en alrededor de 5 °C a la media.
No habrá un respiro inmediato
En su análisis de los acontecimientos, la Organización Meteorológica Mundial advierte que “no se vislumbra un respiro inmediato” en las lluvias sin precedentes en el estado de Rio Grande do Sul, Brasil. El aeropuerto de la capital del estado, Porto Alegre, fue cerrado. La industria quedó paralizada. Se cortaron las conexiones de transporte y el suministro de energía y agua. Más de 100 hospitales resultaron afectados.
En los valles centrales, mesetas, laderas montañosas y áreas metropolitanas, los volúmenes de lluvia han superado los 300 milímetros en menos de una semana. En el municipio de Bento Goncalves el volumen alcanzó los 543,4 mm.
Coincidiendo con la emergencia en el sur de Brasil, la OMM difundió un informe sobre las crisis climáticas extremas en América Latina y el Caribe en 2023. “El impacto de la sequía, el calor, los incendios forestales y las lluvias extremas fue importante en la salud, la seguridad alimentaria y energética y en la economía”, dijo la secretaria general, Celeste Saulo.
El huracán Otis, que dañó o destruyó gran parte de Acapulco, muestra la intensidad de los riesgos climáticos que amenazan la región. Desafían la mayoría de los pronósticos a corto plazo. Otis se intensificó en 12 horas desde una débil tormenta tropical hasta el huracán más fuerte que jamás haya azotado la costa del Pacífico de México. Murieron 50 personas y causó miles de millones de dólares en daños. Saulo se refirió también a la sequía generalizada que redujo algunos caudales en los ríos Amazonas a niveles récord e interrumpió el transporte marítimo a través del Canal de Panamá.
Se anticipan los pronósticos
La sequía y las olas de calor también contribuyeron a alimentar incendios forestales en grandes zonas de América del Sur. En febrero, los incendios en el Parque Nacional Iberá de Argentina destruyeron el hábitat de raros caimanes, ciervos de los pantanos, monos aulladores negros y dorados y más de 300 especies de aves. También arrasaron grandes extensiones del centro-sur de Chile, afectado por una megasequía desde 2010.
La región también está bajo la presión de los crecientes efectos del calentamiento global a largo plazo, incluido el acelerado aumento del nivel del mar que está devorando varios metros de playa por año en zonas turísticas económicamente críticas, como la costa de Yucatán. El cambio climático también es un factor clave en la escasez de agua en la Ciudad de México, donde algunos barrios se quedan sin agua y alimenta los temores de una crisis hídrica general.
“Los modelos del IPCC proyectaban que lo que sucedió el año pasado sucedería en 2050. Pensamos que teníamos tiempo, unos 20 años, para actuar, pero ocurrió antes de lo esperado y es realmente impactante”, dijo el ecólogo de arrecifes de coral Lorenzo Álvarez-Filip, con base en Puerto Morelos, México.