Stefan Armborst /bonaona@bonaona.org
Bajo el imperativo del «retorno financiero» en el sector de las telecomunicaciones en donde las compañías compiten ferozmente por la cuota de mercado, el éxito de la «5G», como nombre comercial para un paquete tecnológico diversificado no podría resultar rentable. La subasta de la banda 700 MHz que le corresponde, que se realizará en la segunda mitad de julio, muestra que «no todo lo que luce es oro» en los escaparates publicitarios virtuales de las operadoras. Para quienes queremos su abolición, es nuestra decisión como personas consumidoras o usuarias el participar.
Un repaso: ¿qué es exactamente la tecnología 5G?
El término 5G es un término comercial para la quinta generación de telecomunicaciones inalámbricas. Desde el punto de vista funcional se refiere a la telefonía móvil y al uso, desarrollo y la interacción con otras tecnologías como «Internet de las Cosas» (IoT), Big data o la robótica, a la vez que plantea soluciones a supuestas “necesidades” bajo la premisa ideológica de que para ello hace falta un aumento exponencial de la velocidad de transmisión de datos (por vía inalámbrica).
“Ya nos venden cascos de realidad virtual 5G para ver deportes, visitas virtuales a museos para nuestros hijos y tardes con amigos en parques al sol para… ver series de televisión en nuestros smartphones. Quieren convencernos de que la báscula o el cubo de basura conectado forman parte de los objetos indispensables, preparando un nuevo «Internet de las cosas» que se apoyará en el 5G.”
(Manifiesto de boicot a los productos 5G que han firmado 600 científicos franceses y lo publicó el diario Liberation)[1]
Aunque el 4G cubre la necesidad de una muy alta velocidad de conexión, pretenden vendernos esta red tecnológica de 5G porque soporta volúmenes de datos móviles que son 1.000 veces más grandes por área; 10 a 100 veces más dispositivos conectados; con tasas de datos de usuario típicas que son de 10 a 100 veces más altas, y 5 veces menor latencia de extremo a extremo (entre 5 y 1 milisegundos).
En fin, que nos toca preguntarnos si apoyamos tanto despilfarro y daño ecológico, en tiempos de crisis, para navegar a una velocidad que permitirá descargar una película en segundos.
Pretenden vendernos la supuesta necesidad de la conectividad total con el entorno: electrodomésticos, vehículos autónomos y conectados, servicios de drones, seguridad y el acceso a sistemas remotos de e-health, como las operaciones quirúrgicas en remoto.
Parte del proyecto 5G es el rediseño de la red principal de telecomunicaciones, que en estos momentos se compone de redes de fibra óptica que conectan físicamente los continentes y la península con las islas y administra todas las conexiones móviles de voz, datos e internet, para una mayor integración con el Internet y los servicios con base en la nube.
Incluirá servidores distribuidos a lo largo de la red con el fin de optimizar los tiempos de respuesta a la señal (latencia reducida). El objetivo consiste en ‘virtualizar” las funciones de la red y la fragmentación de la red para diferentes aplicaciones y servicios, que serán administradas desde la central.
Tres bandas de frecuencias para el 5G, un largo camino por recorrer
Desde el punto de vista de la tecnología de transmisión inalámbrica, la 5G ocupará tres bandas de radio frecuencias, baja, media y alta, y una serie de tecnologías asociadas que acrecientan la velocidad y el volumen de datos transmitidos. El precio que se pagará, además de la millonaria inversión, se contabiliza a pérdida por el preocupante aumento en la exposición a campos electromagnéticos nocivos para la salud y para el medio ambiente.
En la denominada Estrategia de impulso de la tecnología 5G es una prioridad de la Agenda España Digital 2025 que en el año 2025 el 75% de la población tenga cobertura de 5G mediante las bandas que han sido identificadas como prioritarias: 694-790 MHz, 3.400-3.800 MHz y 24.250-27.500 MHz.
A la pregunta de si quiénes han planificado “este impulso” han pensado en las consecuencias en nuestra salud, la respuesta es un rotundo “NO”. La secretaria de Estado para el Avance Digital del Ministerio de Economía y Empresa diseñó una hoja de ruta para el despliegue de la red 5G sin evaluar los impactos ambientales y de salud pública.
Desde el despliegue hasta los parámetros técnicos de concesión, los datos técnicos de los dispositivos instalados, que son responsabilidad del Estado, quedan en manos de la denominada declaración responsable y, por tanto, en manos de las operadoras. El lobo cuidando a las ovejas.
No obstante, es preciso diferenciar entre propaganda comercial difundida por las pocas empresas operadoras grandes que han podido invertir en 5G, por un lado, y lo que es el grado real actual de implantación de esta tecnología, por otro.
Actualmente, el 5G en España se encuentra en los inicios de la primera fase en la que se aprovecha la infraestructura de la red 4G y utiliza la banda media de 3,4‐3,8 GHz. Esta banda de frecuencia es la única en manos de las operadoras y está destinada a la mayor parte del tráfico de datos. Se le considera prioritaria para facilitar los despliegues iniciales de 5G. En particular, los servicios de banda ancha mejorada (eMBB).
Esta banda permite transmitir los datos desde la antena hasta el terminal a gran velocidad y con un grado de cobertura importante, especialmente en las zonas exteriores. La mayor parte de las inversiones en infraestructura (estaciones base, antenas, etc.) ha sido para adaptar esta banda a las tecnologías de 5G.
En la actualidad, Orange dispone de 100 MHz, Telefónica y Vodafone 90 MHz cada una y MásMóvil 80 MHz. Todos los paquetes en la banda media de 3,5 GHz (de 3.400 a 3.800 MHz), considerada en Europa y Asia prioritaria para 5G, puesto que ofrece mejores prestaciones combinadas de velocidad de transmisión y cobertura de la señal.
Viene la subasta de las bandas de frecuencia de 700 MHz y 800 MHz
En el BOE del 31 de mayo, el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital publicó el pliego de cláusulas administrativas particulares y de prescripciones técnicas para el otorgamiento por subasta de concesiones de uso privativo de dominio público radioeléctrico en la banda de 700 MHz y se convoca la correspondiente subasta para llevarse a cabo a partir del 21 de julio.
El precio de salida ha bajado de los 1.170 millones de euros previstos por el gobierno a algo menos de 1.000 millones. La subasta les concede a las operadoras bloques de frecuencias durante 20 años a los que pueden sumar otros 20 años, lo que les otorga 40 años para rentabilizar las inversiones realizadas.[3]
La utilización tanto de las bandas medias (3.5 GHz) como de las bajas (700 MHz) –a partir de este verano– por la tecnología de 5G pertenece todavía a la fase “5G no autónoma” (o “Not Stand Alone”, NSA). Aprovechará parte de las infraestructuras de la red de 4G. La banda baja tiene una velocidad menor que la media, similar a la 4G, pero tiene la ventaja tecnológica de cubrir un área mayor y la señal penetra mejor el territorio y especialmente los edificios. En principio, no requiere de emplazamientos nuevos (estaciones base) pues su radiación se puede hacer desde los existentes para el 4G y se mantiene la misma cobertura.
Las grandes inversiones se requieren en la segunda fase de la “5G autónoma”
El problema de comercializar la 5G es que no existe una sola red con prestaciones similares, sino varias, dependiendo de la frecuencia de transmisión, la cobertura de la señal y su penetración en el territorio y en los edificios.
Para una segunda fase, la 5G autónoma (Stand Alone o SA) y el uso de la red 5G para las nuevas aplicaciones, en entornos de uso masivos (con muy reducida latencia), está todavía por venir. En España, se planea para el futuro la subasta de las frecuencias de 26.5 a 27.5 GHz, una banda de frecuencia ya muy cerca de las ondas milimétricas que empiezan a partir de 30 GHz.
Son estas bandas de frecuencias que dan cobertura de corto alcance (decenas de metros) en las grandes ciudades, con una densidad de usuarios móviles muy elevada llegando a una saturación de la banda de 3,5 GHz y en zonas específicas a muy alta velocidad, como redes privadas en entornos industriales muy localizados o en lugares de gran concentración de máquinas y que utilicen servicios de datos inalámbricos para tecnologías robóticas, el “Internet de las Cosas” (IoT), en ámbitos de producción.
Para esta fase de “5G desplegada” se necesitan grandes inversiones en infraestructura, sobre todo la implantación de numerosas nuevas estaciones base muy pequeñas (small cells) en ámbito urbano (semáforos, postes, farolas, marquesinas, mobiliario urbano, etc.) –las cuales se han ido instalando en ciudades como Barcelona– e incluso dentro de los edificios y las viviendas, en espacios industriales y de oficina. Estas estaciones base dispondrán de múltiples “antenas inteligentes” que son emisoras-receptoras y dirigen cada onda electromagnética por caminos distintos (antenas inteligentes con tecnología “Multiple Input y Multiple Output” o “MIMO”) con lo que logra una continua y altísima velocidad de transmisión.
¿Quién va a pagar por meter nuestra vida en un gran microondas?
En un mundo regido por el “retorno financiero” garantizado para las grandes corporaciones, a expensas del bienestar, la salud, los derechos y la integridad personal e incluso de sobrevivencia de la población, este imperativo absoluto de la rentabilidad vale también para los sectores estratégicos de la cuarta revolución industrial, cuyo objetivo verdadero último es “la integración del ser humano –en sus múltiples dimensiones de existencia– en la inteligencia artificial”.[4]
De hecho, las operadoras en España no invierten en 5G. Por un lado, están los altos precios de la subasta de las bandas de frecuencias 5G y la misma competencia feroz entre las operadoras que conduce a una carrera hacia abajo de los precios. Por otro lado, está el hecho de que la “comercialización de los servicios 5G son una pesadilla a la hora de promoverlos. No se pueden generalizar y venderlos como se hizo como 4G o 3G”.[5] Las personas acostumbradas a una conectividad óptima en todo el territorio van a tener que esperar años para tener la misma cobertura con los costosos terminales 5G.
Se añade, para peor, el desacuerdo entre las operadoras de ordenar conjuntamente el campo de bandas alrededor de los 3.5 GHz. Solamente Vodafone dispone de un paquete compacto y cohesionado de estas frecuencias, mientras que las demás operadoras de 5G no puedan ofrecer la velocidad de transmisión que prometen. Y no invierten en tecnología que se vuelve obsoleta si se cambian las frecuencias adjudicadas. Encima Vodafone y Orange han establecido un acuerdo de compartir sus frecuencias lo que disgusta a las otras empresas comercializadoras.
Invertir en infraestructuras costosas (y cada vez más cuestionadas por la ciudadanía en todo el mundo), sobre todo, la que se haría necesaria para el pleno desarrollo de una “5G autónoma” basada en el pleno despliegue territorial y pleno funcionamiento técnico integrado de las tres bandas de frecuencias, pero, sobre todo, de la de 26 GHz con su parafernalia de “pequeñas celdas”, se puede convertir en una pesadilla para incluso este proyecto de cooperación público-privada. Tengamos claro que todo el proyecto 5G sería imposible sin las millonarias subvenciones estatales y europeas.
Este es el cuadro de incertidumbres respecto a la viabilidad de la 5G (en términos puramente financieros) en el cual llamamos al poder de las personas conscientes de las verdaderas prioridades de resiliencia ecológica-social frente al colapso que acecha a nivel planetario.
Dejemos de jugar a la completa digitalización de nuestras vidas. Dejemos de contribuir en un proyecto tecnológico éticamente aberrante. Llamamos al “Boicot de 5G” tal como lo difunden cientos de científicos franceses:
“Hacemos un llamamiento solemne a todos los ciudadanos que se preocupan por el futuro de las generaciones presentes y futuras para que boicoteen todos los productos que estén relacionados de alguna manera con la 5G y su mundo. Si te animan a cambiar a un teléfono o paquete 5G, aunque sea por una pequeña cantidad, di que no. Si un colega se va a jubilar, busca algo más que unos auriculares 5G para regalarle. Si te piden que promociones productos 5G como parte de tu trabajo, desobedece discretamente. Elija aparatos que no estén conectados. No le compres a un niño un dron 5G (ni ningún dron, por cierto). En definitiva, seguir viviendo sin 5G, igual que ahora”[6].
La asociación BONA ONA defiende los derechos de la ciudadanía
Somos la primera asociación sin ánimo de lucro que procura proteger a las personas en el ámbito de las telecomunicaciones inalámbricas. Defendemos legal y administrativamente los derechos de la ciudadanía y de personas especialmente afectadas por la contaminación electromagnética. Contribuimos a que las instituciones en todos los niveles ejerzan los derechos y deberes existentes en protección de la salud y el medio ambiente (tanto terrestre como la atmósfera terrestre), exigiendo medidas cautelares a las operadoras de suspender su actividad, imponiéndoles la imprescindible condición de acreditar su inocuidad.
Difundimos información científicamente avalada sobre los múltiples impactos de la tecnología 5G, Wifi Global, Internet de las Cosas e Internet de los Cuerpos sobre la salud humana, la seguridad, la privacidad y la democracia, el medio ambiente, las relaciones sociales y de trabajo, el desarrollo educativo, etc.
Proponemos y apoyamos que una sociedad civil consciente consiga una moratoria en el despliegue de la tecnología 5G, apelando al Principio de Precaución frente a la falta de consenso científico sobre su inocuidad.
BONA ONA asociación de información y divulgación sobre las radiaciones no ionizantes