Las plantas han fascinado durante mucho tiempo a los científicos por su capacidad para realizar funciones que parecen requerir algún tipo de inteligencia, a pesar de que no tienen cerebros como los animales. En lugar de un sistema nervioso central, las plantas utilizan una compleja red de señales químicas y eléctricas para procesar información y responder al medio ambiente.
Hay científicos que aseguran que las plantas pueden comunicarse entre sí y con otros organismos. Pueden liberar sustancias químicas al aire o al suelo para advertir a otras plantas sobre amenazas potenciales, como plagas. Además, perciben su entorno a través de una variedad de estímulos que incluyen la luz, la gravedad, el tacto y los productos químicos.
Hay otros que, por el contrario, aseguran que atribuir consciencia, cognición, intencionalidad, emociones y la capacidad de sentir dolor a las plantas es difícil de demostrar. Que si existen animales que no la tienen, entonces se puede deducir que tampoco las plantas, que carecen de neuronas y cerebro.
Inteligencia o solo respuestas a estímulos
Tradicionalmente, las plantas han sido consideradas organismos simples que carecen de capacidades cognitivas, pero la investigación moderna está empezando a cuestionar esta opinión. La inteligencia de las plantas les permite adaptarse a una variedad de entornos y sobrevivir en condiciones duras. Pueden modificar su crecimiento y desarrollo en respuesta a factores ambientales, lo que les permite optimizar la absorción de recursos y evitar amenazas.
Una de las áreas de investigación más interesantes es la comunicación entre plantas. Se ha descubierto que las plantas pueden comunicarse entre sí a través de redes subterráneas de hongos y raíces llamadas micorrizas. Esta red les permite intercambiar nutrientes, agua e incluso información química sobre plagas.
Las investigaciones han demostrado que las plantas pueden poseer formas de memoria y capacidad de aprendizaje. Se ha observado que algunas pueden actuar sobre la base de estímulos anteriores. Por ejemplo, pueden recordar la presencia de depredadores y ajustar su producción de sustancias químicas defensivas en consecuencia. Esto demuestra que tienen la capacidad de adaptarse y cambiar su comportamiento basándose en experiencias pasadas.
Otro aspecto interesante es la capacidad de toma de decisiones de las plantas. Se ha demostrado que las plantas pueden evaluar diferentes opciones y elegir la más beneficiosa en función de las condiciones ambientales. Por ejemplo, algunas plantas pueden ajustar el ritmo o la dirección de su crecimiento en respuesta a la luz, la gravedad u otros estímulos.
Memoria como argumento
Tilo Henning, un investigador de plantas, y su colega Maximilian Weigend, director de un jardín botánico, han estudiado la capacidad de la Nasa poissoniana (una planta de la familia Loasaceae que crece en los Andes peruanos) para almacenar y recordar información. Notaron que las flores levantaban sus estambres poco antes de que llegara un polinizador como si supiesen el momento exacto. Los investigadores descubrieron que, de hecho, la planta parecía estar aprendiendo de la experiencia.
Henning y Weigend aseguran que las flores pueden «recordar» los intervalos de tiempo entre las visitas de las abejas y anticipar la llegada del polinizador. Si el intervalo cambia, la planta hace ajuste y alinea la exhibición de sus estambres con el nuevo cronograma de visitas. Califican el comportamiento de la Nasa poissoniana de “inteligente» a pesar de que no haya un cerebro como tal. “Obviamente, las plantas no tienen estas estructuras”, dice Henning.
“Pero mira lo que hacen. Quiero decir, toman información del mundo exterior. Ellos procesan. Toman decisiones. Y actúan. Lo tienen todo en cuenta y lo transforman en reacción. Y ésta, para mí, es la definición básica de inteligencia» . Afirma que eso no es solo automatismo.
La raíz de la solución
Charles Darwin es uno de los primeros científicos en creer que las plantas son más inteligentes de lo que piensan. En 1880 dijo en su libro El poder del movimiento de las plantas que la raíz es el cerebro. Esta idea se basa en el hecho de que se han detectado señales químicas y eléctricas en las raíces que podrían ser similares a las del sistema nervioso humano. Las plantas no tienen un sistema nervioso, pero se cree que las raíces tienen un grupo de células que actúan como neuronas, enviando impulsos eléctricos con información del entorno. La punta de la raíz de una planta actúa como el cerebro de un animal inferior, ya que es sensible y puede dirigir el movimiento de las áreas adyacentes.
Muchos científicos apoyan la tesis darwiniana pues aseguran que el sistema radicular controla muchos procesos vitales. Capta agua y nutrientes del suelo, ancla la planta en el sustrato, transporta y almacena recursos del suelo. Además, responde a sequías, inundaciones, calor y carencias nutricionales. Principalmente absorbe agua y minerales del suelo para el crecimiento y desarrollo de la planta.
Hay investigaciones que apuntan a la idea de que el cerebro de una planta está distribuido por toda su estructura pues procesan la información sin un órgano central. Las células vegetales individuales pueden tomar decisiones basadas en la información que reciben, y toda la planta coordina estas decisiones para responder de manera coordinada. Quizás estén repartidos por todo el cuerpo de la planta y no exista una sola estructura.
No sienten
Muchos botánicos todavía piensan que aplicar conceptos como la conciencia a las plantas no les hace ningún favor a su esencia vegetal. Sin embargo, incluso muchos de estos científicos están asombrados por lo que se sabe ahora de las capacidades de las plantas. Sin embargo, la idea de que las plantas puedan comunicarse intencionalmente entre sí o tener algún tipo de cognición sigue siendo un concepto.
Lincoln Taiz , profesor emérito de biología molecular, celular y del desarrollo en la Universidad de California en Santa Cruz, es uno de los que se opone a la neurobiología. Sobre la base de la investigación de los estadounidenses Todd Feinberg y Jon Mallatt, en cuanto a la evolución de la consciencia a través de estudios comparativos de cerebros de animales simples y complejos, asegura que «solo los vertebrados, artrópodos y cefalópodos poseen la estructura cerebral de umbral para la consciencia».
La neurobiología de las plantas se estableció como campo de estudio en 2006. Y desde ese momento Taiz se opuso firmemente a que las plantas pueden pensar, aprender y elegir intencionalmente sus acciones. Y para evitar confusiones lo dejó plasmado en una carta que redactó junto a otros investigadores. «Lo que hemos visto es que las plantas y los animales desarrollaron estrategias de vida muy diferentes. El cerebro es un órgano muy costoso, y la planta no tiene ninguna ventaja en tener un sistema nervioso altamente desarrollado», explica.
Genética
Para salir al paso a los defensores de la neurobiología de las plantas, que trazan paralelismos entre la señalización eléctrica en los vegetales y los sistemas nerviosos en los animales, aseveran que el modelo de consciencia de Feinberg-Mallatt, por contraste, describe un nivel de complejidad organizativa que se requiere para la experiencia subjetiva. Las plantas se valen de señales eléctricas para regular la distribución de moléculas cargadas a través de las membranas y para enviar mensajes a larga distancia a través del organismo.
Si ocurre lo primero, las hojas de una planta como por ejemplo una Mimosa pudica pueden enroscarse debido a que el movimiento de los iones produce un movimiento del agua fuera de las células, lo que cambia su forma. En el segundo caso, una picadura de insecto en una hoja podría iniciar respuestas de defensa en las hojas distantes. Aunque ambas acciones pueden parecer la reacción de la planta a un estímulo, para Taiz y su equipo son respuestas codificadas genéticamente que se han perfeccionado a través de generaciones de selección natural.
Taiz espera que mediante el uso de condiciones y controles más estrictos se dé respuesta las preguntas de los experimentos actuales de neurobiología de las plantas sobre la atribución de cognición, intencionalidad y emociones. «Si bien estamos totalmente de acuerdo con la necesidad de proteger la biodiversidad, nos oponemos enérgicamente a la implicación de que la consciencia, la intencionalidad y la cognición de las plantas son cuestiones morales o éticas. Una comprensión científica de la naturaleza solo requiere que busquemos la verdad», afirma.