Ha crecido la mortalidad. La segunda ola ha encadenado en las dos últimas semanas más de 100 fallecidos al día por el coronavirus. Mientras tanto, en Madrid se sigue discutiendo y polemizando sobre si se debe o no aumentar las restricciones o los confinamientos, cuando los datos nos demuestran que el virus sigue presente, y bien presente, en todo el país, y que además se va a quedar por lo menos una larga temporada.
Todo este desconcierto también afecta a varios países europeos con nuevos rebrotes, lo que les está obligando a tomar medidas más restrictivas.
Aquí, algunos, como la Comunidad de Madrid, han preferido desmarcarse acudiendo a los tribunales. Presentándose como víctimas en vez de gestionar y buscar las mejores soluciones para luchar contra la pandemia. ¡Otro despropósito!
No podemos estar más pendientes de los tribunales que de la pandemia.
Como siempre se ha dicho, la política está para resolver los problemas y no para crearlos. Pero esta norma y condición aquí no impera.
Culpamos a menudo a la clase política de todos los males que nos rodean, pero convendría no generalizar porque hay quienes asumen su responsabilidad sin ruido ni necesidad de estar todos los días en los medios de comunicación.
Ahí tenemos los ejemplos de Asturias, Castilla y León, Euskadi o Valencia.
El alto al fuego político se tiene que imponer en Madrid. Se debe enterrar el hacha de guerra y las estrategias políticas absurdas que no vienen a cuento y distorsionan la realidad cuando el enemigo común se llama COVID-19.
Hay que tratar a los ciudadanos como adultos. Hay que defender los derechos fundamentales, cómo no. Pero la prioridad de las prioridades es defender y asegurar la salud pública.
Cambien las leyes o las normas, si es preciso.
En esta cacofonía desesperante, absurda y cansina han hecho su aparición expresidentes del Gobierno, los llamados “jarrones chinos”. En el caso de José María Aznar dice que se está “intentando criminalizar Madrid”. José Luis Rodríguez Zapatero, sin embargo, pide una tregua política.
Juzguen la diferencia.
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