La falta de supervisión y la autorregulación ha convertido el mercado de créditos de carbono en terreno fértil para el fraude
El mercado de la compensación de carbono, diseñado para combatir el cambio climático, se encuentra una vez más en el ojo del huracán. Un nuevo escándalo lo sacude. No es el primero y, al parecer, tampoco será el último. El FBI develó las presuntas prácticas fraudulentas de uno de sus pioneros, Kenneth Newcombe.
Uno de los principales impulsores de este sistema, Kenneth Newcombe, ex director ejecutivo de C-Quest Capital y miembro del consejo de Verra, la mayor certificadora mundial de créditos de carbono, enfrenta cargos por inflar artificialmente los beneficios de proyectos de reducción de emisiones. En un presunto fraude de 100 millones de dólares. Podría ser condenado a 20 años de prisión.
La detención de Newcombe evidencia una vez más las vulnerabilidades del sistema de compensación de carbono. Mercado que ha sido criticado por carecer de transparencia y rigor en la verificación de los créditos. A pesar de su promesa de fomentar prácticas sostenibles.
Socavar integridad del mercado
El reporte de Follow the Money indica que el modelo de negocio de C-Quest Capital consistía en vender créditos de carbono a grandes empresas como Shell y BP, que los utilizaban para compensar sus emisiones. Sin embargo, la fiscalía estadounidense estableció que Newcombe manipuló los datos para inflar el impacto de sus proyectos.
C-Quest Capital proporcionaba estufas de bajo consumo a familias en países como Malawi y la India para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. A cambio, la organización vendía «créditos de carbono» a empresas para ayudarlas a cumplir objetivos medioambientales.
La fiscalía afirma que Newcombe infló los ahorros de carbono y perpetró un fraude de 100 millones de dólares. Newcombe rechaa las acusaciones.
En el caso que develó el FBI, la propia C-Quest Capital delató a su antiguo director general y fundador. «Newcombe y sus colegas vendieron estos créditos a compradores desprevenidos. Las presuntas acciones de los acusados y sus socios conspiradores socavan la integridad de ese mercado, una parte importante de la lucha contra el cambio climático», dijo el fiscal Damian Willaims.
El mercado de compensación de emisiones de carbono ha experimentado una sacudida en los últimos años, con acusaciones de lavado de cara ecológico y falta de acción real por parte de empresas y gobiernos.
Modelo cuestionado
Newcombe formó parte del consejo de Verra, la mayor certificadora mundial de créditos voluntarios de carbono, hasta diciembre de 2023, cuando se presentaron las acusaciones estadounidenses.
Newcombe, mientras ocupaba un puesto de liderazgo en Verra, la organización encargada de certificar la calidad de los créditos de carbono, participó en la aprobación de un nuevo modelo de cálculo propuesto por su propia empresa, C-Quest Capital. El mismo modelo en el que se centra el caso estadounidense. Lo que agrava su situación.
El nuevo método de cálculo aprobado por Verra habría permitido a C-Quest Capital vender más créditos de carbono. Además, Newcombe habría convencido a un inversor para que invirtiera más de 100 millones de euros en su empresa gracias a las cifras supuestamente infladas. Obtuvo así una ganancia de 15 millones de dólares con la venta de sus propias acciones en C-Quest Capital.
Importante en el sector
Entre 2021 y 2022, C-Quest Capital atrajo inversiones de Shell, el banco de inversión australiano Macquarie Group y Gen Zero, una filial de la empresa de inversión estatal singapurense Temasek. Gen Zero dijo que revisaría su inversión en C-Quest Capital tras las acusaciones.
El Ministerio holandés de Asuntos Exteriores también invirtió más de seis millones de dólares en la empresa de Newcombe. El ministerio dijo, cuando fue consultado por FTM, que no incluiría cifras de C-Quest Capital en su informe de impacto ambiental.
Cuando Newcombe puso en marcha su propio negocio de créditos de carbono con C-Quest Capital en 2008, ya era un nombre importante en el sector. Era ejecutivo de Goldman Sachs, jefe de la Unidad de Financiación del Carbono del Banco Mundial y miembro del consejo de Verra.
Maurits Blanson Henkemans, ex alto funcionario del Ministerio de Economía holandés, describe a Newcombe como «una araña en la telaraña de los proyectos de carbono en los países en desarrollo».
Blanson Henkemans se reunía a menudo con Newcombe como miembro de la junta de la Unidad de Financiación del Carbono del Banco Mundial. «Ha estado implicado en este mercado desde el principio y sabe exactamente cómo funciona todo».
La función de Verra es evaluar los métodos de cálculo de empresarios como Newcombe y hacer que los verifique un auditor externo, supuestamente para garantizar su calidad. Pero, en 2020, según el FBI, Verra adoptó un método de cálculo escrito por uno de los miembros de su propio consejo y sus colegas. Un evidente conflicto de intereses. Un síntoma de problemas más graves en el mercado.
Mercado sobreestimado
En los últimos años, periodistas e investigadores han sacado a la luz cómo los principales comerciantes y certificadores de créditos de carbono sobrestiman con frecuencia su impacto real.
Revelaciones que contribuyeron al desplome del mercado en un 60% en 2023. Su valor se redujo a menos de mil millones de euros, según un informe de Ecosystem Marketplace.
Existen también otros conflictos de intereses en el mercado del carbono. Por ejemplo, la organización sin ánimo de lucro Verra recibe 18 céntimos de euro por cada crédito de carbono aprobado. Genera dudas sobre el nivel de exigencia de la organización en la evaluación de los métodos de cálculo de los proyectos.
Además, los auditores contratados por Verra no son pagados por la organización, sino por los propios empresarios que están detrás de los proyectos. Pareciera inconveniente y puede influir en su imparcialidad.
Como en el salvaje oeste
Algunas ONG, e incluso bancos, critican el mercado de crédito de carbono por ser como el «salvaje oeste». Investigadores y científicos han descubierto que una gran proporción de los créditos que se comercializan tienen un impacto mucho menor del que se afirma en la lucha contra el cambio climático.
Las empresas que compran los créditos engañan a los consumidores afirmando que tienen un impacto positivo en la naturaleza. Ha permitido a grandes empresas como Gucci, Microsoft y Spotify compensar parte de sus emisiones de gases de efecto invernadero pagando por evitar o eliminar emisiones a través de supuestos proyectos ubicados principalmente en países en desarrollo.
Pero en honor a la verdad, el comercio de estos créditos apenas está sujeto a legislación o controles. El mercado voluntario carece de reguladores; las únicas normas provienen del propio sector.
Ya sea a través de organizaciones de certificación o del Consejo de Integridad para el Mercado Voluntario de Carbono (ICVCM). Un organismo de gobernanza independiente que actualmente evalúa el mercado e intenta mejorar la calidad de los créditos.
Abundan los conflictos de intereses
El fraude cometido por Newcombe, que era director ejecutivo de C-Quest Capital y también miembro del consejo de Verra, genera una profunda preocupación en el sector de los créditos de carbono.
Expertos y organizaciones advierten sobre los conflictos de interés existentes en este mercado y la necesidad de una mayor transparencia y regulación. «Obviamente, no es bueno para la confianza en el mercado [voluntario del carbono], que ya se había resentido mucho en los últimos años», opina Adriaan Korthuis, veterano del mercado y cofundador de la consultora Climate Focus.
Korthuis señala que la presencia de Newcombe en el consejo de Verra, mientras fundaba y dirigía C-Quest Capital, era un claro ejemplo de conflicto de intereses. «Debería haberse retirado de Verra mucho antes».
Según Korthuis, Newcombe no era un caso aislado. «Verra fue fundada por profesionales del mercado. Desde el principio ha contado con numerosos profesionales del mercado del carbono en su consejo. Podría haber quedado más claro cómo ha gestionado Verra estos conflictos de intereses».
Impacto negativo
El Consejo de Integridad para el Mercado Voluntario de Carbono reconoció la gravedad de la situación. En un comunicado afirma que «los comportamientos que han socavado la integridad del mercado deben cesar, y deben tomarse las medidas coercitivas apropiadas cuando se prueben las acusaciones».
El banco holandés de desarrollo FMO, uno de los inversores de C-Quest Capital, expresó su consternación por las acusaciones.
«Es muy angustioso cuando el [presunto] fraude socava la tan necesaria acción climática y la posibilidad de una vida un poco mejor para las mujeres más pobres del mundo», declaró un representante del banco.
Jules Kortenhorst, el nuevo director ejecutivo de C-Quest Capital, anunció su intención de transformar la empresa y establecer una cultura de integridad y transparencia. Pero, el hecho de que haya llegado a un acuerdo con la fiscalía para evitar que la empresa fuera procesada despierta suspicacias.
Un documento público del Departamento de Justicia de Estados Unidos muestra que a cambio de Kortenhorst delatara a su antiguo consejero delegado y cooperar plenamente en la investigación, C-Quest Capital no será procesada por los mismos cargos que Newcombe.
Encrucijada
El mercado voluntario de créditos de carbono se encuentra en un punto de inflexión después de la serie de escándalos que le han afectado. El Consejo de Integridad para el Mercado Voluntario de Carbono (ICVCM), estableció nuevas normas para intentar restaurar su reputación.
El mercado negocia créditos de carbono que permiten a las empresas demostrar que sus emisiones se compensan en otros lugares del mundo. Pero, el mercado carece de regulaciones y es susceptible de fraude. Como quedó en evidencia en el caso de Newcombe y C-Quest Capital.
Annette Nazareth, ex comisionada de la SEC y actual presidenta del ICVCM, reconoce las limitaciones del mercado actual. «En un mundo ideal, se habría introducido un impuesto universal sobre el carbono. Los créditos de carbono no habrían sido necesarios», declaró a FTM. Cree que el mercado voluntario juega un papel importante. Aunque admite que su complejidad y falta de transparencia generan desconfianza.
Científicos cuestionan
A pesar de los esfuerzos de organizaciones como el ICVCM por mejorar la calidad de los créditos, numerosos expertos y estudios científicos cuestionan su transparencia y eficacia. No están convencidos de que los mercados de carbono ofrezcan una solución al cambio climático.
Para Doreen Stabinsky, profesora de política medioambiental global en el College of the Atlantic de Estados Unidos, «cada empresa que sigue emitiendo carbono a la atmósfera está empeorando el calentamiento global».
En 2023, las normas de mercado de organizaciones de certificación como Verra, que supervisan la calidad de los créditos de carbono voluntarios, se pusieron en entredicho en varias ocasiones.
Una investigación de varios periódicos importantes descubrió que al menos el 90% de los créditos aprobados por Verra procedentes de proyectos de selva tropical eran «créditos fantasma». Por lo tanto, carecían de valor.
Verra refutó enérgicamente las conclusiones, pero investigadores de Nature descubrieron que los créditos de carbono de proyectos de distribución de cocinas «limpias» a comunidades de África, Sudamérica y Asia habían exagerado el efecto beneficioso sobre el clima en una media del 1.000%.
La iniciativa Science Based Target y la ICVCM reconocieron recientemente que varios tipos de créditos de carbono son «ineficaces». Incluso la ICVCM descubrió que casi un tercio de los créditos voluntarios que ha analizado no cumplen las nuevas normas que estableció. La evaluación de la ICVCM sigue en curso.
Autorregulación cuestionada
Según Rutger Claassen, catedrático de Filosofía Política y Ética Económica de la Universidad de Utrecht, el mercado voluntario de carbono se basa en la autorregulación. Una tendencia en la que los gobiernos transfieren cada vez más responsabilidad a las empresas que ya tiene 20 años.
Claassen explica que la capacidad de autorregulación del mercado depende de cómo la ICVCM represente la voz de los científicos y las organizaciones de la sociedad civil. Porque lo cierto es que ni los compradores ni los proveedores de proyectos tienen interés alguno en tomar medidas cuando un proyecto resulta fraudulento. En cambio los ciudadanos sí, pero son los que no tiene ni voz ni voto.
En 2020, en el Financial Times, un grupo de científicos, entre ellos Doreen Stabinsky, alertó sobre los intereses que había detrás del grupo de trabajo original que llevó a la creación del ICVCM. Estaba formado en su mayoría por representantes de multinacionales, bancos de inversión y comerciantes de carbono. Según la ICVCM sólo tres miembros representaban a empresas petroleras y de gas.
La mayoría de los 22 miembros actuales del consejo tienen experiencia comercial en el mercado del carbono o en la financiación de proyectos de naturaleza. Tres representantes indígenas son los únicos que no tienen una formación claramente comercial.
La ICVCM subraya que la sociedad civil está adecuadamente representada en el consejo. Pero las tres organizaciones conservacionistas que cita – según FTM – también son firmes partidarias del mercado de carbono.
Carecen de sentido
La propia ICVCM ha sido cuestionada. La empresa alemana de investigación climática Perspectives, por encargo del Ministerio de Finanzas alemán, analizó los «Principios básicos del carbono» de la ICVCM. Concluyó que no siempre mejoran las normas existentes en el mercado. En algunos casos, el consejo se desvió claramente de las acciones recomendadas por su propio panel de expertos.
Activistas ecologistas e investigadores de revistas como Nature y Science denuncian que los créditos de carbono carecen de sentido. No equivalen a ninguna reducción real de las emisiones de carbono. Sus investigadores descubrieron que los créditos en Zimbabue en gran parte eran ficticios. Animales supuestamente protegidos fueron abatidos a tiros en tours de cacería para estadounidenses.
En Xinjiang (China), los residuos del algodón fueron supuestamente recogidos por trabajadores forzados, y quemados para generar «energía renovable». También demostraron que el banco holandés Rabobank vendió créditos de carbono en Costa de Marfil que en realidad eran propiedad del Estado marfileño. Créditos que ya habían sido contabilizados. Los escándalos, como los mencionados se han multiplicado en los últimos años.
Insisten en la autorregulación
A pesar de las críticas, muchas empresas y organizaciones siguen apostando por el mercado voluntario de carbono como una herramienta para alcanzar sus objetivos de neutralidad climática.
Por ejemplo, Janet Yellen, Secretaria del Tesoro estadounidense, desea que el comercio de créditos de carbono «de alta integridad» tenga éxito. Pero ha señalado que se necesita un compromiso generalizado con la integridad para infundir confianza en el mercado
La Autoridad Holandesa para los Mercados Financieros reiteró su apoyo a la regulación del mercado voluntario de carbono. También a un pasaje del Acuerdo de París de 2015 que establece que los países deben desarrollar conjuntamente normas para el comercio de carbono. Aunque desde esa fecha no se ha alcanzado ningún acuerdo formal en las cumbres anuales.
La consultora McKinsey calculó en 2021 que la demanda de créditos de carbono voluntarios podría multiplicarse por quince de aquí a 2030. Con un valor de mercado de más de 50.000 millones de dólares.
Como era esperable, Google, Meta, Microsoft y Salesforce siguen creyendo en ellos. Anunciaron una coalición para comprar hasta 20 millones de créditos de carbono para 2030 de acuerdo con las normas de alta integridad de la ICVCM. Una muy conveniente apuesta por un sistema que mira a otro lado ante los errores que se siguen repitiendo en el mercado.
Hasta ahora la falta de supervisión independiente (en nombre de los gobiernos) por parte de los reguladores financieros facilita que nadie sea responsable cuando los créditos no consiguen los impactos climáticos prometidos.
Mientras, Newcombe, pese a las pruebas acumuladas por el FBI, espera salir bien librado. Uno de sus portavoces declaró recientemente a la agencia Bloomberg que su cliente «confía» en que el jurado «desestime los cargos falsos y restablezca su buen nombre». El juicio penal en su contra en Nueva York aún no tiene fecha.