En Labrea, al sur del estado brasileño de Amazonas, una amalgama de personajes perturba la paz de la naturaleza: madereros, ganaderos, sicarios, los grileiros (falsificadores de documentos de posesión de tierras)… En el otro lado del cuadrilátero, los defensores del medio ambiente y los seringueiros (recolectores del árbol del caucho) en la guerra por la supervivencia de la tierra amazónica.
En 2011, ocho líderes locales fueron asesinados y centenares de familias agricultoras tuvieron que desplazarse para resguardar sus vidas. En tierra de nadie, lejos de los ojos del Estado y codiciada por los terratenientes, Nilcilene Miguel de Lima, de 48 años, fue la única líder superviviente. La activista medioambiental recibió la protección de nueve escoltas de la fuerza nacional brasileña durante ocho meses. Pero no fue suficente: tuvo que huir de Labrea para no perder su vida, como ya había sucedido con algunos de sus amigos.
Hoy, esta valiente heredera de Chico Mendes no ha perdido el miedo, pero tampoco ha dejado de luchar. Escondida en un lugar secreto en el Amazonas, ha accedido a hablar con Cambio16. Aunque sea desde la distancia, Nilcilene prosigue con sus denuncias y no olvida sus sueños: la protección del pulmón del planeta y de las gentes que lo habitan.
¿Quiénes son los responsables de la deforestación del área protegida en el sur de Labrea?
Los grileiros vienen de afuera, de Sao Paulo, Mato Grosso… Los seringueiros no saben leer, tampoco las personas que viven en la gran floresta. Los grileiros hacen un documento falso y obligan a firmarlo a los que viven allá. A los que se niegan les queman las casas, incluso son asesinados.
¿Quiénes se esconden tras los ‘grileiros’?
La maderera más grande es de un diputado. Detrás también hay senadores que apoyan a los madereros. Ellos retiran la madera de forma clandestina y es transportada hasta São Paulo. Ninguna de las madereras está regularizada. Es toda una mafia. Sacan las maderas, y por detrás ya vienen los ganaderos devastando. Los mismos madereros son los terratenientes.
¿Por qué no defiende el Estado brasileño esta parte de la Amazonia?
Creo que hay mucha gente rica, muchos terratenientes, muchos grileiros que tienen dinero. Eso todo es político, porque realmente si ellos quisieran resolver, ellos resolverían. La Fuerza Nacional (órgano vinculado al Ministerio de Justicia de Brasil) estuvo allá, pero ellos la sacaron. Cuando hicieron eso, los grileiros montaron una fiesta, hasta mataron un buey e hicieron un asado. Se reían de la Fuerza Nacional. Debería realizarse una investigación profunda para saber quién fue el maderero que ordenó sacar a la Fuerza Nacional, si fue el mismo que ordenó que me mataran. En Labrea quienes mandan son ellos. El Estado debería enviar refuerzos para probar que Brasil actúa, pero lo que vi allá no fue eso. Y las cosas que pasan allá, el resto del país no se entera.
¿Cómo se las arregla para proseguir su activismo desde la distancia?
Sigo ayudando a las personas que vienen detrás de mí pidiendo auxilio. Llevo las denuncias a la justicia, al ministerio federal, todo con ayuda de la CPT (Centro Pastoral da Terra). No quiero aparecer. Tengo mucho miedo de morir. Ya me pegaron, incendiaron mi casa, pasé por muchas cosas horribles que nunca voy a olvidar. Nunca se me va a borrar aquella golpiza que me dieron los sicarios de los madereros. Hasta hoy sufro los efectos.
Pero la gente sigue acudiendo a usted…
Hace poco me llamó una señora que no sabe leer ni escribir. Le habían obligado a firmar un documento donando su tierra. Llegó hasta mí llorando y yo la llevé al ministerio federal. Espero que se resuelva.
¿Usted defiende a los agricultores?
Yo lucho por el pequeño agricultor. Él siembra sólo en una pequeña parte, no explora la tierra entera. Lo que siembra él es sólo para su supervivencia. Es sostenibilidad. Es como vivo yo; yo planto y vivo de la tierra. Planto para poder vivir. Yo les muestro (a los pequeños agricultores) que no pueden firmar cualquier documento, diciéndoles el derecho que tienen en la tierra. También les enseño que ellos no pueden devastar los árboles. Ser líder es lo mismo que ser madre de todas aquellas personas. Cuando escapé de Labrea, en la misma semana salieron 40 familias.
¿Cuál es la situación de estas familias hoy ?
Estas familias, al ser expulsadas del Amazonas, huyen a las ciudades. Como muchas veces ellos no saben leer o escribir, las hijas van a prostituirse, a los hijos los traficantes les ofrecen vender drogas, y después van todos a la cárcel. Como los hijos encuentran esta vida más fácil, es muy difícil que vuelvan a vivir de la tierra. Por eso lucho, para que ellos nunca salgan de allá. Es importante en los asentamientos que haya escuelas y hospitales. Cuando yo estaba allá, nosotros (los líderes) habíamos conseguido todo eso, pero ahora ya no hay.
Escucha a Nilcilene en versión original:
Muchos de sus compañeros murieron, ¿qué le hace seguir adelante con sus denuncias?
Cuando veo la naturaleza muriendo, parte de mí también se muere. Y cuando veo las cosas erradas y tan crueles que hacen con las personas inocentes, me duele en el fondo de mi corazón. No puedo quedarme parada, no puedo quedarme callada. ¡Tengo que denunciar! Y no pierdo la esperanza. A través de nuestras denuncias, algunas familias ya tienen el título de la tierra en donde están. Pero tener uno no es una garantía. Hay gente que tenía título de propiedad de la tierra, pero tuvo que salir así mismo. Este fue el caso del padre de Dinhana (Dinhana Nink, compañera de Nilcilene, asesinada en 2012 delante de su hijo).
Usted y sus compañeros ya han hecho muchas denuncias. ¿Por qué el Estado no les escucha?
Nunca han hecho nada. Antes de que ellos (las autoridades) lleguen, los madereros y sicarios ya saben que van a llegar, y todos se esconden. Siempre hay alguien que les avisa antes. Me cansé de ver situaciones como esa. Cuando el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama) llegaba, encontraban la devastación de la floresta, pero no conseguían arrestar a ningún criminal. Hubo detenidos, pero ninguno fue preso, y las multas se recurren y pagan muy poco. Normalmente los sicarios nunca son detenidos; los que defienden la naturaleza, sí. O son asesinados. Nadie fue apresado. Los que me atacaron tampoco. El único apoyo que recibí fue de la Fuerza Nacional. Cuando salí de Labrea, la Comisión de Derechos Humanos de Brasil y la Policía Federal me prometieron que no iban a abandonar a aquellas personas. Eso es lo que me deja más triste e indignada. Yo lloraba y les decía: “Mira, si salgo de aquí, todos se van a ir. ¿Dónde van a vivir estas familias?”. Y ellos me contestaron: “No te preocupes, cuando salgas de aquí, nosotros vamos a cuidar de estas familias”.
Pero no fue así. Tras mi marcha, algunos incluso fueron asesinados. Un compañero mío, por ejemplo, no quiso salir de su tierra y fue asesinado dentro de su casa. El sicario llega y dice: “Usted va a firmar este documento para donar esta tierra”. Si el agricultor no acepta, es asesinado.
¿Qué es necesario cambiar para que haya un desarrollo agrario sostenible?
Hay que despedir a los corruptos del Ministerio del Desarrollo Agrario y de Terra Legal (programa de reglamentación agraria del Amazonas). Hay que sacar a muchos funcionarios que cometen errores. El Ministerio Federal también tiene que hacer una investigación, principalmente en los asentamientos. También hay que perseguir a los sicarios, a los grileiros. Hay que reglamentar estas tierras y cederlas a los pequeños agricultores. Hay que tener seguridad para terminar el conflicto. Si el ataque prosigue como está, el Amazonas entero va a morir.