Los medios de comunicación atraviesan una de las más severas crisis de su historia. En especial los medios impresos. Cientos de periódicos dejaron de circular, bien porque quebraron o migraron a internet. La más reciente víctima es el negocio de las revistas en Estados Unidos. Un modelo de negocio que se impuso por la calidad de su escritura y se ha ido a la quiebra en la medida en que sus intereses cambiaron. Su muerte es inminente.
En el siglo XIX, los periódicos y revistas se convirtieron en el principal medio de masas en los países desarrollados, gracias al auge de la tecnología de imprenta y la revolución industrial. El negocio generaba cuantiosos ingresos por publicidad, debido al volumen del tiraje y la demanda de noticias, crónicas y reportajes.
No fue hasta el siglo XX, con la llegada de la radio y la televisión, que la prensa enfrentó una competencia real. Sin embargo, periódicos y revistas mantuvieron su influencia y relevancia hasta finales del siglo XX. La llegada de Internet en la década de los años noventa marcó una frontera en la historia de los medios de comunicación. Presentó una real amenaza al estilo de informar que había prevalecido por dos siglos en los medios impresos.
La caída del periodismo
Por citar un ejemplo, en España, los periódicos y revistas disfrutaron de buena salud hasta finales de la década de los noventa. Pero a principios del siglo XXI, el sector comenzó a deteriorarse. En 2008, coincidiendo con la desaceleración económica, la crisis se hizo oficial. Un estudio de la Asociación de la Prensa de Madrid de ese año predijo que el ordenador, los dispositivos electrónicos y el papel serían los formatos preferidos para leer noticias en 2018, una predicción que se cumplió.
La disminución en el tiraje, difusión y número de lectores se observó desde inicios del siglo XXI. Algunos expertos predijeron la muerte del periodismo escrito para 2020 o 2040. La aparición de nuevos operadores digitales y redes sociales en la primera década del tercer milenio cambió la producción y consumo de información periodística. Fragmentó las audiencias y debilitó aún más a los medios impresos.
En la actualidad, en los países desarrollados las revistas sufren una caída constante en ventas y consumo. A diferencia de otros medios de comunicación como la radio, televisión y medios digitales. La pregunta que muchos expertos se hacen es por qué los lectores las están abandonado y por qué cada vez se leen menos.
Heridas de muerte
Ted Gioia un destacado intelectual estadounidense procura dar respuesta a esas interrogantes en el artículo “La muerte de la revista” publicado en su boletín de noticias de Substack, The Honest Broker. Gioia es una de esas figuras con alma renacentista. Destacado músico, considerado una autoridad en Jazz, es además un acucioso historiador. Catedrático de Stanford, doctorado en Oxford con honores, ha aparecido en podcasts, programas de televisión y radio. Además ha publicado sesudos artículos en varios periódicos y revistas importantes de los Estados Unidos. Su labor es ampliamente reconocida y ha sido premiada con el ASCAP-Deems Taylor y el premio Virgil Thomson, entre otros.
Además de sus logros académicos y su éxito como autor y columnista, Gioia también tiene una notable carrera en la comunidad de Silicon Valley. Donde trabajó como consultor para empresas de Fortune 500, negociando acuerdos multimillonarios en cinco continentes. Con el lanzamiento de The Honest Broker en 2021, amplió su alcance y audiencia. Su publicación en línea se centra en música, medios, literatura y cultura contemporánea, y busca tener un impacto positivo en nuestra cultura.
Con esos antecedentes realiza un profundo análisis de la irremediable muerte de las revistas. Una frase de su artículo es lapidaria: «La renuencia de los medios tradicionales a pagar por un buen contenido bien escrito es la señal más clara de que su declive es irreversible». Pero, ve en esta muerte anunciada, la posibilidad de que el buen periodismo, como el Ave Fénix, renazca de sus cenizas bajo un nuevo modelo de negocios.
Son empresas
Ted Gioia comienza con una frase directa, como el lanzamiento de un dardo. “Las revistas son empresas”. Su análisis apunta a un sombrío panorama futuro para el modelo de una industria que antaño dominó el mundo de la información y el entretenimiento. A través de un análisis comparativo con otros sectores empresariales, Gioia desvela las razones detrás del declive inexorable de estas publicaciones.
Compara el desempeño de las cinco principales empresas de la lista Fortune 500 de 1960, provenientes del sector siderúrgico y automotor, con el de las cinco revistas impresas más populares de la misma época. Si bien las empresas experimentaron dificultades, todas lograron expandirse y superar la inflación. Mientras las revistas luchaban por mantenerse a flote.
The Reader’s Digest, por ejemplo, se declaró en bancarrota en 2009 y 2013, Life terminó sus ediciones impresas regulares en 2000. Las otras revistas, como Ladies Home Journal, y Saturday Evening Post también ha sufrido drástica reducción en su circulación impresa. McCall’s publicó su último número impreso en 2002.
Podría pensarse que el destino de las revistas también sería exitoso. A diferencia de las industrias siderúrgica y automotriz de Detroit, “las revistas estadounidenses no tienen que competir con la oferta de China, Alemania y Japón”. Sin embargo, a pesar de su acceso a las últimas tendencias y modas, y de su rápida adaptación a Internet, el negocio de las revistas se ha convertido en una trampa mortal para los inversores. Giogia sugiere que incluso las revistas más populares podrían desaparecer dentro de los próximos 10-15 años.
Cine si, revistas no
Gioia plantea una pregunta fundamental: ¿por qué una industria tan dinámica y adaptada a las nuevas tecnologías como la editorial ha sido incapaz de sobrevivir? A diferencia de otros sectores, las revistas no han logrado encontrar un modelo de negocio sostenible en la era digital. Pese a sus intentos por diversificar sus ingresos y adaptarse a las nuevas plataformas, la realidad es que la publicidad digital ha fragmentado el mercado y ha erosionado los ingresos por suscripción. Señala que las revistas no están hechas para durar, muy distinto de los estudios de cine, que han demostrado una gran resistencia a lo largo de los años,
Comparando el negocio de las revistas con la industria del cine, vemos que los estudios de Hollywood han cambiado muy poco. Un chiste de una obra de teatro de 1930 menciona a Paramount, Warner Bros, MGM y Fox, empresas que sigue siendo relevante hoy en día, casi un siglo después. La industria del cine ha demostrado una notable estabilidad y longevidad. Están hechas para durar. Las revistas, en cambio, no.
La naturaleza efímera de las revistas, su dependencia de las tendencias y su incapacidad para construir marcas duraderas las han vuelto vulnerables a los cambios del mercado. Para Gioia, lamentablemente en nuestros días no hay una sola revista impresa que sea una inversión segura.
Ocaso de un gigante
Ted Gioia cita la historia de National Geographic como un claro ejemplo de cómo un imperio mediático puede desmoronarse. Una vez símbolo de exploración, conocimiento y aventura, la icónica revista ha visto cómo su influencia se desvanece víctima de los cambios en el panorama mediático. Y de decisiones empresariales que considera cuestionables.
Por décadas, National Geographic fue mucho más que una simple revista. Era una institución. Una comunidad de exploradores y científicos. Una fuente confiable de información sobre el mundo natural. Su influencia se extendía más allá de las páginas de la revista, llegando a la televisión, los libros y los mapas. No hace mucho, 12 millones de familias estadounidenses estaban suscritas a la revista.
En su apogeo, National Geographic Society financió expediciones importantes. Como el viaje de Robert Peary al Polo Norte y el primer vuelo de Richard Byrd al Polo Sur. La revista también otorgó 15 mil becas a científicos y creó empresas derivadas exitosas, y productos con alta demanda como mapas y rompecabezas. Los especiales de televisión de National Geographic, que comenzaron en 1964, también fueron muy lucrativos. Ayudaron a establecer la marca como una autoridad en aventura y exploración.
“Ninguna empresa de medios de comunicación entendió mejor la extensión de la marca que National Geographic”, escribe Ted Gioia. Era una empresa seria y poderosa antes de que Disney tomara el control mayoritario. Pese a lo cual, la reconocida marca no pudo resistir los embates del tiempo y la competencia.
Estrategia Disney
En 2019, el control operativo fue transferido a Disney y resultó en un “baño de sangre” corporativo. En 2022, seis editores fueron despedidos, eliminaron el periodismo de largo formato, la ciencia y los viajes, en favor de contenido más rápido. La estrategia de Disney es que National Geographic se centre en “vídeos de formato corto. Específicamente a través de TikTok e Instagram Reels”. Aunque afirman no tener planes de reducir su calendario de publicación mensual, más historias se originarán en los videos sociales capturados en el campo.
«¿Cómo funcionó?», se pregunta Gioia, y a renglón seguido responde: «No muy bien, al menos para la revista. En junio del año pasado, National Geographic anunció el despido de todos los redactores que quedaban en plantilla”. De ahora en adelante los artículos serán escritos exclusivamente por freelancers. Los despidos masivos, la reducción de la inversión en periodismo de calidad y la apuesta por contenidos más superficiales son solo algunos ejemplos de cómo Disney ha moldeado a National Geographic a su imagen y semejanza. Además, se puso fin a las ventas de la revista en los kioscos de Estados Unido.
“De alguna manera, hemos pasado de una publicación inteligente y muy leída, integrada en una sociedad científica y filantrópica, a un montón de fotos en las redes sociales y SharkFest en la televisión. Es deprimente, tanto si te importa el dinero como la cultura o la geografía”, sentencia Gioia.
Menos talento
La crisis que atraviesan las revistas trasciende la simple desaparición de títulos emblemáticos como National Geographic. Para Gioia detrás del fenómeno se esconde un problema más profundo: la pérdida de la calidad periodística y la incapacidad de atraer y retener a los mejores talentos. Un ejemplo destacado es el de la revista American Heritage, que una vez fue el referente en la historia y cultura de Estados Unidos. La revista, dirigida por historiadores galardonados con el Premio Pulitzer, se publicaba en ediciones de tapa dura y se consideraba un tesoro para los lectores. Dejó de publicarse en 2013.
Incluso famosas revistas que aún sobreviven son casi irrelevantes en la cultura actual. Sports Illustrated contó en su día con escritores relevantes, como Ernest Hemingway, quien llegó a cobrar 15 dólares por palabra. Pero hoy en día, ¿quién cogería esa revista con la esperanza de leer algo de primera categoría? Time y Newsweek, entre otras, han sobrevivido en los estantes de los supermercados. Pero parecen anémicas. Más pequeñas y menos relevantes de lo que eran. Gioia cita algunos de los escritores que trabajaron para Time. Incluye a James Agee, Calvin Trillin, Pico Iyer, Robert Hughes, entre otros nombres ilustres.
Fidelidad al escritor
Los medios tradicionales persiguen ahora el «contenido» breve y han perdido la confianza en la buena escritura. Ha llevado a una disminución en la calidad del periodismo. “Pero esto es lo extraño. Los lectores están hambrientos de la escritura más larga e inteligente que estas publicaciones periódicas se niegan a publicar. Como resultado, los lectores pasan cada vez más de la revista y tratan directamente con los escritores”, apunta Ted Gioia.
En 2024, la revista tradicional rara vez es la mejor plataforma para el periodismo serio, tanto en medios impresos como digitales. La nueva realidad es que los lectores son más fieles a los escritores que a las publicaciones periódicas. Buscan directamente a los autores y confían más en ellos que en las revistas en declive. La revista como concepto agregador es cada vez más irrelevante. No ayuda el hecho de que los sueldos de las revistas no hayan seguido el ritmo de la inflación. Se podría pensar que National Geographic o Sports Illustrated tratarían de contratar a los mejores talentos que pudieran encontrar, pero no es así.
“La renuencia de los medios tradicionales para pagar por buen contenido bien escrito es la señal más clara de que su declive es irreversible”, puntualiza Gioia. Lo que ha llevado a muchos de ellos a buscar otras plataformas para publicar su trabajo. Los autores de alto nivel ahora prefieren plataformas como Substack, donde pueden construir su marca personal y conectar directamente con los lectores.
Desvalorización de la palabra escrita
Una de las causas principales de esta crisis es la desvalorización de la palabra escrita. Las revistas, en su afán por adaptarse a las nuevas tecnologías y competir por la atención de los lectores, han sacrificado la calidad en aras de la cantidad. La búsqueda incesante de contenidos virales y la presión por generar ingresos rápidos han llevado a una disminución de los salarios y a una precarización de las condiciones laborales de los periodistas. Según Ted Gioia, los propietarios de las principales revistas de antaño han perdido la fe en la buena escritura y no están dispuestos a pagar a los mejores periodistas lo que merecen.
Hace décadas, las principales revistas pagaban a sus mejores redactores un dólar por palabra. Si las tarifas hubieran seguido el ritmo de la inflación, los mejores periodistas podrían cobrar hoy casi diez dólares por palabra. Sin embargo, la amarga verdad es que un dólar por palabra todavía se considera atractivo en el periodismo freelance.
A pesar de la crisis, algunas revistas siguen resistiendo, como The New Yorker, The Atlantic y Harper’s. Revistas atípicas que siguen creyendo en la calidad de sus escritos y no han sido «lobotomizadas», al menos de momento. Pero, incluso ellas no son inmunes a la crisis. Como lo demuestra el caso de The New Republic.
The New Republic
Fundada en 1914, The New Republic tuvo una influencia extraordinaria en su época. Internet acabó con su tirada impresa. Se redujo a la mitad antes de que la revista dejara de publicar las cifras. El tecnócrata multimillonario Chris Hughes, uno de los fundadores de Facebook, compró la revista y redujo su periodicidad a dos veces al mes.
Pero ni siquiera su fortuna pudo solucionar los problemas. Los recortes presupuestarios, los cambios en la línea editorial y la pérdida de talentos llevaron a una degradación en la calidad de la publicación. La revista nunca se recuperó de la reorganización editorial que provocó dimisiones masivas y, finalmente, la huida del propietario. La edición impresa perdura, pero se parece muy poco a la publicación periódica de lectura obligada en la que escribieron figuras fundamentales como George Orwell, Virginia Woolf y John Maynard Keynes.
Aunque Gioia se centra en las publicaciones periódicas impresas, las revistas en línea no están mejor. Las recientes calamidades de Vice Media y BuzzFeed demuestran hasta qué punto han caído las otrora poderosas marcas. La última víctima es Axios, que podría renombrarse como Axe, dado su último movimiento editorial. Mientras tanto, es difícil obtener información financiera sólida sobre Salon, Slate, The Daily Beast y otros medios web. Ninguno de ellos conserva el lustre de su reputación.
No es la muerte del periodismo
Para Ted Gioia es “la muerte de la revista. No hay otra forma de describirlo. Pero, afortunadamente, no es la muerte del periodismo”. Las causas son múltiples y complejas, pero todas apuntan hacia un mismo desenlace: la obsolescencia de un modelo de negocio que ya no responde a las necesidades de los lectores ni a las exigencias del mercado.
La dinámica de la crisis es clara y autodestructiva. Las revistas, presionadas por la caída de las ventas y la competencia de los medios digitales, reducen sus costos y recortan personal. Lo que, a su vez, lleva a una disminución de la calidad de los contenidos y a la pérdida de los mejores talentos. Los lectores, desencantados con la oferta, se alejan de las revistas, agravando aún más la situación.
Para revertir esta espiral descendente, se necesitan enfoques alternativos y nuevas formas de dar a conocer y contratar a escritores talentosos. Sin embargo, los editores de la vieja escuela siguen reduciendo el número de páginas, recortando el número de números, reduciendo la plantilla, pagando menos a los redactores y editores y buscando trucos para aumentar los clics.
Gioia cita como buenos ejemplos a los equipos deportivos y los estudios de cine. Son empresas flexibles que gestionan el talento de las estrellas. “Para sobrevivir a largo plazo, al final hay que apoyar la marca del equipo con talento (…) y ese talento debe cultivarse y pagarse”. Sólo eso mantiene a las grandes empresas sanas y en crecimiento. Pero, los editores de revistas no piensan así. Siguen reduciendo costos, lo que acelera su ruta mortal.
Ni una lágrima por los dinosaurios
Para sobrevivir, las revistas deben reinventarse. Implica adoptar nuevos modelos de negocio centrados en el valor de la buena escritura, explorar formatos innovadores y construir comunidades en torno a sus marcas. Gioia es tajante: Es difícil arreglar un negocio empeorando el producto. “Los editores de revistas ya deberían saberlo. Pero no lo saben. Y lo mejor que pueden esperar, si persisten en el camino actual, es venderse finalmente a un fondo de capital riesgo, que gestionará el final del juego con una eficacia despiadada. Eso ya le ha ocurrido a gran parte de la industria periodística”.
A pesar de esta realidad desalentadora, Ted Gioia nos invita a ser optimistas. Si bien las revistas tradicionales están en declive, el periodismo en sí mismo no ha muerto. Al contrario, está experimentando una transformación profunda, impulsada por las nuevas tecnologías y por la demanda de contenidos de calidad. La muerte de las revistas es inevitable, pero los periodistas no deben malgastar demasiadas lágrimas en ellas.
“Lloraré su muerte. Pero quienes trabajan en el periodismo no pueden malgastar demasiadas lágrimas en estos dinosaurios, estas revistas del pasado que desaparecen. Porque todos tenemos que ponernos a trabajar para construir algo sólido que ocupe su lugar”.
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