Thomas Jefferson, uno de los padres de la democracia estadounidense decía: Soy partidario de un gobierno vigorosamente frugal y sencillo. Hoy estaría espantado frente a la espectacularidad de la acción política de algunos gobernantes “democráticos”.
Para mí, en su mayoría, quieren notoriedad y el afecto que nunca lograron en su familia y en la vida antes de llegar a la escena política. Lo sensacional solo pertenece al deporte, al show, del circo y, en su caso, a los ilusionistas, prestidigitadores y trapecistas.
En asuntos de acción de gobierno, si menos ruido haces y más se siente, mucho mejor. No se trata de hacer bien una sola obra para que todos te aplaudan, se trata de hacer muchas y especialmente una destacada, para que la mayoría te respete y te agradezca. Es igual que con los escritores, no basta escribir solo un gran libro, sino hacer en conjunto toda una obra coherente y sólida.
Los tiempos cambian. El desarrollo de las tecnologías desplazó los patrones de evaluación democráticos. Antes, las elites procesaban la información y el conocimiento, con algunas distorsiones al bajar la información al gran público, pero confiable, con mucho respeto por el ciudadano, patrones éticos aceptables y supervisables e información verificable en su gran mayoría.
La nueva valoración democrática
Las nuevas tecnologías, al empoderar al individuo con sobreinformación y fake news, le han otorgado potestad para evaluar, distorsionadamente, todas las actividades del quehacer humano, incluso las más íntimas. El resultado ha sido y será cada vez más desastroso, hasta que vuelva a privar la razón y los seres humanos se persuadan de la necesidad de retomar el camino del sentido común y la sensatez.
En el caso de América Latina, la democracia representativa que aún requería de muchas instancias para perfeccionarse, en lugar de ir ampliando hacia abajo progresivamente las facultades a los más calificados para decidir, le cedió el paso estrepitosamente a la calle, para que con opiniones puramente emocionales (como las que se requieren para ver a Don Francisco en Miami, a Sábado Sensacional en Venezuela u Operación Triunfo en España) decidan la elección de los nuevos gobernantes.
Los procesos electorales se han convertido en espectáculos o circos donde no se discuten ni ideas ni proyectos ni programas y sale triunfador el que lance la consigna más ligera y oportuna; es decir, quien haga mejor conexión con el gusto emotivo de las multitudes.
El triunfo de la desmesura
La clave para estar a tono con la gente, sin lugar a dudas, es la desmesura que Tzvetan Todorov señalaba como el principal de los enemigos de la democracia. De esa manera Bukele, encarcelando a todos los pandilleros y Milei, reviviendo el pensamiento económico de la escuela austríaca, son aclamados en sus países.
Es fácil, con la ligereza populista, para uno imaginar volver al pasado a una plaza pública, y recordar al más autoritario del barrio donde vivíamos decir, sobre el tratamiento a la delincuencia: A los violadores ¡hay que matarlos, como hacen en China! O en el caso de los ladrones: ¡Hay que cortarles las manos!, como hacen los árabes.
Sin embargo, los más educados y con mayor conocimiento explicaban y esos extremos descendían a límites tolerables. La democracia es maduración de la razón y tolerancia en progreso para crecer y convivir con unos y con los otros en paz siendo todos los días un poquito mejores seres humanos.
La llegada del caudillo tecnológico
Lo más grave de todo esto es que las nuevas tecnologías, al empoderar a cada quien, por separado, aniquilaron automáticamente la representación; es decir, la intermediación y lo que es más grave, desautorizaron el conocimiento, que fue el tipo de sociedad que supuestamente vinieron a fomentar. Tú eres politólogo, yo también soy, dice el hombre de la calle, eso está en Google. Tú eres médico, yo también sé de medicina, eso que dice el doctor no es así, es como lo digo yo.
Si antes éramos acosados por nuestra intolerante y bellaca vena hispánica, el espíritu mesiánico del cristianismo y su sentimiento igualitario, y el odio marxista a la propiedad y a los empresarios, imaginemos adónde nos llevará esta nueva marea de la revolución tecnológica y el populismo, con semejante legado.
Un camaleón hijo de papá
Nayib Bukele viene de una larga vida camaleónica que cobra sentido y fama inusitada ahora, con una medida totalitaria que en nada se asemeja a una política pública consensuada, dirigida por especialistas en criminología, de corte democrático, sino que es el fruto del fuerte impulso autoritario, cortoplacista y ególatra de su ejecutor (un impulso contenido y condicionado en sus dos primeras representaciones en nombre del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, en la alcaldía de Cuscatlán en 2012 y de San Salvador en 2015).
Se trata de detenciones en grandes redadas sin debido proceso, en casi dos años de estado de excepción, donde no quiero ni siquiera imaginar la tensión que se vive y los abusos y arbitrariedades cometidas por soldados y policías en contra de las familias más humildes, sobre todo en los hogares donde hay adolescentes del sexo femenino.
La experiencia dice que ni ARENA ni el FMLN, cada uno con estrategias similares a veces y en otras encontradas, pero casi siempre a sangre y fuego, no consiguieron frenar el crecimiento del auge criminal en El Salvador.
Nayib Bukele, el experto en marketing político que sabe manipular a la opinión pública, elige como bandera el tema de la inseguridad en un país desbordado por los elevados índices de criminalidad y por la ineficacia y el rotundo fracaso en casi 20 años de gestión continuada de los dos partidos tradicionales más representativos de la vida política de ese país: ARENA y el FMLN.
No es ningún político adoctrinado de solida formación, con vocación para el servicio público y la acción social, sino un verdadero camaleón, radical de izquierda, ferviente admirador de Fidel Castro y del Che Guevara y, no hace mucho, partidario de la izquierda radical, hasta que le convino y borró en las redes todo rastro de esa larga militancia y sus complicidades políticos.
Bukele es realmente hijo de una familia acaudalada que considera a su padre un genio y el hombre más importante e influyente en su vida; lo que en términos clásicos conocemos como un hijo de papá, que imita sus ideas y su visión del mundo y que aprendió muy pronto a manejar con éxito las nuevas tecnologías y a ponerlas al servicio de su causa personal.
La desnaturalización de la democracia
A nadie en su sano juicio puede ocurrírsele, a riesgo de desnaturalizar el concepto, la esencia, el alma del sistema democrático –el equilibrio de poderes y el Estado de Derecho– pretender bajo un estado de sitio resolver mediante políticas de corte autoritario y violador de todos los derechos ciudadanos, uno de los problemas fundamentales de cualquier sociedad, como es la seguridad.
Lo triste de todo esto es que la gente avala las medidas contra sus propios derechos ciudadanos elementales por puro efectismo. Así, el aquí todo el mundo va preso, empieza a mostrar en el corto plazo extensas grietas, a pesar de que la gente envilecida por el efecto de las redes, todavía seguramente se hará cómplice también, sin distinción de género, el día que se decrete prisión para el que levante la voz a la mujer en su casa so pena de pagar con cinco años de cárcel y diez si osara intentar alzar la mano contra la integridad femenina.
Mandar a investigar a todos los miembros de su gabinete para cuidar y asegurarse de que no se manche su prestigio, es un discurso barato, de muy mal gusto, de circo mexicano en pueblo aislad. Pienso que lo poco logrado precipitadamente le viene del gran espectáculo que ha levantado en las redes con su flagrante atropello a los valores de la democracia. Le recuerdo que esa investigación debe incluir también a sus tres hermanos, Karim, Ibrahim y Yussef y a sus amigos, que lo acompañan desde la secundaria.
Una copia del chavismo, pero de orientación ideológica opuesta
Sugiero a los temerarios gobernantes como usted, que en lugar de esa –que estoy seguro equivale efectistamente al pan para hoy y hambre para mañana, como casi toda política de corte populista– debería proponerse una sola medida, señor Bukele: lograr hacer que funcione equilibradamente el Estado de Derecho en El Salvador. Para eso sí se necesita coraje, inteligencia y genio de ese que usted afirma tenía su padre y que da la impresión es solo en su criterio, porque entre los ciudadanos más ilustres de ese país no recuerdo nunca haber escuchado su nombre.
Y paso a explicarle por qué resultan improcedentes, además de atentatorios contra los postulados elementales de una democracia, sus desplantes de torero tremendista latinoamericano.
La experiencia dice que un gobierno de las características del suyo no tiene ni la consistencia institucional, ni las finanzas, ni los recursos humanos con la suficiente preparación para darle un destino reivindicativo y regenerativo a todos esos presidiarios.
Usted, Bukele, fue militante del FMLN y jefe de campaña de Schafik Hándal en 2004 y sabe que el mundo de la delincuencia trabaja hermanado en Latinoamérica con la extrema izquierda y ellos tienen experiencia para organizarse en condiciones adversas, poseen vinculación y lazos afectivos de alguna manera con el resto de la sociedad y con gente que está en el ejército y la policía, y que tarde o temprano, conociendo la idiosincrasia latinoamericana, en sociedad le crearán una crisis de grandes dimensiones, que estoy seguro no le ayudarán a resolver los millones de individuos que hoy, alegremente, aprietan el botónde Like para aprobar sus insolentes desmesuras.
Se olfatea el más puro autoritarismo egolátrico
Ya vimos cómo su gobierno ha tenido que reconocer públicamente, a través su vicepresidente Félix Ulloa, los abusos, atropellos y manipulaciones para fines políticos, cometidos gracias al perenne estado de excepción vuelto a prorrogar apenas inmediatamente asumida de nuevo la presidencia.
Según la comisión de derechos humanos de las Naciones Unidas, la cifra de detenidos supera los 76.000 durante los 19 meses, casi 2 años, en que los salvadoreños han visto conculcados sus derechos y simultáneamente aplaudido en las urnas esa misma violación. Comportamiento solo posible en este exótico paisaje en que cada día nos transformamos más en un capítulo muy original para la consolidación de esa corriente literaria solo propio de nuestro singular mestizaje: el realismo mágico.
El saldo oficial, dudoso en cuanto procede del mismo gobierno, dice que oficialmente se han detenido más de 7.000 personas de manera injusta y sin causa probada durante el largo periodo en que la democracia ha funcionado con procedimientos similares al totalitarismo cubano o norcoreano.
El gobierno se defiende con publicidad
Desde el gobierno repite consignas parecidas a la de la dictadura venezolana para llevarse secuestrados a tres coordinadores de la campaña de la más fuerte candidata de la oposición, que hoy tiene todo el respaldo popular, y a una insigne defensora de los derechos ciudadanos, Rocío San Miguel, en un plan de amedrentamiento típico del G2 cubano, que subliminalmente le dice a la candidata de poder: Mira, también te podemos encarcelar.
El gobierno de Bukele, en una campaña publicitaria bien orquestada, hace que sus voceros repitan consignas para tranquilizar a la opinión pública: El que nada debe, nada teme; quienes van presos, algo malo habrán hecho. Lo mismo dirán de sus opositores cuando se consolide y llegue el momento. El problema que enfrenta el señor Bukele es que ya se le empiezan a descifrar sus lanzamientos.
Resulta que el ojo escrutador de las ONG, esas para las cuales el régimen venezolano prepara una ley para dejarlas sin vida, han detectado que en una cifra claramente definida de las detenciones arbitrarias destaca un perfil: el de activistas defensores de los derechos humanos. La idea consiste en desarmarlos emotivamente, atemorizarlos, amedrentarlos, de tal manera que se inmovilicen.
Pero la situación es mucho más compleja que la sola violación de los derechos humanos. Asunto que en tono de manganzón usted responde con la simplicidad de un dirigente estudiantil de secundaria: ¿Y quién responde por los derechos humanos de los asesinados? Yo le respondo: la justicia salvadoreña, señor Bukele, que usted está obligado a hacer cumplir con el debido respeto a la ciudadanía, la razón de ser de la democracia.
Un Estado no puede chantajear a los ciudadanos con mutilar sus derechos para prestar un servicio. Así, por la vía de la fuerza, cualquier cosa es posible y el problema más importante es que las grandes mayorías, que venían acumulando dudas sobre la eficacia de la democracia para resolver los problemas en este gran laberinto llamado América Latina, comienzan a desencantarse del modelo democrático y a pensar que, en cualquier otro o con la vuelta al militarismo –agotada la experiencia populista–, se puede vivir mejor.
La democracia es mucho más que seguridad
La democracia es también respeto a la libertad de expresión, que no lo está haciendo, cuando los reporteros independientes de Sin Fronteras comienzan a protestar por las restricciones que se les imponen, como la falta de acceso a los despachos ministeriales y a la explicación de por qué se toman las decisiones, cuando usted sabe que la información es básica para la transparencia esa que usted quiere simular por la vía del manejo de las redes.
En cuanto a lo económico –según José Miguel Cruz, director del Centro de Investigación del Centro Kimberly Green para América Latina y el Caribe–, el gobierno de Bukele se ha gastado todo el dinero posible, ha endeudado al país y la mayoría sigue viviendo de las remesas y los préstamos. El país está estancado, no prospera y es el que menos crece de los países centroamericanos, no hay empleo y la pobreza sigue aumentando.
Según el Banco Mundial, El Salvador es el país que atrae menos inversión extranjera y esto de seguro no va a cambiar porque usted, con la represión, encarcele a todos los varones salvadoreños, miembros o asociados, según le interese, a las principales pandillas.
Una gran biblioteca para analfabetos
El Salvador no es Noruega o Finlandia –donde el índice de lectura de los estudiantes entre 9 y 20 años, es de por lo menos un libro por semana– para dar prioridad a la edificación de una gran biblioteca. En mi opinión, es solo pantalla para simular y enaltecer su ego. Ese dinero hubiese tenido, gracias a los chinos, mucho más rendimiento en cuatro o cinco tecnológicos distribuidos en el país, para iniciar la formación de recursos humanos en nuevos empleos acordes con las nuevas tecnologías.
En cuanto a la educación, se necesita tiempo y mucha inversión social para calificar a la mano de obra que hoy trabaja en maquila, para transformarla y proveerla de destreza para trabajar con chips. No se puede hacer magia con la fuerza. Generalmente esa fuerza y el capricho inicial de los megalómanos sin ninguna o insuficiente cultura de poder, además de ignorantes, se convierten en un boomerang para esos mismos gobernantes.
Hugo Chávez fue un fenómeno electoral que llegó al poder con una campaña anticorrupción y la promesa de freír en aceite la cabeza de sus opositores incursos en ese delito y resulta que la mayoría de su entorno y toda su familia terminó siendo la clase política más corrupta en toda la historia del país.
Liderazgo y grandeza
La grandeza de un gobernante democrático radica, entre muchas otras virtudes, en rodearse de los mejores, los más calificados, bien lejos de amigos y familiares, y con ellos echar a andar una estrategia de poder que ataque simultáneamente todos los frentes estableciendo plazos y prioridades.
La grandeza de un gobernante auténticamente democrático, aun teniendo claros los fines, debe ser escuchar con la atención de un buen discípulo a sus colaboradores y si ellos tienen una mejor manera de hacer lo que él tenía en mente, aceptarlo con humildad.
Igualmente, la grandeza de un buen gobernante democrático se expresa en la idea de que recoge un legado bueno, malo o regular, y su papel es retomar lo bueno y continuarlo, apartar lo que no se hizo bien y someter a evaluación lo que está inconcluso para mejorarlo y llevarlo adelante. Es un continuador, nada comienza con uno, solo la vida, todo lo demás ya lo ha iniciado alguien.
La grandeza humana de un gobernante democrático eficiente se traduce en hacer dinámico y sólido ese indispensable engranaje llamado Estado de Derecho. El líder debe hacer todo el esfuerzo para que reine el pluralismo y el equilibrio. Evitar el uso de la fuerza, en esencia antidemocrática y anticiudadana. Cuando por extrema necesidad la use, la hará sentir necesaria, porque solo tendrá sentido cuando haya que devolverles la armonía a los poderes porque se ha perdido el balance.
La grandeza de un gobernante democrático radica en poner a funcionar iniciativas que sean permanentes, que puedan institucionalizarse, que cualquiera pueda continuar y él allí lleva una parte, que no importa si la gente recuerda o no. Lo importante es que su proyección y ejecución sean impecables y sus costos inobjetables.
Populismo y popularidad no anticipan buen gobierno
Un buen gobernante democrático no requiere la popularidad de una estrella de cine o televisión, o de esos personajes tan de moda llamados influencers. Le basta ser un líder de modestas apariciones y sí de muchas realizaciones que la gente sienta con satisfacción en el supermercado; en el precio que paga por el servicio confortable que le presta una eficiente y económica red de transporte urbano; en la excelente y esmerada atención que recibe en los centros de salud; en el trato cariñoso y solícito que le brindan los trabajadores que prestan atención al público; en el respeto y la seguridad que le prodigan con afecto los gendarmes del orden a los ciudadanos, y, por la solidaridad y fraternidad que le dispensan los conciudadanos del mundo a los de su país, cuando salen fuera de él, por la calidad de la educación de sus hijos
Siempre, desde mis años juveniles, soñé, trabajé y escribí para que la democracia en el mundo tuviera ese tipo de liderazgo. Lamentablemente no ha sido así, en la mayor parte de los casos, y seguimos tentados a seguir eligiendo a los menos idóneos y curiosamente, como afirma Alberto Moravia, los votantes después no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que votaron.
Pasará el tiempo y de seguro conociendo la frágil memoria de estas sociedades, pronto se olvidarán las desmesuras del populismo. Guardo inmensas esperanzas de que sea en un tiempo suficientemente corto, para que lleguen los relevos de postas de la democracia a devolverles la majestad, la dignidad y la grandeza que le dieron los líderes consagrados por la historia en sus momentos de mayor vigencia, relevancia y trascendencia.