Parece que seguimos sin aprender. El anuncio de la llegada de varias vacunas en las próximas semanas, así como la visualización de las navidades, han vuelto a alumbrar la imperiosa necesidad que tenemos de buscar una salida a nuestro propio confinamiento.
Como si se tratara de una carrera, asistimos a las propuestas más diversas y, por ahora, a una falta de coordinación para abordar de forma conjunta y en su diversidad las medidas más adecuadas para seguir frenando y controlando la pandemia.
Es cierto que, a falta de buenas noticias, nos agarramos a un clavo ardiente. La homologación definitiva y llegada próxima de las primeras vacunas nos ha devuelto la esperanza y el optimismo.
Sin embargo, esta luz, que por fin vemos en ese oscuro túnel en que nos ha metido el virus desde la pasada primavera, no nos puede hacer olvidar que todavía nos falta un gran trecho por recorrer.
No podemos confundir la ilusión o la euforia con la prudencia y la cordura, y menos bajar la guardia porque el COVID-19 sigue entre nosotros y todavía tendremos que convivir con él.
Tenemos que convencernos de que las navidades no van ser la de años anteriores. Que no podemos echar por la borda todos los esfuerzos de las últimas semanas, con el riesgo de enfrentarnos en enero a una tercera ola como apunta un informe del Centro Europeo de Enfermedades.
Esta tercera ola sería la puntilla, no solamente en el aspecto sanitario, sino para nuestra economía. Hay que insistir hasta la saciedad en que errores como los del verano pasado y la desescalada, cuando todos querían salvar el turismo, no se pueden volver a repetir;
El dilema puede devenir en una pesadilla, pero no hay otra opción. Es evidente que estamos mejor, pero no estamos bien. Seguimos lejos de las incidencias más recomendables y las cifras de mortalidad son excesivas y muy altas. Son inasumibles.
En este contexto solo podemos pedir a nuestras autoridades la mayor transparencia posible, y evitar la guerra partidista entre comunidades autónomas.
El horizonte se presenta esperanzador, pero por lo menos hasta el próximo verano deberemos mantener las pautas de prevención recomendadas y que nadie se relaje porque tampoco es seguro que la vacuna, sea la solución definitiva, pero sí el principio de la solución.
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