Por Nieves Rey
Directora de Comunicación y Marketing de Ecoembes
Vivimos en constante cambio. Cambia el modo en que consumimos información, cambian las formas de relacionarnos con los demás, cambian nuestros hábitos diarios, cambia cómo vemos el mundo e, incluso, cambian nuestras opiniones
Nos encontramos ante una situación inédita, en un contexto en el que –a pesar de las fake news– los ciudadanos hemos dejado de confiar en lo que nos dicen y hemos empezado a cuestionar todo lo que nos rodea. Estamos ante una sociedad más crítica, dispuesta a comprometerse más, pero no por ello a hacerlo de forma individual, sino que es algo que ha de venir dado por parte de todos.
Esta crítica y compromiso se traslada también al ámbito ambiental. Tenemos que reconocer que hemos cometido errores fatales con nuestro entorno: no hemos sabido relacionarnos con él, no hemos sido capaces de lograr un equilibrio entre nuestras necesidades y los recursos disponibles.
Ejemplo de ello es que en 2019, el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra se adelantó al 29 de julio. Esto significa que durante los cinco meses restantes del año estuvimos consumiendo los recursos que nuestro planeta debía estar generando para 2020. Es decir, estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades y de las que el entorno puede ofrecernos.
Así, en este contexto ambiental límite, en el que el cambio climático es una realidad, y con una sociedad crítica que exige actuaciones eficaces, se hace más necesario que nunca tomar decisiones que remen en un mismo sentido, reafirmándonos en lo necesario de esa mayor implicación y colaboración de todos los agentes de la sociedad.
Y, aquí, (una vez más) la educación –a todos los niveles, pero principalmente la educación ambiental– tiene un papel fundamental. La educación y, cómo no, los líderes que encabecen el cambio hacia una sociedad en la que el medioambiente forme parte de nuestra hoja de ruta diaria. Aquí los profesores se convierten en los auténticos protagonistas del cambio, porque ellos han sido los primeros en entender que, tal y como dijo Albert Einstein, “educar con el ejemplo no es una manera de educar, es la única posible”.
Por eso, este colectivo ha dicho ‘basta’ y se ha puesto en pie para poner freno al cambio climático, abriéndonos a todos los ojos ante esta realidad para ponerle freno, y lo hace de la forma que mejor sabe: en las aulas, desde su trabajo diario. Y en Ecoembes hemos tenido la suerte de ser testigos de ello.
Hace unos años nos paramos a preguntarnos qué más, además del reciclaje, podíamos hacer desde nuestra entidad para llevar el medioambiente a las aulas. Así, después de trabajar durante meses con un grupo de expertos en educación y en medioambiente llegamos a la conclusión de que el cuidado del planeta no se podía limitar a una asignatura, que el futuro de nuestro entorno no podía depender simplemente de un tema puntual que se tratara (o no) en las aulas, que debíamos dar un paso más allá del reciclaje para contribuir a generar una conciencia ciudadana global.
Así nació Naturaliza, un proyecto que lleva el medioambiente a las aulas y saca las aulas al medioambiente. El convencimiento está claro: hay que explorar y conocer nuestro entorno para amarlo. En definitiva, aprender que todo lo que nos rodea es naturaleza. ¿Pero cómo hacerlo si no contamos con profesores que dispongan de las herramientas necesarias para llevar esos mensajes a sus clases?
Hoy ya son 1.000 los docentes de toda España que forman parte de Naturaliza, docentes que tienen claro que la mirada verde es una necesidad y no una moda. Todos son conscientes de que el cambio climático no nos queda tan lejos como creemos (y como queremos creer) y nos están dando su mejor versión para ponerle fin. Y, para nosotros, no puede haber mayor recompensa.
Cada uno de estos docentes nos está dando, no solo a sus alumnos, sino al conjunto de la sociedad, una magnífica lección: el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos y a las futuras generaciones es una educación basada en valores reales, en la conservación de lo que nos rodea, en la creación de un pensamiento crítico que nos lleve a cuestionarnos todo para que así también podamos construir juntos.
El papel que están haciendo ahora esos 1.000 docentes es encomiable. Sin embargo, no podemos quedarnos aquí. La suma de voluntades individuales es, sin duda, un gran motor de cambio, pero la responsabilidad de hacer un futuro mejor (el único posible) no puede recaer únicamente en estos profesores: todos tenemos que formar parte de esa tarea, tanto desde el ámbito privado como desde el público, todos los ciudadanos, instituciones, entidades. Todos estamos convocados a esta llamada a la acción.
Afortunadamente, estamos ya viendo algunos pequeños pasos en este sentido a nivel institucional. De hecho, el Gobierno de nuestro país acaba de aprobar la puesta en marcha del Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad en España 2020-2025 (PAEAS), un proyecto iniciado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico porque, tal como reconoce la ministra Teresa Ribera, “estos desafíos son tan enormes y complejos que necesitan una acción urgente y coordinada”. Para hacerlo realidad, en el diseño de este Plan de Acción se está contando con todos a través de mesas de trabajo en las que cada uno de los agentes participantes tendrá la oportunidad de aportar sus visiones y experiencia en este proyecto.
Así, el plan se estructurará sobre siete ámbitos estratégicos fundamentales: cambio climático (mitigación y adaptación); transición energética; economía, consumo y estilos de vida; conservación de la biodiversidad; medio rural; medio urbano y propuestas relacionadas con la gobernanza (la capacitación y el desarrollo profesional).
Pero, más allá de los ejes sobre los cuales trabajar, surge la necesidad de fijar unos plazos de tiempos en los que hacerlo, porque no podemos sustentarlo todo en palabras. Por ello, el Gobierno se ha marcado como objetivo presentar un proyecto consensuado a finales de este año para disponer de una hoja de ruta en la que sentar las bases del desarrollo de la educación ambiental en España durante el próximo lustro, una educación que debe contemplarse como vector de cambio ante cualquier tipo de regulación.
Un fin que refuerza la nueva Ley de Educación aprobada en Consejo de Ministros el 15 de febrero y que fija la educación para el desarrollo sostenible como uno de sus cinco ejes transversales. Paulatinamente (y afortunadamente), la educación ambiental empieza a formar parte de nuestra sociedad. Tanto es así que Naciones Unidas ha incluido la educación de calidad como el cuarto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ese concepto, que hasta hace no mucho era desconocido por buena parte de la ciudadanía, ahora comenzará a ser un eje transversal a nivel educativo y social o, al menos, desde Ecoembes, al igual que los docentes Naturaliza y otras organizaciones y administraciones que realmente creen en ello, seguiremos trabajando para que así sea.
Entendemos firmemente que la educación ambiental debe ocupar un papel principal, un papel que le permita dirigirnos a todos –y digo a todos porque la educación en materia de medioambiente va más allá de los colegios y de los niños: nos atañe a todos en nuestro día a día– para poder convertirse en el impulso de esa sociedad crítica que exige compromiso y colaboración.
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