A veces lo que parece ilógico e irracional puede tener sentido. Por paradójico que suene. En nuestra mente racional no cabe la idea de que losn incendios pueden aumentar el agua en los escenarios naturales. No creemos que se pueda conseguir agua con fuego. Pero precisamente es lo que dicen las enseñanzas ancestrales de las tribus amerindias de California. Quemar evita los catastróficos incendios forestales, recupera las praderas y el agua en los manantiales.
En las últimas cuatro décadas, se han registrado una sucesión de incendios devastadores en California. El Camp Fire (2018) resultó en la muerte de 85 personas y destruyó casi 19.000 hogares. Arrasó las ciudades de Paradise y Concow. El año anterior, California fue azotada por el Incendio Dixie. Durante meses devastó cinco condados del norte del estado, convirtiéndose en el incendio más extenso jamás registrado. El North Complex (2020) quemó 318.000 acres y mató a 16 personas. El Incendio Tubbs (2017) Destruyó 36.807 acres, al menos 22 personas murieron. El Incendio Tunnel (1991) mató a 25 personas y causó pérdidas económicas estimadas en $1.5 mil millones. En agosto de 2023, la Reserva Nacional de Mojave fue escenario de uno de los peores incendios registrado en la historia del estado. Arrasó más de 32.000 hectáreas, incluyendo partes del rico ecosistema del Cañón Caruthers.
Esos desastres mortíferos evidencian la creciente vulnerabilidad de las comunidades y bosques de California en la era del cambio climático. Sin embargo, los bosques más secos y calurosos no son el único factor que contribuye a estos megaincendios. Paradójicamente, según las tribus indoamericanas, la ausencia de fuego también juega un papel crucial. Durante miles de años, los pueblos indígenas originarios de California y otras regiones del mundo han empleado el fuego como una herramienta para fomentar la salud de los bosques. En la actualidad, se reconoce que la sabiduría inherente a esta práctica es fundamental para entender y romper el ciclo letal de los incendios forestales en este estado.
Restaurar la pradera
Cerca de Mariposa en Sierra Nevada, estudiantes de la Universidad de California en Berkeley se unen a Goode, líder de la tribu Mono de North Fork, para revitalizar un bosque de encinas. Goode, con sus 70 años, ha dedicado tres décadas a la restauración de praderas y bosques abandonados. Su herramienta principal es el fuego.
Los estudiantes, vestidos de algodón, parecen más jardineros que bomberos. “No somos bomberos. Somos quemadores, quemadores profesionales”, dice Goode. Utilizan un método ancestral conocido como quema cultural. Una vez encendido el fuego, los estudiantes podan tallos de Ta-ka-te, o baya agria, y los arrojan a la pila crepitante. Al día siguiente, mezclan la ceniza con rastrillos para fertilizar las raíces.
La quema cultural es una forma de jardinería que imita las perturbaciones naturales, creando hábitats diversos y estimulando el crecimiento beneficioso de ciertas plantas. Goode y otros practicantes utilizan incendios pequeños y selectivos para remodelar y rejuvenecer los paisajes. El fuego estimula la floración de la hierba de los ciervos, cuyos tallos flexibles se utilizan para tejer cestas. También mejora la producción de bellotas de los robles negros, un alimento básico para muchos nativos californianos.
Antes de la llegada de los colonizadores, los nativos encendían fuegos de baja intensidad regularmente. Esos incendios inoculaban el paisaje contra los megaincendios destructivos que hoy azotan la costa oeste. Los incendios de baja intensidad revitalizaban la tierra a diferencia de los megaincendios modernos.
Hoy en día, los pueblos indígenas de Estados Unidos están reviviendo las prácticas ancestrales de manejo del fuego, desde California y Oregón hasta Minnesota y Texas. Están restableciendo sus lazos culturales y territoriales, restaurando ecosistemas, aumentando la biodiversidad y reduciendo el riesgo de incendios forestales. En California, incluso están utilizando el fuego para devolver el agua a la tierra reseca.
Leyenda Nium
Goode, líder de la tribu Mono de North Fork, comparte una antigua historia de Nium: “Tobahp -Tierra- se casó con Pia -Agua- y tuvieron un hijo travieso llamado Kos. Y Kos es Fuego. A Kos le gustaba correr por el bosque y dejar un rastro, y allá donde Kos iba, su padre Pia le seguía y rociaba agua en su rastro, y su madre Tobahp venía y plantaba flores y plantas”. Esa alegoría describe los incendios forestales en la Sierra: después de que las llamas pasan, “el agua está por todas partes, y lo primero que empieza a brotar son todas las plantas de importancia cultural y las flores”.
Los nativos californianos como los nium han aprendido a aprovechar el fuego y sus beneficios durante milenios para crear y mantener paisajes abiertos, parecidos a parques. Las sabanas de robles y las praderas que cuidaban con quemas culturales eran ideales para recolectar alimentos, medicinas y otras provisiones. Así como para viajar y cazar.
Joyas de la Sierra Nevada
Joanna Clines, botánica del Bosque Nacional de la Sierra, afirma que las praderas, que hoy ocupan sólo el 2% de la región, “son las joyas de Sierra Nevada”. Estos ecosistemas de humedales albergan una “enorme explosión de diversidad”, incluyendo docenas de especies de juncos, juncias y gramíneas, que proporcionan cobertura y forraje a ciervos, aves, ranas, serpientes y otros animales.
Los primeros colonos europeos que llegaron a California vieron a las tribus prendiendo fuego a la tierra y lo consideraron primitivo. Ignorantes del ecosistema y del papel del fuego dentro de él, suprimieron la práctica. Desde finales del siglo XVIII hasta principios del XX, los colonos expulsaron violentamente a los indígenas de sus prados y de la tierra. Los fuegos se apagaron o nunca se encendieron. Los indígenas fueron asesinados en masa, obligados a asimilarse y acorralados en reservas.
En 1850, el gobierno de los EE. UU. aprobó la Ley para el Gobierno y la Protección de los Indios, que prohibió las quemas intencionales en California incluso antes de que se convirtiera en un estado. En 1911, tras un devastador conjunto de incendios forestales, el Congreso aprobó una ley que establecía una política forestal nacional de prevención y extinción de incendios. La tierra y la gente aún se están recuperando de su separación forzosa del fuego.
Quemas culturales
A cincuenta millas al este de Mariposa, Goode, líder de la tribu Mono de North Fork, examina una pradera en las tierras ancestrales de su tribu, donde la menta nativa y la soaproot se doran al sol otoñal. Esta pradera es parte del Bosque Nacional de Sierra, un vasto territorio de 1,3 millones de acres. Durante mucho tiempo, la tribu cuidó este lugar. Pero en los años ochenta, muchos sintieron que el bosque ya no los acogía.
En 2003, Dave Martin, un nuevo guardabosques del Servicio Forestal, invitó a la tribu a regresar a la pradera. A su regreso, la tribu encontró el lugar irreconocible. Con la ayuda de una organización ecologista y voluntarios locales, la tribu eliminó la maleza y realizó talas selectivas para simular lo que el fuego habría logrado si lo hubieran permitido. Realizaron tres quemas culturales entre 2005 y 2010. Algunos pinos eran demasiado grandes para cortarlos o quemarlos. Adortunadamente, la compañía eléctrica PG&E los taló al despejar el espacio alrededor de sus líneas eléctricas para prevenir incendios.
Mejora los manantiales
Liberado de las coníferas sedientas, el escaso manantial comenzó a brotar durante el verano. En pocos años, estas cinco hectáreas verdes volvieron a ser una “pradera”. Goode señala el retorno de los extensos montículos de hierba. Un majestuoso roble negro deja caer bellotas en sus márgenes.
El ecologista especializado en incendios del Servicio Forestal, Frank Kanawha Lake, dice que el vínculo entre el fuego y el agua es bien conocido entre las culturas indígenas de todo el mundo que dependen del fuego. Los registros históricos sugieren que las tribus de California saben desde hace tiempo que quemar la maleza mejora el funcionamiento de los manantiales y ayuda a ahorrar agua.
Incluso en la húmeda Florida, la tribu seminola tiene un largo historial de quemas en marismas y otros ecosistemas húmedos para fomentar plantas culturales y medicinales que requieren un nivel freático más alto. La ciencia occidental está empezando a ponerse al día con este tipo de conocimiento indígena.
También en Yosemite
Más allá del icónico Half Dome en el Parque Nacional de Yosemite, el arroyo Illilouette fluye entre granito veteado y pinos carbonizados. Durante casi un siglo, los administradores de tierras federales sofocaron todas las llamas en la cuenca del arroyo. Sin embargo, en 1968, el Servicio de Parques Nacionales reconoció el papel ecológico del fuego con una nueva política de “Gestión Natural del Fuego”. En 1972, Yosemite aplicó este enfoque a la cuenca del Illilouette Creek.
En las siguientes cuatro décadas y media, los incendios forestales remodelaron el paisaje. Los incendios fueron más frecuentes, más pequeños y de variada intensidad. La ecohidróloga Gabrielle Boisramé y su equipo descubrieron que la cubierta forestal de la cuenca del Illilouette se había reducido en una cuarta parte, acercándose más a las condiciones históricas. Aparecieron nuevos huecos en el dosel, llenándose con matorrales y campos similares a praderas.
Boisramé, ahora basada en el Instituto de Investigación del Desierto en Nevada, explica que “en las áreas más despejadas -que se mantienen abiertas por el fuego- se obtiene nieve más profunda, y se queda más tiempo”. Esto significa que el agua del deshielo se incorpora al suelo más tarde, en la estación seca. Lo que es beneficioso para la vegetación y puede ayudar a mantener algunas de esas praderas húmedas.
Aumenta hasta un 30%
Sus modelos también demuestran que el regreso de los incendios aumenta hasta un 30% la humedad del suelo durante el verano. El agua adicional almacenada y el menor número de árboles que compiten por ella parecen haber ayudado a los árboles de Illilouette a resistir la peor sequía del estado en siglos. La diversidad de incendios en Illilouette está relacionada con un mejor almacenamiento de carbono a largo plazo y una mayor biodiversidad. Con beneficios documentados para las abejas, las plantas del sotobosque, los murciélagos y las aves.
Debido a las numerosas variables en juego determinar con precisión cómo el fuego influye en la hidrología es un desafío. Sin embargo, los estudios de Boisramé forman parte de un creciente cuerpo de trabajos que sugieren que los incendios frecuentes tienen beneficios hidrológicos a largo plazo para los ecosistemas adaptados al fuego. Harold Biswell, pionero en la investigación de incendios, descubrió a mediados del siglo XX que las quemas prescritas en los ranchos ganaderos de Sierra Nevada ayudaban a reavivar los manantiales estivales.
Después del fuego
Esto coincide con investigaciones en el oeste de Estados Unidos que muestran que algunas cuencas hidrográficas, especialmente las que carecen de importantes reservas de agua subterránea, tienen más agua en los arroyos después de un incendio. Probablemente debido a la reducción de plantas sedientas. Investigadores australianos sugieren que la colonización europea del sureste de Tasmania creó matorrales secos y devastadores megaincendios al suprimir las quemas indígenas.
El fuego también tiene beneficios menos directos. Inspirándose en los conocimientos de los quemadores indígenas de la tribu Karuk, se ha demostrado que el humo de los incendios forestales puede bloquear la radiación solar lo suficiente como para enfriar los ríos y arroyos casi 2,5 grados Fahrenheit.
A medida que más científicos y conservacionistas reconocen cómo los pueblos indígenas moldearon la biodiversidad y la resistencia de los ecosistemas con el fuego, se presenta la oportunidad de devolver la reciprocidad a la gestión. ¿Cuál es nuestra responsabilidad humana y cuáles son nuestros servicios humanos para ese ecosistema?¿Cómo prescribimos hoy la cantidad adecuada de fuego, el fuego como medicina? El conocimiento tradicional puede guiarnos.
95% insalubres
La tierra necesita ayuda. De las más de 8.200 praderas documentadas en Sierra Nevada por el Servicio Forestal, el 95% se cataloga como insalubres o, peor, ya no funcionan como ecosistemas de pradera. Los Mono de North Fork han comenzado a revivir algunos de estos lugares. Además de la pradera de hierba de ciervo han comenzado a restaurar al menos otros cinco en el Bosque Nacional de la Sierra desde 2003.
En 2018, y de nuevo el año pasado, Goode firmó acuerdos quinquenales con el Servicio Forestal que espera permitan a la Tribu restaurar muchos más. Estos acuerdos reconocen explícitamente su autoridad para llevar a cabo la gestión indígena de los incendios. Pero sus prácticas tradicionales de gestión han sido difíciles de aplicar.
Hasta la fecha, Goode y su equipo han evaluado nueve praderas para su restauración y posible quema cultural. En colaboración con el Servicio Forestal, están eliminando coníferas y arbustos invasores. Retirando árboles muertos y caídos, creando pilas para la quema, erradicando hierbas nocivas, limpiando barrancos y construyendo estructuras para estabilizar el suelo erosionado. Todo eso preparará el terreno para praderas vibrantes que retendrán el agua.
Sin embargo, han encontrado un obstáculo al encender los fuegos. Según Goode, los acuerdos establecen que “somos nosotros los que ponemos el fuego sobre el terreno, y ellos participan si lo desean”. Pero el Servicio Forestal no permite a nadie encender un fuego a menos que tenga una “tarjeta roja” obtenida a través de una rigurosa formación de bombero.
Retrasos
Dean Gould, supervisor del Bosque Nacional de la Sierra, afirma que “el bosque necesita urgentemente una restauración, y la quema cultural va a ser sin duda un componente clave de cara al futuro”. Sin embargo, la agencia quiere actuar con la mayor seguridad posible.
Gould atribuye el retraso principalmente a la falta de capacidad. Varios incendios forestales históricos recientes dentro del bosque nacional han impedido a su personal crear un programa de incendios prescritos más sólido, que coordinaría las quemas culturales. La pandemia de COVID añadió otros retrasos. Al igual que una serie de nuevas y onerosas recomendaciones a escala nacional para las quemas prescritas que el Servicio Forestal emitió en 2022. Tras perder el control de dos quemas de este tipo en Nuevo México.
Las tribus que desean realizar quemas culturales en tierras federales suelen enfrentarse a problemas como los que ha tenido que afrontar la tribu Nork Fork Mono. “Tanto las agencias estatales como las federales carecen de un conocimiento adecuado de las tribus y de los profesionales de las quemas culturales. De su experiencia y autoridad, de la tenencia de la tierra y de los requisitos de las quemas culturales”, escriben los autores de un informe elaborado para la tribu Karuk. Lo que ha provocado “confusión, retrasos y burocracia”. Así como interferencias con la soberanía tribal.
“O hacemos la quema cultural como se supone que hay que hacerla, o no la haremos”, dice Goode. Cuyo equipo tiene más de cien pequeños montones de maleza preparados y esperando en dos praderas del Bosque Nacional de la Sierra. Listos para encender y cuidar los fuegos antes de que caiga la nieve.
Retomar prácticas tradicionales
Jonathan Long, ecologista del Servicio Forestal, explica que los practicantes tradicionales a menudo ven los requisitos como las tarjetas rojas como incompatibles con la quema cultural. Las quemas culturales adoptan precauciones distintas de las quemas típicas de las agencias. Los practicantes tienden a encender sólo pequeñas parcelas de fuego de baja intensidad y controlan las quemas para reducir el impacto en recursos culturales.
El Servicio Forestal aún no dispone de un manual oficial sobre quemas culturales, lo que retrasa el proceso. Pero Gould, supervisor del Bosque Nacional de la Sierra, dice que están trabajando en una política de este tipo. Long cree que se están abriendo más oportunidades para las prácticas tradicionales de quema, especialmente en California. A nivel federal, el Servicio Forestal de EE. UU. anunció acuerdos para la gestión conjunta de tierras con tribus. Incluyendo uno que permite a la tribu Karuk realizar quemas culturales en colaboración con el Bosque Nacional Six Rivers de California.
En diciembre, Valdez, sobrino nieto de Goode, formó a la tribu indígena de Tule River y al personal del Bosque Nacional de Sequoia durante una quema cultural en ese bosque. El personal del Bosque Nacional de Sierra también asistió, con la esperanza de utilizar el éxito del evento como trampolín en su propio bosque.
Sin embargo, Goode, que ahora se enfrenta a graves problemas de salud, está perdiendo la paciencia con la lentitud de la agencia gubernamental que supervisa las tierras natales de su tribu. Incluso está considerando opciones legales para hacer valer el derecho de su tribu a quemar. Estas quemas representan una transferencia intergeneracional de conocimientos y cultura, una parte esencial de la práctica y clave para su continuidad.
El precio de no quemar
El incendio de Carmel llegó hasta los viñedos propiedad de Jack Galante. En pocos días había vuelto cenizas 490 hectáreas. Quemó los bordes, emitió suficiente humo para contaminar potencialmente las uvas y después retrocedió y siguió avanzando. Finalmente destruyó 73 estructuras y dañó otras siete, varias de las cuales eran viviendas millonarias de Sky Ranch. Todo esto sucedió unos cinco años después de que Galante y Cal Fire presentaran una solicitud para realizar una quema controlada en esa área, lo cual habría mitigado la intensidad del incendio.
Galante dijo que no sabía por qué no había prosperado la solicitud, pero creía que la razón era la burocracia existente en Cal Fire. Lo cierto fue que los residentes de Sky Ranch se opusieron a la quema, no querían humo cerca de sus viviendas. Las viviendas en Sky Ranch generalmente se venden por alrededor de un millón de dólares; el nivel de su precio depende de su lejanía, belleza y las vistas que ofrecen de Carmel Valley.
Papel vital
Podríamos asumir que los densos bosques de las montañas de California siempre han estado allí. Sin embargo, los registros ecológicos y la historia oral indígena describen cómo el fuego, ya sea provocado por un rayo o planeado por las tribus, jugó un papel vital en la configuración del paisaje de California durante miles de años. Puede ser un tema polémico, especialmente dados los recientes incendios forestales traumáticos de California.
Pero un estudio reciente de UC Berkeley encontró que la biomasa forestal en la región de las Montañas Klamath solía ser aproximadamente la mitad de lo que es ahora, y que las quemas realizadas por las tribus Karuk y Yurok desempeñaron un papel importante en el mantenimiento de la estructura y la biodiversidad del bosque.
Los gobiernos federal y estatal transformaron radicalmente la tierra. Los bosques fueron talados extensivamente, luego replantados en densas arboledas. Cambiando aún más el delicado equilibrio entre los árboles y las áreas abiertas, y creando el tipo de bosques densamente poblados que pueden alimentar incendios forestales masivos e incontrolados.
Quieren fuego
Goode estima que el dosel de árboles de California es ahora el doble de denso, o más, en lugares donde no ha habido fuego. “Cuando el indio estaba en esa tierra, el dosel estaba abierto en un 40 por ciento o menos”, dice. En ese espacio abierto, una variedad de plantas, arbustos y árboles más pequeños, como los robles, pudieron crecer. Al igual que las plantas que las tribus nativas todavía usan hoy en día con fines alimenticios, medicinales o culturales.
Estos variados paisajes eran más resistentes al fuego. En los bosques de hoy, una vez que las copas de los árboles se incendian, las llamas se propagan rápidamente, utilizando la copa de los árboles como una especie de carretera mortal. Esos árboles altos, plantados muy juntos, compiten entre sí por la luz solar y el agua, y evitan que prosperen las plantas más pequeñas debajo. Estresados por la sequía y el cambio climático, son vulnerables a los ataques de parásitos.
Los científicos estiman que los escarabajos de la corteza ahora han matado hasta el 5 por ciento del bosque en el oeste de los Estados Unidos. Estos árboles muertos son más combustible para los incendios forestales, ayudándolos a salirse de control. “Muchos de los arbustos que ahora estamos quemando en realidad no se han quemado durante unos ciento veinte años. Y están llorando. Quieren fuego, quieren ser restaurados”, dice Goode mientras realiza una quema en Mariposa, California.