En un mundo donde los desafíos a menudo parecen insuperables, la historia de Natalia Espasandín muestra un camino de esperanza y determinación en el que las metas anheladas se pueden cumplir. A los 26 años de edad ha logrado dos grandes hazañas médicas: como paciente y como estudiante de Medicina. En ambas con honores y demostrando que el espíritu humano puede vencer hasta en las circunstancias más difíciles.
En la de estudiante acaba de alcanzar este año la cúspide. Logró el cuarto lugar en el examen a Médico Interno Residente (MIR) con un brillante 177,67 aciertos netos. La sexta mayor puntuación de toda la serie histórica. Antes obtuvo su grado en Medicina en la Universidad Autónoma de Barcelona con una media de 9,28, sobre 10. La otra victoria, como paciente, es una suma de pequeños grandes triunfos. Comenzó prácticamente desde su nacimiento. Natalia ha sido diagnosticada con dos enfermedades genéticas hereditarias raras.
Temprano andar por los hospitales
A pesar de todo lo que puede implicar para alguien vivir con dos enfermedades raras, Natalia Espasandín tuvo una infancia tranquila y con los mismos sueños de cualquier otro niño. Desde pequeña le llamaba la atención el campo de las ciencias. Primero quiso ser veterinaria, luego física, pero al final se inclinó por la medicina. Tuvo un papel importante su entrada en el Institut Puig Cargol de Barcelona, en Cataluña, y una docente en particular. “Mi profesora Cristina me apoyó mucho y mi instituto siempre fue flexible y comprensivo con mi situación», cuenta.
Durante esos años de estudio sus do patologías la llevaron al quirófano en veinte oportunidades. Por eso dice que el bachillerato lo hizo en tres años: «Me ingresaban en muchas ocasiones o tenía cirugías, por lo que no podía seguir el mismo ritmo que mis compañeros». Sus amigos la alentaban diciéndole que la salud era lo primero.
Natalia afirma que hubo dos fuertes razones para creer que podía estudiar Medicina. Por un lado, siempre le interesó mucho este campo, porque quería entender bien sus patologías. Además, haber sido por tanto tiempo paciente hizo que tuviese mucho contacto directo con la parte clínica. «Y me gustaba. Por todo ello, creo que al final me decanté por esta vocación».
Luego de graduarse como médico con una media sobresaliente, hizo las prácticas en el Hospital Vall d’Hebron, en Barcelona. Un lugar importante para ella porque muchas de sus intervenciones quirúrgicas ocurrieron allí. Cuenta que le resultaba cómodo compaginar su vida personal con la profesional y académica en el mismo lugar. “Hubo una vez que me operaron y, a la semana siguiente, el cirujano que lo hizo fue mi profesor de prácticas”, recuerda.
«Soy rara y me gusta serlo»
Natalia Espasandín vive en su propia piel dos enfermedades raras causadas por mutaciones de los genes. No en balde su deseo de algún día cursar Genética Clínica. Cuando tenía nueve años le diagnosticaron síndrome de Elhes-Danlos, un grupo de trastornos hereditarios caracterizado por articulaciones extremadamente frágiles, piel muy elástica en la que se forman hematomas con gran facilidad y vasos sanguíneos que se estropean fácilmente. La patología también afecta a órganos como los pulmones.
La enfermedad provoca dislocaciones frecuentes en las articulaciones. «A veces puedo estornudar y se me disloca el hombro, tengo mucha fragilidad y eso me obliga a pasar por quirófano muy a menudo, una vez cada tres meses de media», explica. Pero sin dejar que sus dolencias maten su humor: «Lo cierto es que he salido cara a la Sanidad Pública».
Recuerda que a los pocos años de diagnosticarle esta patología, los médicos se dieron cuenta de que había algo que no encajaba. «Tenía dificultades de movilidad y no era un síntoma de Elhes-Dalnos. Cuando tenía 16 años, me dieron una mala noticia: también sufría paraparesia espástica hereditaria». Esta patología, también rara, es degenerativa y provoca un trastorno progresivo de la movilidad, pues causa daños en la médula espinal.
El caso de Espasandín es único en el mundo, ya no hay registros médicos de ninguna otra persona que sufra estas dos enfermedades. «Desde siempre me he sentido igual que el resto, pero a la vez distinta. Sí, soy rara y me gusta serlo, pero debemos evitar el sentido peyorativo de esta palabra porque al fin y al cabo todos somos raros».
Sobresaliente es su distintivo
Natalia fue becada por las academias MIR Asturias y CTO para presentarse al MIR 2024 y asumir la tarea de alcanzar la especialización. “La verdad, la posición me daba igual. De hecho, no sé con exactitud el resultado que obtuve porque nunca lo calculé. Con solo saber que había tenido una buena puntuación para acceder a la especialidad que quería me bastó”, expresa.
Una prueba cuya preparación la hizo siguiendo el ritmo que le marcaba su cuerpo. “Desde junio de 2023, como el resto de mis compañeros, comencé a estudiar el MIR de manera intensiva. A diferencia de ellos, si había un día que no podía cumplir el horario de estudio establecido por la academia y me sentía cansada, paraba de estudiar para cuidarme a mí misma”. Es que cuando cursó la carrera fue expuesta a una presión que iba más allá de la normal que imponen los exámenes, las prácticas y los trabajos. Esta etapa también estuvo llena de más cirugías: “He perdido la cuenta del número de operaciones que me han hecho. Solo en la carrera fueron 13”.
Destaca con ironía que le «tocó la lotería genética”, pero que tiene la esperanza de que su caso pueda servir de inspiración para otros con alguna discapacidad que quieran estudiar Medicina. Dice que una chica que tiene su misma enfermedad se puso en contacto con ella y le confió que su sueño era también ser médica: “Me habló, ya la he visto alguna vez, y ahora está muy ilusionada”. Asegura que hay poca representación de personas con discapacidades en la Medicina. «Y creo que podemos aportar mucho”.
Primero España
Antes de empezar la carrera quería hacerla para especializarse en Genética Clínica, pero no se imparte en España. Aunque tenía la idea de que cuando terminara sus estudios, ya la estarían dando, esto no ocurrió. Sin embargo, la especialización en Pediatría en el Hospital Vall d’Hebron tiene una razón: «Lo que sí es cierto es que la mayoría de los genetistas en España son pediatras porque muchas patologías genéticas aparecen en edad».
Ha valorado ir a cursarla fuera de España. Pues habla alemán y tiene nacionalidad suiza por su madre. Pero dice que aunque en otros países los médicos tienen condiciones retributivas y horarios mejores, no todo lo que brilla es oro: «Y, la verdad, siempre que pueda quiero formarme en España. Tenemos un sistema sanitario invaluable, que no discrimina a los pacientes en función de sus condiciones y, sobre todo, quiero devolver todo lo que me han dado».
«Sé que para mí no habrá ningún tratamiento posible, porque ya soy adulta, pero al menos quiero contribuir a que las patologías no se desarrollen en los niños antes de que sea demasiado tarde»
Natalia Espasandín
Ahora inicia el camino a una nueva victoria, esta vez como pediatra en el Hospital Vall d’Hebron. Su determinación y su deseo de devolver a la sociedad lo que ha recibido son un ejemplo para todos. En un mundo donde la medicina a menudo se asocia con la perfección, Natalia nos recuerda que la verdadera grandeza radica en la humanidad, la compasión y la superación personal.