Su nombre cobra mayor dimensión y reconocimiento mundial al ser designada con el Premio Nobel de la Paz 2023, pero desde hace dos décadas, la figura y la voz de Narges Mohammadi retumban en Irán. Periodista y activista, ha dedicado su vida a defender los derechos humanos, oponiéndose al velo obligatorio para las mujeres y a la pena de muerte. Sus luchas permanentes la han llevado a la cárcel en varias oportunidades y actualmente cumple condena.
Una vez que el jurado de premiación desveló que el Nobel de la Paz recaída en Narges Mhammadi, las redes sociales se desataron en júbilo. Organizaciones globales de derechos humanos y líderes políticos han elogiado ese “justo reconocimiento”.
Berit Reiss-Andersen, presidenta del comité noruego, comenzó su discurso pronunciando en farsi las palabras «mujer, vida, libertad». Uno de los lemas de las protestas pacíficas contra el régimen de Ebrahim Raisi. Luego mencionó a Mahsa Amini, la joven de 22 años, cuya muerte bajo custodia de la policía iraní en 2022 desencadenó un año de manifestaciones.
Narges, periodista de 51 años, fue condenada en enero de 2022 a 8 años de prisión y 70 latigazos. Está pagando muy caro su posición pública asumida hace 22 años, cuando fue detenida por primera vez. La represión y la cárcel no la han callado.
La han 13 veces en su vida, condenada 5 veces y sentenciada a un total de 31 años de prisión. Actualmente se encuentra recluida en la prisión de Evin, en Teherán, por «difundir propaganda». El año pasado, desde su celda, escribió en detalle cómo las mujeres detenidas en las protestas antigubernamentales que entonces arrasaban la nación persa eran abusadas sexual y psicológicamente.
Reconocen luchas de Narges Mohammadi
Reporteros sin Fronteras ha denunciado que a Mohammadi la hostigan judicial y policialmente para silenciarla, «pero su determinación no flaquea pese a las torturas que ha sufrido». El 16 de septiembre, con otras tres prisioneras, quemó sus velos en el patio de la cárcel para conmemorar el aniversario del asesinato de Mahsa Amini. La joven kurda que la Policía Moral detuvo «por vulnerar el código de vestimenta para las mujeres iraníes».
Nacida en 1972, en Zanyán, noroeste de Irán, la Nobel de la Paz estudió Física antes de volverse ingeniera y se inició paralelamente en el periodismo. Trabajó para diarios reformistas. En la primera década de este siglo, se unió al Centro de Defensores de los Derechos Humanos, que fundó Shirin Ebadi, también Premio Nobel de la Paz y del cual es hoy vicepresidenta. La lucha principal es la abolición de la pena de muerte.
«Narges podría haber salido del país, pero siempre se negó. Se convirtió en la voz de los sin voz. Incluso en prisión, no olvida su deber e informa sobre la situación de los prisioneros», afirma Reza Moini, activista y periodista iraní residenciado en París.
En su libro ‘White Torture’ (‘Tortura blanca’), Mohammadi denuncia las condiciones de vida de las prisioneras. Aislamiento, abusos y castigo crueles que ha sufrido también..
Entre mayo de 2015 y octubre de 2020, fue encarcelada por haber «formado y dirigido un grupo ilegal», instando a abolir la pena capital. Y fue condenada por segunda vez en mayo de 2021 a 80 latigazos y 30 meses en la cárcel por «propaganda contra el sistema» y «rebelión» contra la autoridad penitenciaria.
El valor detrás de un velo
La lucha de la premio Nobel de la Paz ha sido permanente y tenaz. Valiente. A prueba de amenazas y castigos severos. Su defensa de los derechos humanos y, en particular de las mujeres en Irán acumulan alrededor de doce años. Otras mujeres se han sumado a su causa y han parado igualmente a la cárcel.
El caso de Mahsa Amini, aunque diferente, cambió a la sociedad iraní. Un enfado recurrente se soltó e impulsó a mujeres y hombres a tomar las calles para protestar por la opresión del régimen. A entonar canciones, a quemar los velos en hogueras improvisadas, a desafiar el poder. Las revueltas en Irán no han cesado.
Ahora, en momentos en que Mohammadi es reconocida con el Nobel de la Paz, una adolescente de 16 años se encuentra al borde de la muerte en un hospital por negarse a usar el velo. Su madre ha sido detenida y desaparecida por las fuerzas del orden, denunció la ONG de derechos humanos Hangaw. Actualmente la joven está en la unidad de cuidados intensivos. Este caso recuerda al de Mahsa.
Awyar Shekhi, miembro de la ONG detalló que «el 1 de octubre Armita Geravand fue rodeada por miembros femeninos de la policía de la moral ante de entrar a la estación del metro. Primero, le pidieron que se arreglara el pañuelo que llevaba en la cabeza. Cuando rechazó hacerlo, la golpearon varias veces en la cabeza. «La empujaron de manera tan violenta que se desmayó», afirmó.
Abusos y agresiones sexuales
En fecha reciente, Mohammadi envió a CNN una larga carta en la que arremete contra cuatro décadas del uso obligatorio del velo musulmán. Denuncia también la hipocresía de un Estado religioso que utiliza la violencia sexual contra las mujeres detenidas.
«Cuando hace cuatro décadas llegó al poder, el régimen religioso utilizó el velo obligatorio para mostrar la imagen de dominación, subyugación y control sobre las mujeres y como medio para someter a la sociedad -relata la Nobel de la Paz-. No podían poner una abaya y un turbante a la mitad de la población, a los hombres de la sociedad, pero adornaron fácilmente a la mitad de la población de Irán con ‘hiyab obligatorio’, y pantalones de color oscuro para presentar al mundo la odiosa cara del despótico sistema religioso».
«Imaginen a las mujeres iraníes que, durante 44 años, se han visto obligadas a llevar la cabeza cubierta. Peor que eso, han estado bajo presión psicológica para adherirse estrictamente al hiyab obligatorio. Todo para preservar la imagen de hombres islámicos religiosos. Y garantizar la seguridad y pureza de las mujeres. Ahora, esas mismas mujeres sufren agresiones sexuales y acoso», apunta. Mohammadi revela que la violencia sexual contra las mujeres detenidas ha «aumentado exponencialmente» desde las protestas que sacudieron Irán en 2022, lo que le ha llevado a calificar los abusos de «sistemáticos».
«Las mujeres que sufren acoso sexual se llenan de ira, miedo e inseguridad. Pero cuando su feminidad se oculta y reprime por reivindicaciones ideológicas y religiosas están enfadadas y aterrorizadas. También engañadas y manipuladas por el gobierno. Estos abusos sexuales dejan cicatrices tan profundas en sus almas y mentes de las que es difícil recuperarse, y quizá nunca lo hagan del todo», afirma Mohammadi.
Dolor insoportable e indescriptible
Mohammadi le comentó a la BBC en septiembre, que «el precio de la lucha no es solamente la tortura y la cárcel, sino también un corazón que se desgarra con cada privación, un sufrimiento que penetra hasta la médula». «Hace más de ocho años que no veo a Kiana y Ali (sus hijos gemelos, de 17 años) y hace más de un año y medio que no he escuchado siquiera su voz. Es un dolor insoportable e indescriptible», manifestó. Su esposo, Taghi Rahmani, viven en Francia.
«En 24 años de matrimonio, hemos tenido solo cinco o seis de vida común», indicó Rahmani, a quien le preocupa la salud de su esposa. «Padece una dolencia cardíaca, pero es la persona más decidida. Nunca se ha rendido, no pueden romperla», añadió.
Mohammadi admite que no tiene ninguna perspectiva de libertad. «No obstante, el pabellón de mujeres de Evin es uno de los pabellones de presas políticas más activos, resistentes y alegres de Irán», expresó.
Al anunciar el Premio Nobel de la Paz para Mohammadi, el comité declaró que espera que Irán libere de prisión a la activista para que pueda asistir a la ceremonia de premiación en diciembre. «Si las autoridades iraníes toman la decisión correcta, la liberarán para que pueda estar presente y recibir este honor. Es lo que esperamos», recalcó Berit Reiss-Andersen.