Los daños a bosques y selvas parecen no dan tregua. En 2023 se vieron sometidos a intensas sequías e destructivos incendios forestales con resultados desalentadores. Un ejemplo de cerco incesante a la naturaleza es la Amazonía. La ‘narcodeforestación no había sido tomada en cuenta y que aparece en su peor esplendor.
La Amazonía, un bosque tropical húmedo que abarca casi ocho millones de kilómetros cuadrados, el doble del tamaño de la India, está sometida a una explotación acelerada y salvaje. El Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina detectó que en 2021perdió cerca de 2 millones de hectáreas de bosque primario, esenciales para el almacenamiento de carbono. Una ligera disminución en comparación con los 2,3 millones de hectáreas destruidas en 2020.
La situación empeoró en 2023. El informe del World Resources Institute determinó que ese año se destruyeron 3,7 millones de hectáreas de bosques primarios. La velocidad de deforestación equivalente a la desaparición de diez campos de fútbol por minuto. Brasil, Colombia, Bolivia y Perú figuran entre los 10 países con más deforestación.
Narcodeforestación
Las investigaciones adelantadas por InSightCrime indican que las redes criminales impulsadas por el lucro del comercio de madera, tierras y drogas, constituyen el epicentro de los delitos ambientales en la cuenca amazónica. Se aprovechan de la mano de obra barata y forman estructuras laxas dedicadas a actividades ilícitas.
Un informe de la ONU de 2023 acuñó el término “narcodeforestación” para describir el entrelazamiento de narcotráfico y delito ambiental. Particularmente evidente en Colombia, un centro mundial procesador de drogas y uno de los lugares de mayor biodiversidad en el mundo. En 2023, Colombia logró reducir las tasas de deforestación en un 49%. Sin embargo, en los primeros 4 meses de 2024, la pérdida de árboles aumentó un 40%. Fue un éxito fugaz. La ministra de Medio Ambiente, Susana Muhamad, atribuye el cambio a una mayor actividad del grupo armado EMC que dirige una amplia operación de cocaína y otras ilegalidades.
La deforestación en la Amazonía que impulsan redes criminales y grupos armados es un desafío creciente. La defensa de los bosques vírgenes, vitales para combatir el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, como la Amazonía, requiere enfrentar los grupos armados. Durante mucho tiempo la narcoguerrilla impedía la tala de bosques para proteger sus operaciones. Pero con el desarme en 2016, domina un vacío de poder y un aumento en la deforestación. El Estado Mayor Central, un grupo narcoguerrillero liderado por el excomandante de las FARC, Iván Mordisco, controla gran parte de la selva colombiana. No solo se talan árboles para la siembra de coca, se observa la apertura de carreteras y la expansión de ranchos ganaderos en la región. El gobierno no interviene y el control de gran parte de la selva lo ejerce el EMC.
Pérdida de bosque primario en países amazónicos
- Bolivia: Deforestación concentrada en la Amazonía, especialmente en la región de la Chiquitania, en el departamento de Santa Cruz. Pérdida de bosques también notable en el norte de los departamentos de La Paz y Beni, el Parque Nacional Madidi, y la frontera noroeste con Perú.
- Venezuela: Pérdida de 2,29 millones de hectáreas de bosque, más de medio millón de las cuales eran bosque primario. Deforestación significativa a lo largo del río Orinoco, al sur del Amazonas venezolano.
- Ecuador: Deforestación de 902.000 hectáreas de árboles, principalmente en las provincias amazónicas del oriente. Hasta la fecha, se ha deforestado alrededor del 15% de la Amazonía ecuatoriana.
- Guyana: Destrucción de unas 230.000 hectáreas de bosque en las últimas dos décadas. La mayor parte de la deforestación se ha concentrado en la décima región oriental (Alto Demerara-Berbice) y en la novena región suroccidental (Alto Takutu-Essequibo), fronteriza con Brasil.
- Surinam: Pérdida de 212.000 hectáreas de cubierta forestal. Las zonas más afectadas son el embalse de Brokopondo, la aldea de Baling Soela, a lo largo del arroyo Merian Kreek, y en las montañas Lely.
Campo de batalla
La Amazonía se ha convertido en campo de batalla para grupos armados y redes criminales, que ahora son un componente crucial en la política de conservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático. Son criminales que utilizan la violencia para imponer sus negocios y beneficios.
Bram Ebus, consultor del Crisis Group, ha documentado cómo estos grupos han expandido su dominio en las selvas de Sudamérica. Su comercio ilegal no se limita a drogas o minerales, también incluye la tala ilegal, el tráfico de especies silvestres, la ganadería y el acaparamiento de tierras para el cultivo de soja. Las explotaciones mineras ilegales ha dañado gravemente la biodiversidad.
La protección de los bosques es un desafío. En Brasil, por ejemplo, cada agente de protección del medioambiente patrulla una superficie del tamaño de Dinamarca. En Colombia es difícil distinguir entre grupos con motivaciones políticas y bandas puramente criminales, pero ambos continúan expandiendo su radio de acción a costa de la naturaleza. «El medio ambiente ahora es rehén de la guerra. Todos estos grupos tienen un objetivo expandirse, conseguir más tropas, más dinero y más control territorial», apunta Ebus.
Bosques y selvas bajo fuego
A pesar de algunas pocas cifras optimistas, el mundo no frena de manera significativa la deforestación. El informe del World Resources Institute indica que estamos lejos de detener la pérdida de bosques para 2030, el compromiso que asumieron 145 países. En los trópicos, la deforestación y los incendios son causados por la actividad humana y tienen consecuencias más duraderas.
Investigadores del Instituto de Recursos Mundiales, en colaboración con la Universidad de Maryland, documentaron la pérdida de árboles en el mundo debido a la deforestación, incendios y otras causas en 2023. Calculan que la destrucción produjo 2,4 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono, la mitad de lo que produce cada año la quema de combustibles fósiles en Estados Unidos.
Los bosques húmedos tropicales contienen una cuarta parte de todo el carbono almacenado en la tierra y albergan una gran cantidad de especies animales y vegetales. Su protección es esencial para frenar el cambio climático y evitar la pérdida de biodiversidad.
Lejos de las metas
Solo faltan seis años para el 2030. Los líderes de 145 países se comprometieron a detener y revertir la pérdida de los bosques para ese año. Está claro que el mundo no está alcanzando sus objetivos. Los pocos avances son frágiles y están sujetos a múltiples presiones de corporaciones, grupos armados e intereses políticos y económicos ante gobiernos que carecen de la fortaleza financiera y política para hacerles frente.
La instrumentación de planes y programas para revertir la situación, junto con las soluciones globales para el cambio climático y la sostenibilidad, deben adaptarse al contexto local. En necesario que trabajen codo a codo para que los avances se sostengan y se logre reducir la pérdida de bosques en todas partes. Para lo cual hay que contemplar todos los ítems, como la narcodeforestación, que estaba por fuera y es una seria amenaza para la Amazonía.